“Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara”,
Michel de la Fontaine
A la memoria de mis queridos amigos, Wito Morales y Sergio Negrón Collazo.
Para el tiempo en que llegué a Ponce, hacía años que vivía en la ciudad un cantante que había nacido en Aguadilla en el año 1915, había hecho aquí su vida de adulto, con esporádicas estadías en la ciudad de Nueva York, por lo que se creía que era ponceño de nacimiento.
Lo vi personalmente solo en una ocasión y me tuvo aura de tanguero. Sin embargo, realmente era un excelente bolerista, con una voz preciosa que sabía modular muy bien y con inimitable sentimiento.
También era un hombre correcto, un caballero, hecho que me confirma mi muy querido amigo Eliseo Borrero, hoy de 103 años de edad, quien además de ser administrador de hospitales, siempre ha vivido cerca de los artistas ponceños, porque él también lo es de más de un modo: locutor, compositor, medio hermano por la vía paterna de “Los Hermanos Luna” y padre de un bajista del mismo nombre, de reconocimiento internacional.
Varias veces escuché a este bolerista cantar en vivo a través de la radio ponceña, sobre todo, en programas en los que eran productores y animadores Sergio Negrón y Wito Morales.
Creo recordar que uno de aquellos programas semanales, los viernes por la noche durante la temporada de béisbol, se llamaba El León Estrella de la Semana, que “se hacía desde la calle, en barras y restaurantes”.
El cantante en cuestión se llamaba Armando Ríos Araújo, nombre que también tiene carisma.
De conformidad con el censo poblacional del año 1940 vivía en Ponce, en la calle Cistina 35. El 12 de junio de 1939 contrajo matrimonio con la ponceña Ana María Rivera Roig, quien al momento del casamiento era madre de un niño pequeño, llamado Amauri.
Su modus vivendi era su condición de cantante, aunque ocasionalmente tuvo otros trabajos temporales.
Me llamó mucho la atención el hecho de que en sus actuaciones públicas se le presentaba con el mote poco común de “quien mejor canta la canción Pobre Gitana de Rafael Hernández”. Hasta hace muy poco tiempo, no supe a qué obedecía aquel mote poco usual, pero hoy sabrán por qué.
También fue cantante de varias de las mejores orquestas de Puerto Rico y Nueva York en su tiempo. En primera instancia, cuando nuestras orquestas comenzaron a incorporar cantantes -que en sus comienzos no los tenían- se unió a “la puertorriqueñísima”, así llamada por todos, Orquesta del Maestro Carmelo Díaz Soler.
En su ciudad adoptiva, fue cantante de las reputadas orquestas Snow White y Casino de Ponce.
En la ciudad de Nueva York grabó con la orquesta del muy famoso músico y director cubano René Tousset, posteriormente con su tocayo arecibeño Armando Vega y su Trío Tropical; más tuvo una agrupación propia llamada El Conjunto América.
A propósito de la mención marginal que acabo de hacer a la orquesta del cubano Tousset, recuerdo, por asociación de ideas, a la orquesta del también cubano en Nueva York, Eliseo Grenett, de la que formó parte el trompetista puertorriqueño Miguelito Miranda.
Aquella orquesta tuvo por aquellos años a un bolerista muy apuesto, con voz de barítono, que en sus presentaciones vestía de frac y se hacía llamar George, oriundo de Guanajuato, México.
Aquel cantante no era otro que -quien tiempo después llegó a ser- el más famoso charro del cine mexicano, Jorge Negrete, quien, dicho sea de paso, visitó la ciudad de Ponce en el mes de octubre del año 1944.
Armando Ríos Araújo falleció en Ponce, el 19 de agosto de 1971, y está sepultado en el Camposanto El Yeso.
Nunca conocí una explicación razonable para el slogan promocional de “quien mejor canta Pobre Gitana, de Rafael Hernández”.
