Porque no engraso los ejes
me llaman abandonao,
si a mí me gusta que suenen
pa‘ qué los quiero engrasaos.
–Atahualpa Yupanqui
A la memoria del compai Celedonio, jornalero en la finca de nuestro padre en el barrio Bejucos de Isabela y compadre suyo, con el agradecimiento familiar.
El oficio de carretero es aburrido, dado la soledad y silencio en que se trabaja.
Héctor Roberto Chavero Aramburu, mejor conocido por el nombre de Atahualpa Yupanqui -que en lengua quechua quiere decir “persona que viene de lejanas tierras para contar algo”- lo explica del modo que sigue:
“Es demasiado aburrido seguir y seguir la huella, andar y andar los caminos sin nada que te entretenga“.
Por ello, prefiere el ronroneo de los ejes de su carreta sin engrasar, al aturdidor silencio de sus calladas faenas.
Sospecho que esa soledad y silencio prolongado, el canto de las aves al romper el alba y, en el caso de Puerto Rico, la ductilidad sonora de nuestro “le lo lai”, indujeron
a nuestro carretero a improvisar rudimentarias melodías e irlas mascullando por sus caminos. Incluso, sobre la marcha de su brega, creó un género que en tiempo de España se le llamó “las cadenas”.
Don Jesús Sánchez Erazo, el inolvidable Chuito el de Bayamón que nació justo el primer año del Siglo XX y quien fue carretero en su juventud, frecuentemente incluía en sus cantatas una rememoración de aquellas “cadenas”. La misma expresa:
“Estas son las cadenas del tiempo España, cantan los carreteros en las montañas”.
En una de sus canciones -a nuestro juicio, de las de más alto nivel artístico,
exquisitamente arreglada para coro por el maestro Augusto Rodríguez- Rafael Hernández pinta con luz y colores esta melodiosa acuarela:
“Amanece, amanece. Ya se escucha de los jilgueros la alegre diana, el rocío se va secando sobre la grama, las flores van despertando y por los campos los carreteros se oyen cantando, cantando así: “Lo Le lo lai, lo, le lai’ lo.”
Puntualizo el recurso del “lo le lo lai “ como canto de nuestros carreteros.
El mayagüezano Roberto Lafayette Cole Vázquez -hijo de don Frank Cole, uno de los soldados estadounidenses de las tropas invasoras de Puerto Rico en la División de comunicaciones, y de la boricua Belisa Vázquez, hija de un gran cuatrista y ella a su vez maestra de cuatro y de guitarra- dice en su Canción de la Serranía, la que regrabó muy exitosamente Tony Croatto:
“Canción de los carreteros, se escucha en la lejanía, allá por la serranía donde vive mi lucero, allá por la serranía donde vive mi ilusión”.
El maestro Augusto Rodríguez llevó con gran orquesta y con su inmortal Coro de la Universidad de Puerto Rico (UPR) el “le lo lai” de nuestros carreteros a las prestigiosas universidades estadounidenses de Harvard, Yale, Brooklyn School of Music,
MIT y Princeton; así como a altas salas de música del Carnegie Hall, Lincoln Center, Sanders Theatre y Unión Panamericana. Asimismo, a templos cristianos de alta tradición musical, como Trinity Church y National Cathedral.
En algunas de aquellas presentaciones, uno de los solistas del coro fue nuestro siempre recordado Tito Lara, quien para aquel tiempo era estudiante en la UPR en Río Piedras.
También llevó el “le lo lai” de nuestros carreteros a España, Perú, Chile, Colombia, Venezuela, Panamá, Haití y la República Dominicana.
Esta, de los carreteros, es una situación generalizada en nuestros países hispanoamericanos, y probablemente en el mundo entero, aunque no puedo afirmarlo categóricamente.
Para abundar, uno de los cantores cuya obra más le gustaba a mi madre, mi adorada doña Cambu, era el creador de la guajira de salón Guillermo Portabales, quien nos enternecía cantando a través del llamado “radio de los boleros” de mamá. El otro, el “radio de las noticias“, era el de nuestro papá.
“Ay, por el camino del sitio mío un carretero alegre pasó; en su tonada que es muy guajira y muy sentida, alegre cantó. Me voy al transbordador a descargar la carreta, para llegar a la meta de mi ‘penosa’ labor”.
Yupanqui le llama “aburrida“ a la tarea del carretero. Portabales le llama “penosa”. Pero el carretero, en general, no cabe dudas que también hizo un buen uso marginal de aquel silencio que le imponía su trabajo para legarnos su canción.
En dos fugaces visitas turísticas que he realizado a la República de Costa Rica, conocí que allí se valora tanto la típica carreta de vivos y lustrosos diseños y colores, que se le tiene por una de sus más exquisitas artesanías, con varios talleres de elaboración en la capital y sus cercanías. Además, como uno de sus símbolos nacionales.
Hablando de música, carretas y carreteros compositores y cantantes, recién ocurrió en Puerto Rico un fenómeno muy interesante.
La obra de teatro probablemente más importante de nuestra dramaturgia es la titulada La Carreta, del arecibeño René Marqués. Surgió en el primer lustro de la década de 1950 y desde entonces se pierde en la memoria las veces que ha sido escenificada, con la primera actriz Lucy Boscana -qepd- en el papel protagónico de doña Gabriela.
Transcurridos más de 60 años de frecuentes representaciones en teatro hablado,
el muy polifacético Gil René Rodríguez, uno de los artistas más completos que tiene Puerto Rico -es actor, director teatral y musical, compositor, coreógrafo, bailarín, cantante, escritor, productor y maestro de esos renglones artísticos- convirtió en un “musical” este clásico, a base de música típica, bolero, plena y swing, con la participación de la talentosa actriz Sully Díaz en el papel de la legendaria doña Gabriela.
La acompañó una orquesta de 15 músicos, con arreglos y dirección del maestro Ricardo Pons.
Nuevos cantos de carreteros suben a un escenario de un modo que René Marqués probablemente nunca imaginó.
“Lo le lo lai”.
Super amigo Quike Ayoroa Mil abrazos