En Estados Unidos, abundan los anuncios de empleos disponibles, las contrataciones van en camino de su segundo mejor desempeño desde los años 40 y la economía creció sólidamente este verano.
Desde ciertos puntos de vista, el panorama económico estadounidense luce robusto.
Pero hay un factor discordante: una inflación persistentemente alta. El alza de precios está agobiando los presupuestos familiares y causándole penurias a los más necesitados. Y lo que es peor, los intentos de la Reserva Federal de combatir la inflación mediante el aumento de tasas de interés están amenazando con causar una recesión.
A pocos días de las elecciones legislativas, muchos ciudadanos se declaran pesimistas sobre la situación económica, lo que da aliento a los republicanos.
Una encuesta realizada en octubre por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research halló que un 46 por ciento de la población siente que sus finanzas personales están mal, comparado con 37 por ciento en marzo.
La economía estadounidense está en un lugar confuso, dos años y medio después de la recesión pandémica. A esa recesión siguió rápidamente un repunte tan pronunciado que trastrocó las cadenas de suministros, causó escasez de bienes y personal y alimentó las presiones inflacionarias. Como resultado, impera una inusual mezcla de agobiante inflación con un robusto mercado laboral.
“Los datos apuntan hacia todas las direcciones al mismo tiempo”, observó Megan Greene, economista del Instituto Kroll.
Muchos trabajadores han recibido aumentos salariales, por parte de empleadores ávidos de atraer y retener personal. Pero la inflación se come esos aumentos. Con ajustes por inflación, la paga por hora disminuyó en un 3 por ciento en septiembre comparado con el año anterior.
“Los aumentos salariales no están alcanzando”, dijo Greene. “Es magnífico que la gente tenga trabajo. Pero el estándar de vida está siendo mermado por la inflación”.