El doctor Giordano San Antonio Mendoza, quien ejerció muchos años en Ponce como cirujano maxilofacial, fue mi estrecho amigo desde que cursamos juntos el séptimo grado de escuela en el Colegio San Antonio de Isabela, nuestro pueblo natal, hasta su fallecimiento en Ponce, ciudad adoptiva de ambos por más de 50 años, el 27 de julio de 2021.
Junior, a quien así llamábamos, fue siempre miembro del Partido Popular Democrático, al igual que toda su familia. Y quien hoy les escribe, independentista desde que nací.
Estas diferencias ideológicas y partidistas nunca fueron obstáculo en nuestra amistad. Mis tres hijos siempre le llamaron Tío Yún y sus hijos aún me llaman Tío Quique.
Rara vez hablábamos sobre temas político partidistas. Por eso, me sorprendió cuando un día del año 1988 me llamó telefónicamente y me preguntó a boca de jarro: “¿Qué tú pensarías sobre Churumba como candidato a alcalde para Ponce?”
Él sabía que yo era amigo de Churumba por más de 20 años y que frecuentemente nos relacionábamos, sobre todo, en actividades deportivas como las Justas Intercolegiales de pista y campo y en fiestas en la casita de campo de Jaime Yordán Conesa en Maragüez, junto al río.
Ante una pregunta tan súbita e inesperada, le contesté mi verdad del momento.
Intento serle fiel a mi recuerdo: “Me parece un candidato malísimo, es una locura de quien lo haya propuesto como opción”.
Al día siguiente, a primera hora en la mañana, antes de irme al trabajo, sonó el timbre del teléfono en nuestro hogar, levanté el auricular y del otro lado una voz enojada me dijo de manera cortante: “Soy Churumba. ¿Es verdad que tú le dijiste a San Antonio que yo sería un candidato ‘malísimo’ para alcalde de Ponce?”.
Le contesté que sí, que era verdad.
– “¿Por qué yo sería un candidato malísimo?”, me ripostó.
El grado de confianza y de afecto que había entre nosotros me permitió contestarle con toda sinceridad, si bien tratando de endulzar un poco mi respuesta entre broma y seriedad, más o menos con palabras similares a estas:
“Churu, porque tú eres bajito, flaco y feo. Porque no dominas la expresión oral.
Porque eres un mal debatiente y, sobre todo, porque tu pasado díscolo de borracheras juveniles y sus consecuencias todavía hoy son para muchos motivo de chanzas y risas en la ciudad. Tu juventud traviesa todavía hoy está posada sobre ti como una nube ominosa. La gente todavía se ríe de tus jocosas acciones disparatadas”.
Me escuchaba en silencio sin interrumpirme, lo que fue una buena señal
que no capté en el momento, y debí captarla. El viejo Churumba habría reaccionado virulentamente ante mis palabras.
Aproveché el silencio del otro extremo de la línea y continué diciendo:
“Una cosa es un candidato a un puesto público y otra cosa es el incumbente como tal; una cosa es un candidato a alcalde y otra un alcalde en funciones, en ejercicio de su cargo”.
“Yo te puedo señalar personas que fueron extraordinarios candidatos, por lo que ganaron ampliamente la elección y que luego fueron pésimos incumbentes.
Así como a mi juicio eres muy mal candidato, tienes, sin embargo, los mejores atributos que pueden hacer de ti un buen alcalde de Ponce: eres un hombre muy valiente, una persona limpia, honesta y, sobre todo, amas a la ciudad de Ponce con amor pasional, nadie la ama más que tú, y el amor hace milagros.”
Transcurrido un tiempo la realidad demostró que yo estaba equivocado con mi percepción de él como candidato. Fue electo alcalde de Ponce. Me volvió a llamar y esta vez me pidió que le ayudara a escribir el discurso para el acto de toma de posesión del cargo, a lo que accedí gustosamente.
Desde que Churumba asumió el poder se rodeó de un robusto cuerpo de asistentes, también movidos, como él, por un profundo amor a la ciudad.
De inmediato tuvo que comenzar a defender a Ponce diariamente, en la calle, los medios de comunicación y prontamente en los tribunales, de los ataques continuos y con saña del entonces electo gobernador Pedro Rosselló González. Especialmente, los ataques hechos por aquel contra las leyes y convenios del Plan Ponce en Marcha, para la restauración y el desarrollo de la ciudad, muy maltrecha a partir de la quiebra del complejo petroquímico, en cuya frágil canasta Ponce había depositado todos los huevos.
