El panorama era hostil y el pronóstico, desalentador.
Salvar a un bosque urbano de la avaricia de un gigante con poder económico e influencia lucía imposible. Más aún, con la indiferencia del gobierno municipal de la pasada década y sin el respaldo inicial de las comunidades cercanas que, para entonces, desconocían cómo un vecino pulmón verde podía ayudarlos, mucho más, que una cadena de farmacias de nombre y capital anglosajón.
Aun así, como si se tratara de una reinterpretación de David y Goliat, profesores universitarios y ecologistas se armaron con todo lo que estaba a su alcance, incluyendo la desobediencia civil, para evitar que árboles maduros de caoba, guayacán, anacahuita, sauco y un sobreviviente imponente -el que inspiró rebautizar el lugar como Bosque El Samán- terminaran en las garras de tractores y sobre sus raíces se construyera otro local de la firma Walgreens.
“Fue una lucha titánica”, reconoció la profesora en Ecología, Botánica y Ciencias Ambientales, Sandra Molina Colón.
No obstante, la también excatedrática de la Pontificia Universidad Católica en Ponce puntualizó que tras un acercamiento científico a las características del lugar y la sucesiva investigación de récords oficiales fueron los activistas ambientales quienes descubrieron que la otrora corporación Walgreen San Patricio, la empresa que empujaba la destrucción del bosque urbano, proveyó a las agencias gubernamentales información inexacta y falsa para obtener los permisos de construcción.
Este hallazgo no solo fue revelado en vistas públicas por los voluntarios que defendían el bosque urbano, sino durante litigios legales tras los cuales jueces del Tribunal de Apelaciones dictaminaron que la empresa obró “de mala fe”. Esta corte además declaró nulo el permiso gubernamental aprobado para la construcción de la farmacia en controversia.
“Y con ese triunfo, el bosque se salvó”, rememoró el abogado y cofundador del Comité Amigo de los Árboles (COAMAR), Martín González Vázquez.
De lección a modelo
Según recalcó, la batalla ambiental que se libró en ese rincón del sector Sabanetas en Ponce a partir del 31 de mayo de 2014 se gestó y “ganó desde abajo, con el pueblo”.
“Y si algo aprendimos es que la única manera de dar la lucha, la manera más efectiva de ganar la lucha, es saliendo a la calle y denunciando en la calle”, comentó.
“Paralelo a esa lucha, también hay que hacer una investigación y hay que hacer una búsqueda de datos, en los permisos, en los planos. Tuvimos que ir al Departamento de Recursos Naturales, que sabemos que no es un defensor del ambiente en Puerto Rico, y reclamar información”, continuó.
Con ese cúmulo, explicó que recurrieron a ingenieros, arquitectos, “y hasta matemáticos” que de forma voluntaria los ayudaron a identificar incongruencias en los récords y a gestar las reclamaciones para un pleito legal dirigido a un permanente “cese y desista”.
“Cada persona fue importante”, subrayó. “Biólogos, científicos y hasta deambulantes que decidieron vivir en el bosque, que nos acompañaron en el campamento de desobediencia civil que montamos para velar porque no volvieran de noche a acabar con los árboles que quedaban”, abundó González Vázquez. “Todos fueron cruciales”.
Sobre este particular, la profesora Molina Colón reconoció que, al igual que para otros peritos voluntarios, para ella “fue un gran sacrificio” cumplir con las obligaciones profesionales “mientras todas las noches terminaba a las 2:00 y 3:00 de la madrugada, leyendo y analizando documentos”.
“Para entonces, yo cumplía funciones como directora del Departamento de Biología en La Católica… pero también fue bien gratificante poder hacerlo, porque me crecí como científica, en términos del conocimiento que adquirí buscando esa información, y también como persona, porque fue una lucha contra Goliat, y muchas veces pensé que no íbamos a prevalecer”.
El trasfondo
La movilización ciudadana a favor de la preservación del bosque urbano El Samán comenzó, sin aviso ni planificación, en la medianoche del sábado, 31 de mayo de 2014.
Mientras la mayoría de los vecinos dormía, obreros y equipo pesado contratado por la empresa Walgreens San Patricio ingresaron a un solar de dos cuerdas ubicado entre la urbanización Los Caobos y el parque industrial Sabaneta, para talar un bosque urbano y allanar el terreno elegido para la que sería ese año la octava farmacia de la cadena en la ciudad.
Tras derribar a oscuras cinco árboles maduros de acacia y comenzar a mutilar un colosal árbol de samán, cerca de una treintena de ciudadanos se movilizó al lugar e ingresó a la zona cercada a cuestionar y exigir el cese. La mayoría de ellos, jóvenes universitarios que compartían en un local comercial próximo al terreno.
