“Mi gato se está quejando, que no puede vacilar…”, es lo primero que se escucha, junto a una familiar melodía, al bajar del carro.
El parking más cómodo está frente al Auditorio Pachín Vicens, desde donde se enruta caminando hacia la entrada al estadio.
Ahí, y como suele ser usual en eventos masivos en la isla, suena música a todo volumen. Generalmente son dos opciones: salsa o reguetón. Aquí, en el “universo béisbol”, la salsa es la reina.
Dos adolescentes le preguntan a un hombre que camina a su lado con paso más acelerado:
«¿Siempre ponen salsa antes del juego?”
«Los peloteros somos cocolos», les responde rápido el “don” con una sonrisa y un leve movimiento de hombros, así como guarachando, mientras tantea ansioso con sus dedos las dos entradas que lleva en las manos.
Cocolo es la expresión con la que se denomina a los amantes del género, que se alborotan cuando oyen “la clave”. Y la canción que se escucha, ya muchos sabrán, es El Ratón, tema insigne del ícono ponceño de la salsa -después de Héctor Lavoe, claro está- José “Cheo” Feliciano.
La gente camina y canta, o tararea, y se pompea. A medida que la canción avanza parecen redoblar sus pasos, como si hubiera que llegar a la entrada antes de echarle “semillas a la maraca pa’ que suene”, como versa la letra casi al final.
Se siente el ponceñismo en el ambiente. Ponce is in the air.
Qué manera de quererte
Las boleterías lucen repletas. Dos largas filas se agolpan frente al cristal blindado, separadas por esos incómodos fierros que demarcan el camino a seguir y que parecen más propias de un corral de granja.
Gorras para el sol, gafas, faldas, pantalones cortos y ropa ultra ligera predominan en la pasarela de entrada. Los ponceños saben de calor, y se nota.
Infaltable en varias espaldas el 21 de Clemente, el rojo y negro de los colores de Ponce en los atuendos y figuras de León en alguna prenda, el animal emblema de la ciudad presente en su escudo, y que hace alusión al primero gobernador de Puerto Rico, Juan Ponce de León.
“Yo espero que ganemos, acuérdate que en el juego inaugural tenemos que lucir bien. Ayer por poco se nos va la guagua -en un encuentro contra Caguas- pero se enderezaron, y esperamos que toda la temporada como empezó, termine”, exclama Edgardo Morales, retirado procedente de Santa Isabel, pero “ponceño de pura cepa”, como él mismo declara, mientras se oye de fondo Qué manera de quererte, en la voz de Gilberto Santa Rosa.
Y es que en el último tiempo se han forjado expectativas. Y muchas. Tanto la dirigencia como el equipo técnico han repetido hasta la saciedad que este será el año de Ponce, tras retornar a la liga el año pasado, luego de ocho años de ausencia.
Y si bien las seis casas peloteras de Puerto Rico tienen que decir lo mismo para avivar a sus seguidores, en Ponce parece haber argumentos sólidos para ello. Nuevas contrataciones extranjeras, las promesas de la directiva, el triunfo en el primero juego y la llegada de la leyenda del béisbol y exjugador de grandes ligas Edwin Rodríguez como coach y dirigente tienen el público rojinegro embelesado y convencido.
“Ponce siempre ha sido un equipo campeón, y estuvimos unos cuantos años sin béisbol, así que estamos animados, tenemos buen equipo este año para por lo menos llegar a finales”, dice Rey Colón, amante del juego, retirado y cantante profesional de salsa. El binomio pelota-cocolo se confirma.
Sube la bilirrubina
La fiebre ponceña va en aumento mientras el público sigue llegando hasta el Paquito Montaner. “Se ve más afición que otras veces”, rumoran dos mujeres en la fila.
“Hace añitos que no se veía esto así de lleno, estoy ahora mismo mirando y se ve abarrotado. Estaba ahí adentro sentado en las gradas, veo que se está llenando y salí acá afuera a mirar”, cuenta alegre el electricista Roberto Rodríguez, vecino del residencial Doctor Pila de Ponce y más conocido como “Pito Manotas”.