Sobre esa canción conocía un incidente muy impresionante del que he escrito más de una vez, en más de un medio, y que tiene que ver de un modo con un pariente de mi familia, el licenciado Vicente Geigel Polanco, y su señora esposa, Ana Lanuza.
Ambos, sobre todo ella, quien tenía grandes facultades espíritas, se encargaban de “La Casa de las Almas, Gran Logia Espiritual Número Uno”, un centro de espiritismo científico ubicado en la calle Antonsanti de Santurce.
En una ocasión en que el amigo de ambos, el compositor Rafael Hernández, se encontraba en ese Centro Espírita con ellos, el alma de una gitanita “tomó posesión psíquica de doña Ana y a través de ella le narró a Rafael Hernández, a modo de una queja personal, los sufrimientos de su vida por ser gitana”, lo que significó para todos los efectos prácticos, que en esa vivencia fue dictada la letra de la canción Pobre Gitana.
Una vez realizada la partitura musical, Rafael Hernández escribió en ella: “A Vicente Geigel Polanco y a Ana Lanuza, por lo que ocurrió en La Casa de las Almas”.
Esto lo supe en el entorno familiar desde que era muy joven. Además, lo ratifica públicamente el periodista, entonces retirado, Teófilo Villavicencio, en una de las crónicas retro que escribió para El Nuevo Día, a manera de memorias.
No conocía hasta hace muy poco tiempo, sin embargo, la segunda parte de esta historia.
La acabo de conocer gracias a un trabajo que está en las redes, escrito por el CPA José A. Crespo, miembro de la institución, titulado “La Musa de Rafael Hernández”, donde se ratifica lo que he descrito hasta ahora.
Añade que el maestro Carmelo Díaz Soler también era un estudioso serio del espiritismo científico y que tenía por costumbre llevar su orquesta a la Casa de las Ánimas, el Día de las Madres, cada año, para tocar y cantarle a ellas.
Crespo redondea su artículo escribiendo: “Se ha comentado que don Rafael le entregó a Carmelo la partitura de Pobre Gitana para su orquestación y este la grabó con la voz del cantante Armando Ríos Araújo.
¡Albricias! Aquí está la explicación que he buscado por años.
Además, la grabación fue un éxito extraordinario. Todavía hoy emociona la autenticidad del relato de su vida, víctima del prejuicio y del maltrato que la gitanilla presuntamente le hizo a Rafael desde ultratumba por la mediación espírita de doña Ana Lanuza, y que el elegante y sereno bolerista, quien recorría las aceras de Ponce con aura de tanguero, hizo suya hasta hoy, más allá de su muerte.
Me alegra sobre manera que La Perla haya regresado y, especialmente las columnas del querido Quique Ayoroa Santaliz.
Había oído mencionar al Sr. Armando Ríos Araujo, pero la primera versión que escuché de «Pobre gitana» fue la de Chucho Avellanet y luego la de Danny Rivera.
Tuve el gran honor de cantar (al menos lo intenté) en la despedida como maestra de «Seminario de grupos especiales» de Carmen Lugo Filippi, convertida luego en una de nuestras grandes escritoras y casada con otro de nuestros grandes escritores, Pedro Soto Arriví. Éste fue padre de Carlos Soto, uno de nuestros jóvenes asesinados en el Cerro Maravilla.
Quique, como de costumbre, has plasmado un escrito magistral sobre una de las más bellas composiciones del Jibarito. De niño, nuestros viajes a la Capital los «amenizaba» mi idolatrado viejo con tangos de las películas de Gardel y canciones de Rafael Hernández y Pedro Flores que aún guardo en mi memoria y mi corazón. Pobre Gitana fue siempre una de mis predilectas. En adelante, será un himno para mí. Gracias.
Mi admiración profunda a mi cuñado Quique Ayoroa , escribe sabroso , me deleito leyendo sus libros y sus artículos !
Esto es de tus exquisitos escrito. Que tremenda investigacion. Te admiro y te quiero. Eres un ser extraordinario.