La confrontación provocó la activación de agentes de la Policía estatal y municipal, quienes al llegar optaron por proteger a los obreros y declinaron tramitar querellas contra la empresa contratista, aun cuando ninguno de sus trabajadores mostró permiso para la tala.
La negativa de los uniformados provocó que ocho manifestantes, seis féminas y dos varones, se sentaran sobre la vía contigua, la PR-578, para impedir la salida del equipo pesado hasta que se radicara la querella, lo que finalmente ocurrió poco después de la 1:00 de la madrugada.
El abogado y colaborador de COAMAR, Pedro Santiago Vélez, estuvo allí.
“Había mucha hostilidad contra nosotros, pero teníamos que darnos a respetar. Teníamos que defender a quien no se podía defender”, recordó de entrada Santiago Vélez.
Esa defensa, reveló, incluyó lanzar objetos contra los equipos y obreros, quienes en la oscuridad avanzaban sobre el terreno. Sin embargo, la avería de la sierra empleada por la empresa contratada conspiró en ese momento a su favor. Aun así, el daño a la vegetación fue contundente.
“En la mañana siguiente lo comprobamos. Era como caminar por un pasillo de la muerte”, prosiguió el abogado en su relato. “La gente puede ver hoy ese bosque de pie y nuevas generaciones pueden aprender que se salvó a fuerza de lucha voluntaria, pero también deben saber que en el trayecto perdimos varias batallas, y esa fue una de ellas”, agregó, en alusión a la cicatriz dejada en el bosque.
“Pero el secreto del éxito está en la persistencia y en la defensa de la verdad”, continuó. “Nos ayudaron muchos voluntarios y el liderazgo de algunos fue clave, como el de mi hermano Martín González Vázquez, su hijo Martín Guillermo, Lucero Escalona y Sandra Molina”.
También identificó a la profesora Carmen Asencio, a Carol González, a Migdalia Álvarez y al fenecido ingeniero José Alsina Látimer entre los colaboradores que asumieron compromisos determinantes para salvar al bosque urbano. “Todas esas personas fueron guerreros”.
Por su parte, González Vázquez subrayó que sin la colaboración de medios como WPAB y La Perla del Sur la denuncia no habría sido tan contundente. Tampoco, la labor de educar a las comunidades cercanas sobre los atributos del bosque urbano como hábitat para flora y aves, como espacio de recreación y como aliado crítico contra inundaciones en el sector.
¿Nueva amenaza?
A una década de aquella medianoche, el bosque urbano permanece, con copa abundante y nuevos inquilinos, como árboles de ceiba, quenepa, de caoba hondureña y dominicana, de flamboyán rojo, guayacán, anacahuita, maga, aguacate, guanábana y noni.
También tiene un nuevo custodio, el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico y su filial Para La Naturaleza, entidades a las que Walgreen Puerto Rico finalmente donó la titularidad del terreno, ya valorado en el mercado de bienes raíces en más de un millón de dólares.
Esta conquista, sin embargo, corre el riesgo de ser mancillada por un nuevo actor: LUMA Energy.
Como advirtió el cofundador de COAMAR, obreros de la empresa privada a la que el gobierno de Pedro Pierluisi entregó la distribución de la energía eléctrica del país han visitado el predio con la intención de planificar la tala de árboles que existen bajo líneas de alto voltaje.
“Y esos árboles están allí desde mucho antes que la Autoridad de Fuentes Fluviales existiera”, reclamó González Vázquez, en alusión a la entidad pública fundadora de la Autoridad de Energía Eléctrica de Puerto Rico.
“LUMA quiere ahora hacer una poda, entre comillas, y ya todos sabemos que la poda que hace LUMA es eliminar el árbol. Ellos insisten en la fuerza bruta en lugar de hacer caso a personas inteligentes que tienen conocimiento de cómo científicamente se poda un árbol”.
“Ellos han comenzado con lo que constituye una masacre ambiental para Puerto Rico y tenemos que volver a pronunciarnos, que volver a movilizarnos”, sentenció.
Excelente artículo q inspira a otros. Gracias
Muy buen trabajo por todos los voluntarios!!! Estoy dispuesta a ayudar a salvar el bosque de la poda de LUMA. Ya fui una vez a ayudar a limpiarlo, pueden contar conmigo.
Me uno desde North Carolina a todos los hermanos que se oponen a la destruccion del bosque el Saman.
Walgreens no tiene el voto vde este Ponceno que aunque estafuerade su patria no permite que Walgreens siga abusando del patrimonio de nuestro pueblo.