“Mira cómo está esto, se ven adultos, niñitos, hay ánimo. En Ponce no se veía así una actividad de béisbol en tiempo, con tanta gente”, agrega “Manotas”, mientras por las bocinas a Juan Luis Guerra le sube la bilirrubina. Y a la afición, también.
Más que otra cosa, el arribo de Edwin Rodríguez, originario de La Playa de Ponce, enarbola buenos augurios. “Edwin siempre hace buenos ajustes, él es un guerrero playero, te lo dice Miguel Bauzá, playero también”.
“Yo voy a la causa roja y negra y vamos detrás del campeonato. El año pasado tuvimos mala suerte, 25 a 25, por un jueguito, dependimos de otros y nos eliminamos, pero este año entramos de verdad”, asevera el vecino de La Playa.
A comer lechón
El Paquito Montaner albergaría esa tarde de domingo el segundo partido de la Liga de Béisbol Profesional Roberto Clemente. Los Leones de Ponce agitarían sus melenas frente a los penachos de los Indios de Mayagüez, los actuales campeones. Eso explica también lo abultada de la afición.
Al ingresar huele a paella y lechón. Cinco niños brincan agitadamente dentro de un castillo inflable, mientras un cantante de música típica asegura enfático por el altavoz que “se soltaron los Leones”, dando un giro gracioso y certero a la reconocida frase merenguera “se soltaron los caballos”.
Hay venta de popcorn, nachos con queso y golosinas, que se añade a la oferta habitual de refrescos, cervezas y frituras. Todo un performance de diversión que se ha dispuesto al público de aquí a fin de año para comenzar a sentir el Christmas spirit.
“Aquí siempre hay comida, pero es la primera vez que me invitan a mí. Yo tengo mi negocio, Chef Creations, y me dedico a hacer en tiempo de Navidad el lechón en caja china, y Oscar Misla -coapoderado del equipo- me dijo ‘mira puedes venir el domingo al juego inaugural’, y le dije ‘¡claro!’, y pues, aquí estamos”.
Dice que la afición se emociona tanto con el juego como con el lechón. “Cuando tú sacas el lechón la gente rápido exclama ‘¡eh, eh, eh!’, y cuando lo estás picando, ‘¡uf!’, es algo interesante”.
El chef Jorge Rivera, el cocinero del lechón, también tiene corazón de León. “Sí, soy León, y espero que este año lleguemos al campeonato, entonces, ese día, hacemos más lechones”, promete entre carcajadas.
Y a la vez, nos suelta una historia. “Es una anécdota que yo no viví y que tiene que ver con Caguas, con los Criollos. Ellos habían jugado con los Leones, le habían ganado a Ponce tres juegos corridos, y cuando Ponce fue a jugar allá, ellos tenían lechones preparados para celebrar, pero Ponce les ganó la serie. ¡Ponce les ganó los cuatro juegos corridos y se quedó con los lechones! A veces creen que porque les falta un juego ya tienen todo ganado, pero no. Eso fue hace tiempito atrás, me lo contaba mucho mi abuela”.
El chef hace alusión a lo que se conoció como “La serie de los lechones”, ocurrida en la temporada entre 1946 y 1947. La ciudad de Caguas había preparado una fiesta en grande con el tradicional lechón asado para celebrar su triunfo “seguro” en el campeonato, tras haber derrotado tres veces consecutivas a los Leones. Sin embargo, Ponce les viró la tortillas, les ganó cuatro veces seguidas y se trajo el triunfo y los lechones. Hecho que, de ahí en adelante, se cita como cómica advertencia cada vez que alguien da por hecho un resultado.
We will rock you, los vamos a sacudir
La mayoría de los asistentes ya están dispuestos en las gradas. La vista abierta de un campo de deporte siempre impacta, conmueve. Es una profunda sensación de inmensidad inabarcable, conjugada con el murmullo y los gritos incansables de una masa de adeptos que parecen uno.
