“El deporte tiene el poder de cambiar el mundo”.
Nelson Mandela
Al profesor ponceño Ángel David Lahoz Arroyo, quién aún hoy continúa dando su ejemplar batalla contra esta avalancha de comercialización del deporte.
Los creadores de los Juegos Olímpicos de la modernidad eran fundamentalmente unos educadores, unos pedagogos, que concebían el deporte como un recurso educativo y que previeron sabiamente la peligrosidad de comercializar esa actividad.
Cuestionado por la prensa de la época sobre el por qué del amateurismo y del consiguiente juramento de esa condición de amateur, el que se reconoce como padre de esos juegos, el barón Pierre de Coubertain, dijo esta lapidaria frase, que además fue una profecía: “Porque el dinero, a la larga, termina por podrirlo todo”.
Porque si pierden su condición de “juego” se desnaturalizan y, como tal, se corrompen y eventualmente mueren.
El juramento original de aficionismo, que redactó personalmente el barón de Coubertain, fue cambiando al paso de los años hasta que quedó completamente abolido, fusionando, para empezar, a los atletas profesionales con los aficionados en una misma competencia.
Hoy frecuentemente se hace burla, con sarcasmo, de la condición de atleta “aficionado”, tras lo cual evidentemente se materializó la centenaria profecía de Coubertain. Hoy es un espectáculo, una bachata que genera cantidades impensables de dinero.
Y a lo largo del tiempo, las grandes mayorías de la humanidad se fueron convenciendo de la conveniencia de que no existiesen divisiones entre profesionales y aficionados, ni cortapisas a la comercialización, y se generalizó la práctica, en principio, de manera trampeada, y en términos de Puerto Rico, hace como 40 años hizo crisis en el baloncesto de Ponce, con un escándalo que llegó hasta los tribunales, involucrando incluso a un abogado que más adelante fue juez federal.
El Departamento de Justicia de Puerto Rico envió a Ponce a una fiscal especial, llamada Irma Alicia Rodríguez, para investigar el escándalo a fondo y a tomar declaraciones juradas escritas. La conocí por aquel entonces mientras llevaba a cabo su trabajo.
A nivel mundial, solo faltaba que una institución o figura de autoridad y resonancia proveyera el cambio deseado a la base teórica o “filosófica”.
Esa figura fue un presidente de la UNESCO, quien pronunció un histórico discurso en el que fundamentalmente decía que si un artista -pintor, escultor, compositor, cineasta, o actor- podía cobrar millones de dólares o euros por su arte … ¿por qué no podía hacerlo un atleta?
Aquel discurso demagógico, pero impactante, rompió el dique contenedor y por ahí se fueron todos los que solo esperaban por una justificación teórica.
Nadie llamó su atención al hecho de que aquella sobrevaloración de las obras de arte también había corrompido el arte. Sencillamente, se hizo oído sordo al asunto.
Hoy suena absurdo al oído común afirmar que el deporte es un recurso educativo.
Aun así, de todos los que en Puerto Rico llamamos la atención en público sobre aquella peligrosa avalancha de millones que nos caía encima a nivel mundial, hay uno que ha perseverado consecuentemente en el estudio del tema, con serias aportaciones escritas en revistas internacionales especializadas, hasta el punto de convertirse en un referente internacional del tópico.
Ese es el ponceño Ángel David Lahoz Arroyo, profesor en la escuela elemental Librado Net Pérez de Ponce.
Toda su vida ha sido maestro de educación física para niñas y niños en la escuela elemental, tanto en Ponce, su ciudad natal, como en la ciudad de Houston, Texas, donde lo hizo por cerca de 20 años. Ese ha sido su laboratorio, en el que le ha mantenido al deporte su virtud de “juego”, con todos sus valores educativos humanos.
“Lo importante no es ganar, si no competir”.
¡Que mucho irrita a mucha gente esta frase educativa de los padres del olimpismo moderno! Frase que también es connatural con el método educativo de la doctora María Montessori.
David tiene en imprenta un libro cuidadosamente elaborado, titulado Pedagogía de juego liberadora y subtitulado Educación física y pedagogía deportiva en clave decolonial. El mismo ha sido editado por Mariana Editores y cuenta con prólogo de la doctora Anaida Pascual Morán y epílogo del doctor Agustín Laó Montes: una obra que va a ser un hito en la materia a nivel internacional entre los especialistas.
Así lo pronostico, porque lo conozco bien. He sido testigo personal de su desarrollo y crecimiento, pausado, bien meditado y redactado, fruto de una “sosegada perseverancia“ con sus estudiantes.
Así que mientras afuera el fárrago de la “vida loca” sigue discurriendo, en una escuelita elemental de la urbanización San Antonio de Ponce hay un consecuente estudioso meditando, experimentando y divulgando.
Lo peor de todo con este problema que aquí señalo es que esa descomunal comercialización del deporte se lleva a cabo con el beneplácito de la absoluta mayoría de la humanidad.
El adversario es un Goliat.
Tanto así, que anticipo, porque ya me ha ocurrido antes, que de entre los lectores de esta columna va a surgir una cantidad de reacciones airadas contra lo que aquí afirmo.
En fin, ¡que siga la jauja!
Compárese lo que gana cualquier estrella de cualquier deporte, por ejemplo, con lo que se le da como premio en metálico a cada recipiente del Premio Nobel de Medicina.
Compárese también la suma con la que cuenta la lucha contra el cáncer con la suma de salarios de los componentes de cualquier equipo de primer orden, de cualquier deporte.
“Yo me muero como viví”, como pregona el cantor Silvio Rodríguez.