La expresión que se emplea en inglés para aludir a un negocio pequeño, A-hole-in-the-wall, es la mejor expresión para describir un tesoro culinario ubicado en la calle Capitán Correa, a pasos de la esquina con la calle Reina de Ponce.
Para la mayoría de quienes enfocados en los problemas cotidianos transitan en carro por el sector, la pequeña puerta con un rótulo que lee Pizzería Libre: episodio 1, pasa totalmente inadvertido. Sin embargo, para “quienes tienen ojos para ver”, esa puerta es la entrada a un mágico mundo de olores, texturas y sabores intoxicantes.
Pizzería Libre: episodio 1 es un espacio que, más que una pizzería cualquiera, evoca al taller de un artesano obsesionado con la búsqueda de la perfección y el dominio total de su arte. El espacio creativo y de provocación gastronómica es el taller de Brian Collazo.
“Yo soy el pizzero”, contesta Brian al ser preguntado si es el dueño. Esa autodefinición es lo que hace de esta pizzería un taller y no meramente una cocina.
Dos años atrás y luego de un tiempo laborando en el mundo de la comida industrializada o “de producción” como él la calificó, Collazo se decidió a emprender una aventura para desarrollar una pasión alimentada por años de autodidaxia con libros y práctica.
Fue así como surgió este nuevo capítulo para el desarrollo de la “pizza ponceña”, aventura que comenzó hace más de medio siglo y que llegó a la ciudad con la apertura del Pizza Heaven y se consagró una década más tarde con el surgimiento de linajes pizzeros como el de los Claudios y los Manny’s.
Interesantemente, aun con lo innovador que pueda ser el producto de Pizzería Libre, no es menos cierto que sus texturas y sabores evocan lo mejor de las pizzerías old-school de la ciudad.
El secreto: frescura y dedicación.
Diariamente, de martes a sábado, se preparan y acondicionan los ingredientes que convertirán el pan aplastado en sabrosas pizzas. Hasta la pechuga de pollo que se ofrece como topping se hornea en la casa.
Como muestra del trabajo creativo de Collazo, y para entrar en su sabroso universo, saboreamos la suprema, que tiene un poco de todo y un poco más.
El robusto sabor de carnes secas o embutidos, tocinetas y chorizos es complementado a la perfección por el dulce gustito de la cebolla y el pimiento horneado, y el terrenal sabor de setas frescas. Por supuesto, si usted es de los bravos línea dura, complementará su pedazo añadiéndole el aderezo de miel picante que es el sello de la casa y es ¡sabroso!!!!
Simplemente maravillosa para acompañar cualquier cerveza o vino robusto que le pueda hacer pareja.
Sin embargo, para sorpresa del comensal, esa robusta pizza no cae pesada. Collazo dice que es porque la salsa que usa como base solo contiene tomates y es fresca. Sin embargo, creo que el secreto está en la masa: una sabrosa hogaza aplastada que evoca más a un pan francés que a una masa regular de pizza.
Con un sabroso sabor a pan recién horneado que todavía carga el gusto de la plancha caliente, su crocante textura a las afueras y húmeda suavidad al centro, esta sabrosa masa puede ser la envidia de cualquier panadero artesanal.
En fin, si usted es de los que no teme experimentar, dele una llamadita a Collazo y dígale que le sugiera una buena combinación para entrar al menú, pues la oferta también incluye calzones, pastas, palitos con queso, rollitos con pepperoni y cualquier otra locura con la que esté experimentando “el pizzero”.
Una aclaración final: Pizzería Libre es un verdadero hole-in-the-wall, por lo que aquí todo es para llevar. Pero si usted llama al 939-271-5746 y ordena, se la entregan en el carro cuando pase a recogerla.
Por supuesto, no se olvide de pedir la miel picante cuando lo haga, porque ese aderezo, como dicen los más jóvenes: ¡LA HACE!