Mujer trabajadora, de 47 años de edad, que cuida de su madre octogenaria en su “tiempo libre”, mientras aún debe ocuparse de un hijo menor o un nieto y cumplir, simultáneamente, con los roles de una jefa del hogar.
Este es el perfil del cuidador informal o familiar en Puerto Rico, la creciente generación sándwich que trabaja a tiempo completo o parcial y tiene a su cargo menores de edad, a la vez que uno o ambos padres dependientes, confirmó el doctor Ángel Muñoz Alicea, director de la Escuela de Cuidadores de Adultos Mayores de la Pontificia Universidad Católica (PUCPR).
No obstante, Muñoz Alicea aclaró que el universo de cuidadores en el país no se limita a este perfil recurrente, ya que investigaciones previas han constatado que en la isla nietos, vecinos e, incluso, miembros de la congregación religiosa a la que acudían los adultos dependientes ejercen al presente el rol primario de cuidadores.
Como detalla el estudio Perfil de cuidador informal del adulto mayor (2023), analistas de la PUCPR observaron que -de una muestra de 377 cuidadores en los 78 municipios del país- el 40 por ciento no tenía parentesco sanguíneo con el adulto necesitado de asistencia, al tratarse de amigos de la iglesia a la que asistía; mientras que el 26 por ciento eran vecinos y el 13 por ciento amigos cercanos.
Esta última cifra superó por un por ciento al número de nietos que durante el estudio identificaron en el cumplimiento de esta labor (12 por ciento).
En síntesis, las tareas por las que adultos mayores necesitaban ayuda iban desde transporte a citas médicas o para la compra de alimentos (81.1 por ciento), hasta limpieza del hogar (69.5 por ciento), preparación de alimentos (64.8 por ciento) y administración de medicamentos (57.9 por ciento).
En la muestra se constató que el 24.1 por ciento de los adultos sufría los efectos del Alzhéimer, el 16.4 por ciento diabetes y el 7.1 por ciento artritis. También adultos con cáncer (5.3 por ciento), Párkinson (4 por ciento), con accidente cerebrovascular (3.5 por ciento) y lesiones o fracturas de cadera (2.2 por ciento)
Mujeres exhaustas
Sobre rasgos como su género, Muñoz Alicea recalcó que en este reciente estudio identificaron que tres de cada cuatro cuidadores informales eran mujeres y que, en comparación con otro estudio realizado por la universidad cinco años atrás, su edad promedio ha ido a la baja: de 51 años en el 2019 a 47 en la actualidad.
Asimismo, indicó que, en promedio, estas dedican 16 horas a la semana al cuido de los adultos mayores, y que una de cada dos cuidadoras afirmaba no tener relación con una pareja, por tratarse de personas solteras, divorciadas, viudas o separadas.
“Haga usted la matemática”, puntualizó Muñoz Alicea. “Treinta y cinco a 40 horas de trabajo, 16 horas de cuidado y cuidando al menos un hijo”.
Todo esto, añadió el doctor en psicología, con escaso o ningún apoyo de otros familiares o recursos externos.
Tal combinación de factores, subrayó, ha disparado tanto la incidencia como el nivel de depresión entre cuidadores informales, a juzgar por estudios dirigidos por Muñoz Alicea en el 2019 y 2023.
Según observó, en la muestra tomada el pasado año se detectó que el 55.7 por ciento de los cuidadores decía estar atravesando una depresión, con síntomas entre leves a severos, en comparación con el 29.3 por ciento de los participantes del estudio de 2019.
Entre los síntomas que sufrían apuntaban a cansancio o poca energía (76.6 por ciento), problemas para dormir o mantenerse dormidos (62.5 por ciento), dificultad para relajarse (61 por ciento) y problemas para cumplir con su rol profesional, encargarse de las tareas domésticas o relacionarse con otras personas (58.6 por ciento).
Asimismo, el 57 por ciento de los participantes dijo sufrir angustia en exceso y sentirse agobiados por intentar compatibilizar el cuidado con su vida. De hecho, nueve de cada diez cuidadores expresó no poder contar con suficiente tiempo para sí y su familia, debido al rol que asumieron.
Entretanto, uno de cada dos confesó sentirse deprimido y sin esperanzas, pero “apenas el 29 por ciento había recibido ayuda psicológica”.
“Hay que darle visibilidad al cuidador”, puntualizó Muñoz Alicea en el Anfiteatro Monseñor Vicente Murga de la PUCPR. “Hay que cuidar al que cuida. Así que si usted es familiar de un cuidador principal, le invito a ser empático y cuide a ese que cuida”.
Llamado a la conciencia
Para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores y sus cuidadores, el galeno urgió a ganar conciencia de estas realidades y a proveer redes de apoyo que asistan a ambas poblaciones.
Entre las alternativas, destacó, no debe descartarse la contratación de un cuidador formal: un profesional con preparación y experiencia en la materia que asista a las dos partes necesitadas de apoyo.
Para dar este paso, exhortó a que todos los miembros de la familia participen, incluyendo al adulto mayor.
“Y no saque al adulto mayor, a su familiar, a una cita médica para luego llevárselo a su casa y más tarde botar o vender todas sus pertenencias, esas memorias, porque, solo para que sepa, eso es maltrato. Y eso lo pueden ver en la Carta de Derechos”, sentenció.
Muñoz Alicea también exhortó a que todo cuidador y familiar de adultos mayores se eduque en materias de cuidado, para así anticiparse a los eventos y situaciones que enfrentarán, un tópico que reduce marcadamente la ansiedad y para el cual existen recursos como el espacio radial y electrónico Somos Cuidadores, de la Escuela de Cuidadores de Adultos Mayores de la PUCPR.
Muñoz Alicea hizo las expresiones durante el Congreso Latinoamericano sobre Adultos Mayores y Cuidadores que se presentó el pasado viernes y sábado en Ponce. Para acceder a las ponencias de la cumbre, pulse aquí.