“Prefiero disfrutar el dolor de mi locura individual, a padecer el placer de la cordura colectiva” – Miguel Ángel Suárez, actor puertorriqueño.
A la memoria de Luis Rigoberto Varela Solar, un amigo fiel.
A lo largo de mi vida, he sido afortunado al compartir con seres humanos excepcionales, geniales, muchos de ellos etiquetados como “locos” por la mayoría de la gente en su tiempo. Sin embargo, de diversos modos fueron para mí maestros de extrañas disciplinas, fuera de las aulas: maestros de vida.
La fortuna me los puso delante.
Uno de los más excéntricos y geniales fue el sacerdote Jesuita gallego, Salvador Freixedo Tabarés.
Para el tiempo en que tuve la dicha de conocerle y de compartir con él a diario ya algunos de sus libros lo habían conducido a la cárcel, a la expulsión de países como Cuba y Venezuela -por sus severas críticas a sus gobiernos y a sus burguesías- e iba camino a la expulsión de la Orden de los Jesuitas, a partir del año 1969, cuando se publicó en Puerto Rico su polémico libro Mi Iglesia Duerme o Iglesia ¡Despierta!
Según mi mejor recuerdo, creo que nos conocimos en el verano del año 1961, después de mi graduación de Bachillerato y en espera del comienzo de las clases de la recién creada Escuela de Derecho.
Tomemos por caso el año 1961. Puesto que él nació en el año 1923, para aquel tiempo tendría 38 años y yo tendría 22 años, 16 menos que él.
Aunque practiqué el baloncesto durante toda mi juventud, nunca fui un hombre corpulento. Sin embargo, Freixedo lo era de manera muy notable, sobre todo con unos bíceps impresionantes. Parecía más que un sacerdote, un minero, un gimnasta o un levantador de pesas, siempre en mahones y t-shirt, lleno de chapapote, como se le llamaba a la grasa gruesa, espesa, rudo y brusco en sus formas.
Nos conocimos en la imprenta de la Universidad Católica, fuera del campus, en la Avenida Hostos de Ponce, en torno a una rotativa primitiva que monseñor Jaime McManus, obispo de Ponce, había comprado hacía tiempo en los Estados Unidos con la intención de un día hacer un periódico, como efectivamente hacía en el momento en que les narro.
Aquella rotativa, de enormes tollos de plomo, estaba más tiempo dañada que en condiciones de uso. De ahí el chapapote que lo embarraba.
MacManus también había comprado en los Estados Unidos la biblioteca de una escuela de Derecho que cerró sus puertas. La mayoría, libros muy viejos y obsoletos. Los tenía almacenados con la intención de un día fundar una escuela de Derecho en nuestra universidad, como también acababa de hacerlo con el auxilio del padre Fremiot Torres Oliver y el doctor Carles E. Mascareñas.
Yo era uno de los más de 60 estudiantes ya aceptados y próximos a ingresar en ella.
El obispo MacManus era el típico rough-raider, cabeciduro irlandés. Tanto así, que una vez lo amenazaron de muerte, según alegaba él y no hay porque dudarlo. Compareció ante el Tribunal de Ponce y obtuvo una licencia para portar armas de fuego.
Huelga decir que la prensa, sobre todo el periódico El Imparcial, hizo fiesta con eso. Lo bautizaron “El Obispo Vaquero”.
Por razones concretas, yo no simpatizaba con él en absoluto, pero hoy reconozco que era un hombre que había que respetar. “A jacha y machete,” como se decía entonces, hizo el semanario periodístico El Debate, donde conocí a Freixedo y a su ahijado y protegido, el periodista Luis R. Varela, quien tampoco era una perita en almíbar, a quien Freixedo ayudó a salir muy herido de la cárcel política y de la República de Cuba.
Para aquel tiempo Varela todavía no era periodista deportivo.
MacManus hizo, en terrenos de nuestra universidad, el Seminario Mayor Regina Cleri, en el que en un momento dado llegó a ser rector el obispo Antulio Parrilla Bonilla, quien era la antítesis de MacManus.
Hizo la emisora WEUC -AM. Sobre todo, hizo nuestra Alma Mater, la hoy Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico y, “para no dejar de hacer”, como también se decía entonces, fue la fuerza impulsadora detrás del abogado y entonces representante a la Cámara por el Partido Independentista Puertorriqueño, José Luis Feliú Pesquera, en la fundación del Partido de Acción Cristiana, PAC.
Sí aquel irlandés era un “todo terreno” sin dispositivo para la reversa, el gallego del que les vengo hablando, no era un ápice menos.
