La semana pasada, mientras el legislador y exsecretario del Departamento de Educación, Ángel Toledo López, vociferaba que la empresa AES Puerto Rico estaba en “cumplimiento total” con leyes y normas de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), una realidad diametralmente distinta salía a flote en la página web de la carbonera.
Allí, casi simultáneamente, la empresa destapaba un informe químico de 313 páginas donde se confirma, por séptimo año consecutivo, que el acuífero situado bajo su montaña de cenizas se sigue envenenando con concentraciones tóxicas de litio, selenio y molibdeno.
Del documento, costeado por AES Puerto Rico y preparado por la firma DNA Environment, también trasciende que en un pozo de monitoreo próximo al montículo de cenizas se detectó un volumen de arsénico superior al máximo permitido por la agencia federal en cuerpos de agua, aunque este hallazgo se omite, nuevamente, en el resumen e informe oficial.
El litio, selenio, molibdeno y arsénico son algunos de los componentes de “la huella digital” de las cenizas de carbón, ha reiterado a La Perla del Sur el doctor en Química y profesor emérito de la Universidad de Puerto Rico, Osvaldo Rosario López.
Al menos otros 17 metales pesados, tóxicos y contaminantes -como plomo, mercurio, cadmio y cromo hexavalente-, así como seis neurotoxinas y cinco carcinógenos, conocidos o sospechosos, también están presentes en estos residuos, ha advertido el geoquímico Avner Vengosh, catedrático de la Universidad de Duke e investigador especializado en el impacto ambiental de las cenizas en cuerpos de agua.
Referentes científicos como la organización Physicians for Social Responsibility también han advertido que la exposición prolongada a las cenizas de carbón a través del aire o agua contaminada puede tener efectos nocivos en los principales órganos y funciones del cuerpo humano, causando defectos de nacimiento, enfermedades cardíacas y pulmonares, y diversos tipos de cáncer.
A nivel local, el Colegio de Químicos de Puerto Rico (CQPR) y la oficina regional de la EPA han realizado varios muestreos al agua que la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados provee a residentes de Guayama y Salinas, y que extrae de pozos cercanos a lugares donde se han enterrado cientos de toneladas de cenizas de AES Puerto Rico.
Aunque los resultados de laboratorio de ambas entidades no han arrojado concentraciones que rebasan los máximos permitidos por regulaciones federales, la EPA y el CQPR sí han detectado volúmenes de litio, molibdeno, selenio, arsénico, vanadio, cromo, plomo y cobalto en esos abastos, contrario a lo que el senador Toledo López describió durante su acalorada alocución en el hemiciclo, el pasado 10 de marzo.
“Yo vengo a hablar de los hechos. Y los hechos dicen que el informe del Environmental Protection Agency que cotejó las fuentes de agua que aquellos de allá tanto criticaron, de las que ellos hablaron sin fundamentos, no encontraron absolutamente, ningún, ningún contaminante”, subrayó el senador Toledo López, previo a que el cuerpo votara 18-9 a favor de la legislación que permite a AES Puerto Rico prolongar su operación hasta el año 2032.
Tanto Toledo López como la senadora Roxanna Soto Aguilú admitieron haberse reunido “en caucus” ese mismo día con el presidente de AES Puerto Rico, Jesús Bolinaga Serfaty.
Sobre la combinación de contaminantes identificada por la EPA en el agua potable de Salinas y Guayama, tanto Rosario López como el doctor Ángel González Carrasquillo, adscrito al Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico, han advertido que puede ser peligrosa.
Los resultados
En el más reciente informe anual sobre la calidad del acuífero situado bajo la montaña de cenizas de AES se constató que las concentraciones de selenio, molibdeno y litio excedieron entre una y 14 veces los máximos permitidos por la EPA.
En el pozo de monitoreo número 4, por ejemplo, se detectó que el volumen de litio estaba 1,279 por ciento por encima de los estándares de protección de aguas subterráneas (GWPS), mientras que la concentración de molibdeno estaba 340 por ciento más alta que el límite máximo de seguridad establecido por la EPA.
En otro de los pozos, el número 3, se halló el doble de la concentración máxima permitida de selenio, mientras que en el pozo número 5 se confirmó que la presencia de arsénico ya ha rebasado el nivel de toxicidad establecido por la EPA.
“Ahora, el problema es que una vez la contaminación llega al agua, ya no está solo en ese lugar”, advirtió en el 2019 el doctor en Ecología Microbiana, Arturo Massol Deyá. “La contaminación continúa su paso, dispersándose, y entonces un problema local se convierte en un problema regional, que atenta contra el área sur”.
Un estudio pericial publicado por La Perla del Sur el pasado año evidenció que el molibdeno detectado en pozos de AES Puerto Rico se ha filtrado en densidades “sorprendentemente elevadas” al agua subterránea de su solar industrial en el barrio Jobos.
La zona colinda con la bahía Las Mareas, el Bosque Estatal de Aguirre y el mar Caribe.
“Lo peor de todo esto”, ha señalado el doctor Rosario López, “es cómo AES sigue evadiendo su responsabilidad sobre el daño que han provocado y seguirán provocando las dos millones de toneladas de cenizas que se han usado en Puerto Rico como relleno para la construcción de urbanizaciones, centros comerciales y carreteras”.
Algunos de estos depósitos existen desde el año 2004 en 12 municipios, sin barrera que evite que los tóxicos contaminantes de las cenizas se desplacen a pozos y acuíferos.