Siempre percibí, y aún lo creo, que en aquel manifiesto y desmesurado rencor del gobernador Rosselló contra Ponce y su gente había algo personal que iba mucho más allá de lo estrictamente político. El tiempo transcurrido desde entonces todavía no ha manifestado las causas del rencor irracional contra Ponce de este gobernador
con raíces ponceñas, pero más tarde o más temprano, el tiempo que no perdona, lo dirá. Todavía hay muchas cosas que aclarar ante el juicio de la historia, al que es muy difícil escapar.
Hago aquí un corte cinematográfico y enfoco las cámaras hacia otro recio guerrero tan enamorado de la ciudad como Churumba y tan aguerrido como él.
Orgulloso de su ascendencia vasca por su apellido paterno, y quien exhibía en su conducta las características de severa combatividad que caracterizan
a esa venerable raza, no sabía de diplomacia, ni tenía reversa en su palanca de cambios.
Médico de familia de profesión, el doctor Luis Irizarry Pérez fue polifacético en su actividad social, atleta campeón en el evento de salto a lo alto en su juventud, enamorado de los árboles y por ello creador y presidente de la Comisión de Reforestación y Ornato de Ponce.
Él y este servidor vivíamos en la misma calle en la urbanización La Rambla de Ponce, a breves casas de distancia el uno del otro.
Bajo fuego granado del adversario, un día caminó hasta mi casa, lanza en ristre y me dijo “hay que convocar al pueblo, hay que organizarlo, hay que dar la batalla. ¿Puedo contar contigo?”.
Luego, muchas veces me dijo y así lo escribió en sus memorias, que yo le contesté: “Doctor, en esto me voy con usted ‘hasta el zoco del medio’”.
Esta es una frase campesina que a él le resultó jocosa, y todas las veces que me la recordó lo hizo riendo.
Se convocó a reunión en el Centro de Convenciones El Señorial, frente al correo del barrio Pámpanos de Ponce y el pueblo se desbordó en asistencia.
Una de las cosas importantes que ocurrió allí, aquella noche, fue que Churumba, ya como alcalde, llegó hasta las inmediaciones del local donde se iba a llevar a cabo la reunión y desde allí envió un emisario a preguntar si él podía asistir, si podía entrar al local.
Como fruto de un rápido “caucus “entre los convocantes a la reunión, se le contestó que no, que no queríamos políticos activos en esa reunión, que era una iniciativa exclusivamente de pueblo.
Él entendió, acató de inmediato y se retiró con su gente.
Allí, aquel 11 de junio de 1993, quedó constituida la Organización para la defensa de Ponce que el fenecido compañero Rigguín Dapena luego bautizó como Ponceños De Verdad, con el entendido de que es ponceño de verdad el que defiende la ciudad de una agresión externa, aunque no haya nacido en ella, y que no lo es aquel que no la defiende, aun habiendo nacido en ella.
Aquel médico combativo, pertinaz, poco diplomático en su actuar, sincero hasta el carrete, creador y padre de nuestra organización, tiene su nombre escrito en letras doradas en la historia de Ponce, por sus múltiples aportaciones a la ciudad .
Churumba siempre tuvo muy claro que ambas instituciones, el Gobierno Municipal y la organización cívica, defendíamos y reclamábamos para Ponce lo mismo, pero por dos distintas carrileras. Jamás él falló a ese postulado.
Esa fue clave de triunfo -sobre todo junto a la exitosa lucha judicial que llevó a cabo el bufete de los licenciados César Hernández Colón y Aracelis Vidal para salvar lo que se pudo salvar de los furiosos ataques del gobernador Rosselló González.
Rafael “Churumba” Cordero Santiago fue un alcalde paradigmático muy difícil de superar.
Como olvidar a mi padre y a ustedes defensores aserrimos de Ponce! Nunca se me olvida ese evento y las veces que Churumba lo llamaba para limar diferencias. Ambos fueron poceñistas de corazón y de acción . Gracias por esa reflexión.
Tremendo escrito. Hermano de mi alma.
También dudaba!! Comencé a trabajar con él en el 1982 cuando vino a Ponce como Delegado Presidencial de Rafael Hernández Colon. Nos prestó la oficina Don Jossy Dapena en la Alhambra y comenzamos a reorganizar el PPD en Ponce. Siempre me decía que no correría para un puesto político pues su vida privada era muy importante. Fue tanto su amor por Ponce que dejó todo por su ciudad natal. Dejó su (medallita) y la fiesta y dió la vida por su Ponce querido. Escogió su equipo de trabajo sin importar su ideología pero conocedores en su campo y deseosos por echar a Ponce pa’lante. Dejó huellas muy profundas y siempre será recordado como El Leon Mayor!! ¡Que orgullo el haber sido parte de su equipo!