“Los gestos del payaso tienen una dignidad sacramental”.
Peter Ludwig Berger
A la memoria de Sergio Negrón Collazo y de Mundito Disdier Álvarez.
Siento mucho respeto y valoración por la figura del payaso. Para mí, es símbolo de inocencia, ternura y sano humor, sobre todo para los niños.
Sin embargo, se piensa que tras su máscara realmente hay tristeza y dolor. Es una creencia generalizada.
A mi mejor entender, una de las figuras cuya vida más contribuyó a la propalación de este estereotipo fue la del famoso actor suicida inglés, David Garrik (1717-1779), cuya vida trágica inspiró el poema titulado “Reír Llorando”, del poeta mexicano Juan de Dios Peza:
“¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque, en los seres que el dolor devora, el alma gime cuando el rostro ríe!”
Recientemente, mediante la lectura que hice en las redes de un escrito de un señor llamado Javier Padilla, bajo el epígrafe de “Letras Libres”, del 8 de enero de 2020, me enteré que: “El payaso Marcelino Orbés, nació en Jaca, Huesca, en 1873, y se suicidó en 1927, en el Hotel Mansfield de Manhattan, tras una vida estelar y trágica que sirvió de inspiración a Chaplin para su película Candilejas”.
Confieso que hasta esta aportación de Padilla, desconocía de la existencia de este payaso español que alegadamente fue inspiración para el probablemente más genial de todos, Chaplin, en su personaje de Calvero, en su película Candilejas.
Dos artistas, amigos queridos, que vivían con ese sentimiento pesaroso, fueron el ingenioso presentador radial de música, el ponceño Sergio Negrón Collazo, quien imbuido en ello, tenía una voluminosa colección de figuras de payasos realizadas en todas las expresiones o manifestaciones artísticas existentes, sobre todo, en lienzos, madera y en cerámica.
Como Garrik, Sergio nos hacía reír con sus ocurrencias y disfrutar cada mañana a través de la radio, mientras que, en su perenne depresión, se fue apagando como un cirio, hasta que lo perdimos definitivamente.
Una gran pena, porque era genial en lo suyo y era un excelente ser humano y amigo.
Otro artista amigo que siempre vivió la misma experiencia, la consagró en una famosa canción, que no por casualidad, resultaba ser una favorita de Sergio:
“Ser feliz, nunca he podido ser, ser feliz en realidad, porque dentro de mi propio ser soy muy triste es la verdad. Y aunque trato de ocultar mi faz tras el manto donde nadie ve, aunque trato de reír y amar, no es verdad. Finjo, finjo todo lo que soy para al mundo hacer gozar, mientras cubro mi desilusión con esta felicidad, que es la máscara que uso yo sin saber que es un error pretender lo que se quiere ser, sin ser.”
Ese autorretrato que hace Mundito Disdier en su exitoso bolero titulado Máscara, no puede ser más elocuente.
Doy fe de que así eran Sergio y él en su cotidianidad. Los conocí muy bien.
Hay un payaso puertorriqueño cuya vida pública vengo siguiendo a intervalos desde el año 1985, año en que comenzó a hacer el programa Chiquimundo, intercambiando con Colorina y Cascabel, que interpretaban Minerva Carbajal y Víctor Birriel.
No tengo el honor de conocerle personalmente. Nunca he estado junto a él, nunca hemos sostenido una conversación, siquiera muy breve.
Por ende, no puedo decir cómo es él, como me gustaría, porque no lo sé.
Ahora bien, sí puedo decir cómo él se proyecta como payaso en la televisión, que es donde siempre lo veo.
Al Payaso Remi lo encarna José Vega Santana, un artista polifacético y bueno en cada una de sus facetas.
Es maestro, con diploma de Bachillerato con especialidad en Sicología de la Universidad Interamericana, y Diplomado de la Escuela de Artes Plásticas. También actor teatral de amplia experiencia, músico, saxofonista, guitarrista, compositor, en ocasiones en colaboración con el maestro Pedro Rivera Toledo, cantante premiado en el Festival OTTI, bailarín que formó parte de la Compañía de Teatro de María Teresa Miranda y pintor graduado de la Escuela de Artes Plásticas.
Y en recurrentes intercambios artísticos con maestros de la plástica, como Juan A. Rosado, en su taller en su amado barrio de Puerta de Tierra, los ponceños Fano Irizarry y Toño Torres Martinó, Homar, Tufiño, Tony Maldonado y Luis Cajigas.
Es un payaso educador, que se dirige a los niños con seriedad, con respeto, les enseña historia, literatura, valores, a cantar canciones edificantes y a pintar.
En este sentido me recuerda a “Pacheco“, Joaquín Monserrat, también conductor de programas televisivos dirigidos a los niños, vistiendo un característico elegante, sombrero de pra prá, quien se dirigía a los niños llamándolos “Usted”, de manera respetuosa, circunspecta y edificante.
No estoy haciendo con esto, quiero que quede muy claro, un juicio valorativo o preferencial. Simplemente, estoy acentuando una diferencia básica entre los arquetípicos payasos depresivos, tristes, y los que se proyectan contenidos, con gusto de vivir.
El Payaso Remi nació, se crió, fue a las escuelas primarias y en general conserva una cercana lealtad emocional con su barrio Puerta de Tierra.
Su mamá fue una conocida actriz en las Producciones Tommy Muñiz (Doña Agripina en La Criada Malcriada) y cantante de orquestas con una bonita voz coloratura, con el nombre de pila de Agustina Santana y el nombre artístico de “Googie” Santana.
Su padre, abuelo materno de Remi, es José “Pepe” Santana, estrella durante los comienzos de nuestro béisbol en los años veinte y en el béisbol estadounidense con los Cardenales de las Ligas Negras, exaltado a nuestro Pabellón de la Fama, en justo reconocimiento, en el año 1952.
Lo que más valoro, agradezco y quiero resaltar de este payaso educador son sus campañas a favor de la preservación del ambiente, con la que logró, en un caso, que se sembraran cientos, sino miles, de árboles desde San Juan hasta Mayagüez.
El Payaso Remi, como su país, como todo ser humano, no ha estado exento de infortunios.
El huracán María, por un lado, le destrozó todos sus recuerdos tangibles: fotos, vídeos, cuadros, afiches, equipos electrónicos, premios y, lo que le dolió más, cartas que le enviaron los niños a lo largo de los años. Es fácil adivinar lo que esto ha significado para él, un alma sensible.
En otro momento me enteré a través de la prensa escrita que el Covid 19 le afectó la memoria. No sé cuán grave haya sido este daño.
Es inconcebible que esto le ocurra a un ser humano de sus méritos, virtudes y principios, mejor amigo de los niños. La vida puede ser muy cruel en ocasiones y en este caso lo ha sido en modo superlativo.
Remi, ¡gracias por lo que haces por nuestros niños!