“Ser útil para el mundo es la única forma de ser feliz”.
Hans Christian Andersen, padre de la literatura infantil.
A mi nieta, Marianita Rocío Concepción Molina, y a mi bisnieta, Valeria Valentina Adams Núñez, ambas de cinco años de edad, con todo mi amor.
Mientras mayoritariamente la ciudad y el país se desperdician en actividades triviales, al mismo tiempo, en la misma geografía, se levantan cúspides en las que se realiza obra imperecedera. Muchas veces, sin que la ciudad y el país se enteren.
Los más, están abstraídos en sus modos “fresita”, como dice la juventud de hoy. Después de todo, creo que, aunque con diversos matices, en toda época ha sido y es así, universalmente.
En la ciudad de Ponce, concretamente, mientras la inmensa mayoría de sus habitantes viven ahogados en sus realidades, una ponceña por filiación de amor lleva años creando, pacientemente, día por día, una obra literaria inmortal para la niñez.
Y lo hace desde una espaciosa y bien ventilada casa de madera, techada de zinc, con balcones románticos, que más bien son terrazas, en un precioso y bien arbolado terreno suburbano, levantada a pasos de un árbol de flamboyán que no floreció amarillo como se esperaba.
Desde ya tiene los méritos como para que se le otorgue el premio internacional Hans Christian Andersen, equivalente al Nobel para la literatura infantil, que se otorga cada dos años en Dinamarca y que un día se le va a otorgar a ella, para gloria de Ponce y de Puerto Rico. Lo presagio.
Georgina Lázaro León, quien es la protagonista de esta hazaña que voy a tratar de relatar abreviadamente, dada su extensión, nació en San Juan, se crió en Miramar, estudió en el Colegio de La Inmaculada en Santurce e hizo un bachillerato en Ciencias con concentración en Educación en la UPR de Río Piedras. En 2013 hizo una Maestría en la Universidad de Huelva, en España, para la que realizó una investigación en el centro de tutorías Faro de Esperanzas en el Residencial Arístides Chavier de Ponce.
Vino a vivir a Ponce hace más de 50 años y, como tantos, quedó prendada de la ciudad para siempre.
Recién llegada a Ponce, fue maestra de Biología en la Escuela Superior de la Academia Cristo Rey.
Georgina tiene más de 100 publicaciones, que incluyen cuentos, nanas, poemas, traducciones y ensayos, en inglés y en español, divulgadas a través de editoriales nacionales e internacionales tan prestigiosas como Harper Collins, Rocket Learning, Lectorum, Ediciones Everest, Alfaguara, Santillana USA, McGrau Hill, Ediciones SM, Aparicio Publishing, Ediciones Huracán y la Editorial de nuestro Instituto de Cultura, entre otros.
A título personal, lo más que me gustan de sus cuentos, de corte biográfico, son los de la colección llamada Cuando los grandes eran pequeños: libros en los que relata la niñez de Pablo Neruda -libro que es lectura obligatoria en la escuela elemental en el currículo escolar de Chile- al igual que de Gabriela Mistral, Julia de Burgos, José De Diego, Federico García Lorca, Juana Inés de la Cruz, José Martí, Jorge Luis Borges, Mark Twain y Gabriel García Márquez, todos con absoluto rigor histórico.
Para mi esposa, Rocío Vanegas Aycardi, y para quien les escribe, fue una experiencia francamente inolvidable acompañarla a Aracataca, Colombia -el pueblo natal del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez- junto a su esposo, César Hernández Colón, en el año 2017.
Para esa visita contamos con la valiosa colaboración de Liliana Cortina, profesora en la Universidad del Magdalena, quien procuró los permisos de rigor para utilizar el auditorio de la Casa Museo y demás facilidades. Reunió un grupo aproximado de 25 niños de Aracataca, entre ellos, una niña indígena, y en nuestra emocionada presencia, sentados todos en el piso alrededor de Georgina, les hizo una lectura dramatizada de su libro titulado GABITO.
Estas son las experiencias que, con suerte, uno vive una sola vez en la vida: un homenaje de Ponce, en última instancia, a El Gabo, en su pueblo y en su propia casa.
El hecho de que las niñas y niños conozcan el relato del quehacer de otras niñas y niños como ellos, que al correr del tiempo han sido figuras mundiales, ilustra de manera tangible que tales logros ciertamente son alcanzables, motivándolos a aspirar también a serlo.
Otro de los grandes méritos de la obra de esta admirable escritora es que sus libros están escritos en versos, generalmente en cuartetas, en versos octosílabos, a la manera de los “versos sencillos” de José Martí. De modo que son cuentos y poesía, con doble valor educativo.
Tony Croatto conoció “la nana” que Georgina escribió y la cantaba cada noche a Jorge, su hijo mayor. Y luego a su segundo hijo, José Alberto. A Tony le encantó, la musicalizó, le puso por título La Nana de Geor y la grabó con éxito en uno de sus discos.
Más adelante, incluso, incluyó seis de sus nanas en un disco compacto titulado NANAS.
El entonces director de la Banda y del Coro de Ponce, Rubén Colón Tarrats , también quedó prendado de la nana, le hizo un arreglo musical y la incorporó al repertorio del coro de la ciudad.
Por su parte, Roy Brown musicalizó su poema titulado Se fue y lo estrenó en nuestro Centro de Bellas Artes, en Santurce.
Por lo dicho, ya todos ustedes pueden imaginar la cantidad y calidad de premios nacionales e internacionales que han ganado ella y sus obras. Tantos, que es una misión imposible tratar de incluirlos en esta columna.
Georgina domina la psiquis de los niños y cuando se sienta a escribir es como si una niña estuviera compartiéndole cuentos infantiles a sus amiguitos. Es en sentido estricto y real, una niña sentada ante su computadora, en una casa hermosa, en un campito a las afueras de la ciudad de Ponce.
Muchos, no están conscientes que esto, tan realmente espectacular, viene ocurriendo consecuentemente, cada día, en la ciudad, desde hace por lo menos 30 años, piedra a piedra, como las pirámides de Egipto, como se hacen las obras monumentales.
“Tenemos” son mucha gente…