Los equipos ya están formados en el campo, mucha gente ya sentada y otra deambulando en busca de comida. Suenan los himnos, uno extranjero. Los jugadores vestidos impecables, con sus uniformes o “pieles”, como se les llama, aún impolutos. La de los Leones en blanco liso con elementos, obvio, rojinegros. La de los Indios, azul maya con rojo y amarillo en sus detalles.
Acabada la solemnidad, aparecen en el césped del parque la mascota del equipo, un león, claro, junto a directivos y políticos para robar un poco de cámara. Se dedica el campeonato a una de las leyendas del béisbol ponceño, Efraín Vázquez, que aparece en el centro de todas las fotos y quien lanza la primera bola. El público lo ovaciona.
Suena una suerte de claxon por los altoparlantes y la voz del locutor se desgarra: “¡Playball, fanáticos!
Hay que abandonar raudos el campo y entrar de lleno a lo que se vino: el duelo. Los jugadores estiran, ensayan los bateos, los picheos, los cacheos. El público se mantiene expectante. Mientras el soundtrack ofrece una inyección de adrenalina con la intro a todo volumen de We will rock you, de la banda británica Queen.
Los vendedores de cerveza y bebidas no paran de pulular entre las filas de butacas refrescando gargantas, con un balde en cada mano repleto de hielo y latas. “Hay mucho movimiento, hay un público variado, mucho mejor que el año pasado”, cuenta Jonathan, alegre muchacho de unos 25 años que lleva los últimos tres trabajando en el Paquito y que resalta por su velocidad en la repartición.
Mira el marcador, gira su cabeza y le pregunta a un fanático: “Van 4 a 1, ¿verdad? ¡Ah, están cero a cero! Perdón, es que yo soy cervecero”, se disculpa, jocoso. “Yo no juego pelota, solamente vendo”, comenta mientras estalla en risa. “Me da igual quien gane, después de que ganen sanamente y jueguen su deporte, todo bien”.
También llegaron a apoyar a su equipo, desde Mayagüez, adeptos a los Indios. Sentados a la izquierda del campo, comentaban sobre el desempeño de los suyos.
“En cuanto a bate, les falta un poquito de profundidad, pero en cuestión de iniciativa se ven bien”, analiza José Collado, enfermero de 23 años. “Hay bastantes asistentes, pero la fanaticada mayagüezana se hace notar, tiene más presencia. ¡Allá somos más!”, enfatiza con algo de saña.
“Esto de la pelota es impredecible”, dice Camelor, una estudiante de 27 años procedente de La Sultana del Oeste. “Este es un encuentro que genera expectativa, la afición de Ponce siempre ha sido excelente. Eso es bien importante, yo digo que la fanaticada vale mucho, e influye también en el resultado”.
El juego sigue. Cero a cero apunta el marcador. El público se exalta ante cada bateo con ínfulas de jonrón, ante cada atrape de altura, ante cada carrera frustrada.
Suavemente
“De dónde es esta cerveza”, pregunta un hombre mayor a su corillo de acompañantes.
“Es de Nicaragua. Yo viví en Panamá y ahí la tenían”, le responde el más avispado.
“Es como si la hicieran aquí, por el sabor”, reflexiona el primero mientras se relame los labios.
La bebida baja suavemente, como el merengue de Elvis Crespo que suena de fondo.
Un hombre, al ritmo de Elvis, golpea su cencerro o campana, instrumento muy típico en la música tropical y que lleva hasta el estadio para animar a su equipo y alentar a los asistentes.
“Esto ya no es como antes. En los 70 y 80 nosotros íbamos por allá, donde están las áreas de calentamiento, todo eso era verja, y nosotros la brincábamos para colarnos para entrar, valía medio peso pero no teníamos. Y esto se llenaba, aquí se metían 10 mil personas de allá hasta allá, lleno, lleno”, recuerda Edwin Matos, retirado y cencerrero espontáneo de 67 años de edad.