Mi oficio, al comienzo, era de corrector de pruebas de aquel periódico católico, llamado El Debate. Muy pronto comencé a escribir mis cositas. El padre Freixedo era, en términos deportivos, un utility, un ayudante at large del editor y ocasionalmente también escribía sus cosas llenas de originalidad, gran humor y picardía literaria.
Luis R. Varela, con su luego conocido tesón, comenzó a cubrir los conflictos obrero patronales del país. ¡Ya pueden imaginar quienes lo conocieron luego!
Las grandes empresas cuya actividad laboral él cubría, comenzaron a retirar del periódico sus anuncios comerciales. Varela fue polémico desde que nació y a mi juicio, había en su personalidad y ejecutorias mucho de la influencia que ejerció sobre él desde Cuba el padre Freixedo, fundador y consejero de La Juventud Obrera Católica de la que el joven Varela era un líder militante y combativo.
Un curioso entretenimiento del padre Freixedo, que me aconsejaba que hiciera, aunque ni remotamente tenía su fortaleza física, era echarse a su espalda un enorme y pesado paquete que contenía una caseta de campaña con todos los complementos necesarios para acampar.
Me contaba que los viernes en la tarde, una vez que salía a la calle el periódico, se echaba a su espalda aquel inmenso y pesado paquete y salía a pie a caminar sin rumbo predeterminado, en cuya práctica continuaba cada fin de semana hasta el domingo en la noche, cuando regresaba.
Le encantaba aquel frecuente contacto directo y solitario con la naturaleza.
El padre nunca tomó plena consciencia de que yo no tenía fuerzas suficientes para echarme a la espalda aquella carga y caminar varios kilómetros hasta encontrar el lugar adecuado para acampar, y luego traerla de regreso.
Muchos años después, ya en el ocaso de su vida, en Galicia, en entrevista con el periodista Manuel Carballal, le dijo que uno de los placeres de su vida era tenderse boca arriba sobre la grama, de noche, en verano y contemplar durante horas la bóveda celeste, cuidándose de que sus perros no vinieran a lamerle.
Después que explotó Mi Iglesia Duerme desde Puerto Rico, se fue del país, sin que fuera necesario que lo echaran y al tiempo comenzamos a enterarnos por los medios noticiosos sobre sus ejecutorias en diversos lugares del mundo.
Sus muchos libros, 30 en total, giraban en torno a los objetos voladores no identificados, OVNIS, y a encontrarlos en los textos bíblicos. Es decir, sobre la relación de la religión con los extraterrestres.
Una de sus primeras “alocadas” expresiones, como tantas, me hizo sentido, no me pareció tan desacertada. Decía que el carro de fuego tirado por caballos en el que subió a los cielos el profeta Elías no era otra cosa que una nave interplanetaria, deficientemente descrita y explicada en la Biblia, de conformidad con el insuficiente conocimiento y entendimiento de aquellos días.
¿Alguien tiene una mejor explicación para aquél “carro de fuego”? Más adelante, a mayor complicación, hizo relación de los OVNIS con las apariciones marianas.
A partir de su ruptura con la iglesia, se casó con una mujer talentosa, joven y bella, escritora de varios libros, periodista, directora de una editorial, parapsicóloga, ufóloga, siempre “contra corriente”, llamada Magdalena del Amo Fernández.
Trabajaron juntos, hicieron programas de radio y televisión internacionales, publicaron libros durante muchos años y llegaron a constituirse en dos de las más altas autoridades en esa materia a nivel mundial.
Después de la muerte de él, ocurrida el 25 de octubre de 2019 a los 96 años de edad, ella se hizo llamar Magdalena del Amo Freixedo.
Mi hermano, Luis R. Varela, otro “loco” que conocí gracias a que él, falleció poco tiempo después, el 23 de junio de 2020, a los 82 años de edad.
Como dato curioso, unos cinco o seis años antes de la partida de ambos, Varela me llamó un día y me comentó “¿Sabes que Freixedo vive todavía? Lo llamé a su tierra, Galicia, y me preguntó por ti. Te voy a dar su número de teléfono para que lo llames. Él espera tu llamada”.
Así lo hice y recuerdo, navegando entre la bruma mental que me dejó la radioterapia contra el cáncer, que, entre otras cosas muy propias de él, me dijo: “Quique, no te mueras, que eso no está en nada”.
Estoy tratando de complacerlo, de hacerle caso, de seguir viviendo.
Entre la gente que uno encuentra a lo largo de una larga vida como la mía, es un desahogo conocer a un personaje como este, quien vivió 500 años por delante de su tiempo.
