Un ejército de 42,000 trabajadores de servicios públicos ha restaurado la electricidad en más de 2.5 millones de empresas y hogares en Florida desde el azote del huracán Ian.
Sin embargo, encender las luces en una casa rodante destrozada que probablemente no pueda repararse y apeste a lodo seco y moho no es mucho consuelo para las personas que perdieron el trabajo de toda una vida en unas pocas horas de viento, lluvia y aumento del nivel del mar.
Mientras revisaba viejas fotos empapadas de sus hijos en las ruinas sombreadas de su cochera, Brenda Palmer no pudo evitar llorar: “Todo el mundo dice que no puedo salvarlo todo. Es mi vida. Es mi vida. Se fue”.
Con la búsqueda principal de víctimas terminada y una gran franja de la costa suroeste de Florida preparándose para la larga tarea de recuperarse del primer golpe directo de un gran huracán en un siglo, los residentes se preparan para lo que serán meses o años de trabajo.
El luto por las pérdidas será duro, lo mismo que las peleas con las compañías de seguros y las decisiones sobre qué hacer a continuación.
Las autoridades atribuyen más de 100 muertes a Ian —la mayoría de ellas en el suroeste de Florida— una poderosa tormenta de categoría 4 con vientos de 155 millas por hora (mph).
Fue la tercera tormenta más mortífera que azotó el territorio continental de Estados Unidos en este siglo, detrás del huracán Katrina, que dejó unas 1,400 personas muertas, y Sandy, que mató a 233.
Si bien el gobernador Ron DeSantis ha elogiado generosamente a su administración por las primeras fases de la recuperación, incluida la restauración del agua corriente y las luces y la construcción de un puente temporal a Pine Island, aún queda mucho por hacer.
Todavía hay montañas de escombros por remover; es difícil encontrar un camino que no esté bordeado por alfombras empapadas, muebles arruinados, colchones mohosos y pedazos de casas.