Pese a que reconoce que en esta jornada inaugural hay bastante público, el ambiente ha decaído debido a que “la calidad de peloteros no es la misma”.
“Roberto Clemente, Iván Rodríguez, toda esa gente vinieron a jugar aquí estando en grandes ligas o que iban a subir para grandes ligas. Ahora no, ahora lo que hay es un montón de rookies”.
También protesta que actualmente ni radio hay. “El único equipo que tiene radio es Mayagüez, todos los demás están en streaming, y eso hace falta para los viejitos, que no saben bregar mucho con la tecnología”. Habla con la seriedad del que defiende lo justo, del que siente propiedad. Propiedad sobre un equipo que no ha comprado, pero que posee de manera indiscutible tras asistir por más de 50 años, incansable, a apoyar a los Leones.
Y es pesimista cuando piensa en la calidad del béisbol boricua. “La cosa está difícil con peloteros cobrando sueldos de 300 o 400 millones. Aquí no hay nadie que les pueda dar eso, los que pueden venir son los chamaquitos de Doble A o Triple A, que les den unos 20 mil o 30 mil por jugar. Estos lo que duran son dos a tres meses, nada más, luego se van a la Serie del Caribe”.
Pa’ Bravo yo
Edwin Matos es playero, igual que Edwin Rodríguez, el coach, y habla con fiereza.
“Antes se hacían muchas pequeñas ligas, ya no se hace eso. Estaba la Liga Atlética, jugaba mucha gente ahí, era de la policía, se encargaban de mantener a la juventud ocupada jugando béisbol, los llevaban a toda la isla. De ahí salieron un montón de peloteros, como Efraín Vázquez, al que le dedican el juego”.
Justo Betancourt está poniendo el ritmo sonoro con Pa’ bravo yo, cuando la algarabía del público lo desconcentra repentinamente. Un intento de carrera de los felinos despertó a la afición. Se voltea sin avisar y hace sonar su cencerro, en automático.
Dice que el éxito de este deporte se basa en hacer pequeñas ligas. De ahí sale la materia prima, de las canteras. Sin eso, para la liga nacional, apunta, no hay futuro próspero posible.
Junto a él esta Israel “Pirulo” Hernández, presidente del Concilio Deportivo de Glenview y que tiene a su cargo a más de 80 niños de distintas categorías, desde los cinco hasta los 18 años. Y pese a la nube negra de su amigo Edwin, él ve un futuro más esperanzador.
“Los Leones lucen muy bien. Tienen peloteros que prometen para ser jugadores en las grandes ligas. Tienen un buen cuerpo técnico comandado por Edwin Rodríguez. Esperamos un buen año e invitamos a la fanaticada para que los respalden”.
Igual está de acuerdo en que hay que hacer cambios, renovar. “Antes había una generación a la que le gustaba mucho el deporte. Prácticamente todos los niños se criaban en el deporte. Esta generación nueva, la cibernética, desde los 5 y 6 años andan con un celular, con una tablet, con una computadora y realmente es bien difícil. Hay que rescatarlos y llevarlos al béisbol”. Sin contar, claro, la migración forzosa de cientos de infantes y adolescentes que abandonaron la isla con sus familias tras el huracán María.
Pa’ fuera, pa’ la calle
Y como todos los caminos conducen a Roma, por coincidencia “Pirulo” y Edwin son panas del homenajeado del día, el expelotero Efraín Vázquez. Mientras Elíades Ochoa canta por las bocinas que Se soltó un león, Vázquez expresa su agradecimiento “a toda la fanaticada, a la directiva del equipo de Ponce y a Edwin Rodríguez. Estamos muy contentos y gozándonos este juego”.
Justo en ese momento, los Leones rompen el hielo. Se anotan una carrera y el público estalla eufórico. El programador de la música no duda en poner a todo dar Pa fuera, pa la calle, de El Gran Combo.