Saludos , que bonito leer estas lineas sobre nuestro amigo padre Salvador Freixedo y coicido que vivio mucho tiempo adelatado a su epoca , como he disfrutado este articulo de nuestros hermanos , Freixedo y Varela gran amigo y compañero de la juventud obrera cristiana , gracias por esta publicacion .
Me parece muy buena reseña tanto de. Freixedo como de. Varela. Gracias. Kike.
Un abrazote solidario
Muchas gracias por compartir esta historia de nuestro querido Padre Freixedo. Lo conocí siendo yo una niña cuando él construyó, con esos fuertes brazos frente a mi casa, en el barrio Canejas de Río Piedras, la casa de retiros de la Juventud Obrera Católica. Siempre recordaré su arduo trabajo y amor por lo que hacía. Líder de muchos trabajadores que en aquellos años 1960, 70 lo apoyaban en su tiempo libre en la construcción de los cuartos grandes, luego ocupados por literas, etc y su bonita Capilla, donde celebraba las Misas dominicales para que mi abuela, Juanita Guerrero, quien había donado el terreno a la Iglesia Católica, pudierar asistir caminando, a la Misa Dominical. Solamente puedo recordarlo con admiración, respeto y cariño. Sus homilías fueron muy influyentes en mis convicciones sobre justicia y libertad.
Bautizó a uno de mis hermanos más pequeños que nació en el 1966.
Años después lo encontramos, y apretándole la nariz, gracia que acostumbraba a hacerle a los niños como saludo, le dijo: hola, hereje. Todavía dudo en qué consistió ese Bautismo. Su excelente sentido del humor fueron para mí evidencia clara de su gran inteligencia .
La publicación del libro Mi Iglesia Duerme lo alejó de nosotros para siempre, no existía el internet. Pueden imaginar las consecuencias de ese título, en los sentimientos de mi abuela y mis tíos, todos católicos de derecha; menos mi querido padre que le sobrevive con 98 años de edad.
Gracias Monchito, Ramón Fuentes por compartir la publicación. Un abrazo.
Gracias !!! He disfrutado mucho este artículo pues Padre Freixedo fue para mi un ejemplo de lo que era un gran sacerdote pues representaba al Jesús Obrero . El construyó la JOC donde tuve el honor de escuchar sus plegarias todos los días de de madrugada . En el altar había una frase escrita EN CLAVOS EN LA MESA DE MADERA QUE era el altar
Y que es parte Imp en mi camino de fe : ES ESTE EL HIJO DEL CARPINTERO . En ese lugar aprendí mucho de una juventud obrera que gracias a Freixedo conocían al verdadero Jesús luchadores en pro de la justicia . Siempre doy gracias a Papá Dios por poner en mi camino a personas como Padre Freixedo al monseñor Parrilla el creador de las cooperativas en PR y a un joven Monchito que daba de su tiempo para seguir los objetivos de la Juventud Obrera JOC . Que bueno recordar a personas tan valiosas en nuestra generación . Que descansen en Paz . Yolanda Guerrero
Saludos afectuosos Don Quique, Aqui le envio saludos desde Texas junto a su amiga y compañera de estudios, mi mama Aurea Negron Collazo. No nos perdemos sus escritos, siempre los leemos. Yo aqui tomo nota de todo lo que usted publica, para preservarlo para las nuevas generaciones y seguir defendiendo nuestra historia, magnifica labor la que hace cada vez que nos cuenta cada una de estas historias. Aquí puede estar seguro que todo esto será defendido y preservado por décadas por venir.
Muy buen articulo, no me pierdo sus articulos, siempre los guardo para futura referencia, muy interesantes todos ellos. Gracias por preservar todas esas historia y compartirlas. Don Quique le envio saludos mios y de mi mama Aurea Negron desde Texas, muchas bendiciones a todos por alla.
Estimado Quique Ayoroa Santaliz, la vida me ha premiado con conocer a personas como usted, llenas de conocimiento y luz, dónde hemos compartido momentos felices y duraderos que son imborrables. Soy amiga de su hija Coco, y siendo estudiantes universitarios fui a su casa a compartir con fu familia una bella etapa de mi vida, y también a acompañarlos en la partida terrenal del Príncipe de su hogar. Han pasado muchos años, nunca le olvido. Y me encantan sus historias, que aunque se lean en cien años de plasmadas, nos remitan a épocas gloriosas de los de nuestro terruño. Soy su fan #1 y doy gracias a Dios y a la Vida por sus escritos. Bendiciones y que continúen las letras fluyendo por su habilidosa mano para continuar validando nuestro patrimonio cultural.