“Veo un equipo muy bien confeccionado, tenemos picheo, tenemos fildeo y tenemos un equipo que va a dar mucho que hablar durante la temporada. Mi corazón siempre va a estar con Ponce”, concluye mientras observa el marcador. La cosa va 3 a 0 a favor de Los Leones. Le aflora una sonrisa silenciosa en el rostro. Una complacencia que solo parece igualarse al goce de sus recuerdos.
El pleito acaba. Los Leones ganan y hay algarabía en las miradas, sonrisas satisfechas, conversaciones animadas, aplausos rebosantes. “Ponce es Ponce”, grita uno mientras baja corriendo las escalinatas de dos en dos.
“Tremendo papá, jugamos demasiado bien, estuvieron al 100 por ciento, como yo esperaba”, celebra Manuel Colón, operador de una planta de granito de 55 años. “Yo creo que este año se gana”.
Después de La Playa
Una pareja se retira del estadio, feliz. Acaban de concluir un debate amistoso y animado con otro grupo desconocido de asistentes. Hablan de la calidad del juego, de lo que viene para Ponce.
Carlos, ingeniero de 33 años de edad, explica que la clave del triunfo estuvo “en el picheo, fue ahí donde contuvimos la ofensiva de Mayagüez”.
“Yo vengo siguiéndolo a él, pero estoy aprendiendo”, reconoce Glenda, su novia, asistente administrativa de 29 años. Dice que lo que más le agrada de acudir a los juegos es “el compañerismo y el ánimo que la gente demuestra”.
Llega el momento de Benito, el conejo malo, y su merengue Después de la playa hace menear par de caderas entre el público. El locutor, periodista y programador de la música y los sonidos, Jeanc Rodríguez, cuenta que él mismo elige lo que va a sonar.
“Uno tiene los sonidos e identifica con el tiempo cuándo se pueden utilizar, pero es más imaginación que otra cosa. La mayoría de los sonidistas trabajan en cabina, yo elegí trabajar afuera, porque aquí tanteo qué gusta y qué no gusta y recibo un feedback directo de la gente”.
Los mismo con la música. “La elijo yo, aunque siempre hay uno que otro que hace sugerencias. Uno busca que sea del gusto popular, se puede poner lo que está en tendencia, pero también, de vez en cuando, una salsita y un merengue para las personas de edad más avanzada para que todo el mundo, desde chiquitos hasta grandes, se sientan a gusto en el parque”.
“Ponce es algo único. Yo estuve en el baloncesto con Helcías Bermúdez y después con los Misla y, realmente, Ponce es Ponce, punto. Una fanaticada muy grande que siempre respalda al equipo. Es muy regionalista, se identifica mucho con lo suyo y realmente da gusto trabajar, porque te responden. Es un pueblo que si tú estás a favor de su causa, te reciben con los brazos abiertos”.
Jeanc confirma que al parque asistieron, pagando entradas, sobre 3,600 personas, por lo que en total fueron más de 4 mil, contando invitados especiales, jugadores, dirigentes y cuerpo técnico.
“Hoy tuvimos rush desde el principio. No pude ver el juego, y ya tú sabes que yo soy uno de los fanáticos, que cuando se ponchan al equipo contrincante pongo las “K” de ponche en la verja. Eso no se ve en otro sitio de Puerto Rico”, comenta con un toque burlón Samuel Nazario, encargado del puesto de venta de bebidas, de 57 años de edad. “Hoy la fanaticada de Ponce se desbordó”.
Pareciera, según algunos fanáticos espontáneos, que fue en los últimos movimientos que Ponce se puso las pilas. Ayudado por un bucle de errores en el picheo de los Indios. Carreras por bolas y par de bateos excepcionales dejaron la puntuación definitiva en cuatro a cero.
El pleito está ganado. Ponce se queda con la victoria, con el lechón en caja china y con la sensación de que este año sí se puede soñar.
Excelente el escrito, el reportaje relatanto las experiencias, las vivencias , el compartir y entusiasmo de un público deportista por demás..
Exito..Adelante con el proyecto..