Segundo de tres reportajes especiales
Cuando Oscar Misla Villalba y Noris Torres Santiago gestaron el concepto de su empresa Caribbean Institute for the Research and Advancement of Clinical Engineering and Technology (CIRACET), ni siquiera intuían que les tocaría asumir el frente de batalla de las emergencias de salud más trascendentales registradas en la isla durante las pasadas dos décadas.
El brote bacteriano que en el año 2013 ocasionó la muerte a más de una decena de pacientes en el Hospital de Carolina de la Universidad de Puerto Rico, la crisis que advino a los hospitales tras el paso del huracán María y la pandemia del Covid-19 fueron, además de imprevistos, sucesos que consolidaron la credibilidad de esta compañía.
Asimismo, bajo el ingenio de los profesionales que integran CIRACET, al inicio del milenio se logró la creación del primer expediente médico electrónico del Departamento de Salud, así como la automatización del Hospital Regional de Bayamón y de 28 Centros de Diagnóstico y Tratamiento administrados por la agencia, en todo el país.
Y aunque el resumen se escriba fácil, este matrimonio de ponceños tuvo que desvelarse incontables veces para abrirse paso en una industria altamente regulada y dedicada a salvar vidas.
“Ya somos parte del cuidado al paciente”, resaltó Noris, evidentemente complacida, quien además de ingeniera industrial ejerce como vicepresidenta de CIRACET.
Como ambos relataron, la empresa comenzó su historia en un apartamento universitario de la ciudad de Blacksburg, en el estado de Virginia, hace 25 años. Desde entonces, ha timoneado proyectos críticos para el Yale New Haven Hospital y la Escuela de Medicina de Yale, entre otras instituciones que confiaron en la ética, conocimiento y experiencia de estos dos boricuas.
Precisamente, Oscar hizo su internado en el Departamento de Ingeniería Clínica de Yale, donde años más tarde lideró el proyecto Y2K para proteger los sistemas informáticos y equipos médicos.
El éxito en tierras lejanas, empero, no frenó las ansias de este matrimonio, determinado a echar raíces en Puerto Rico. Así que, mientras cumplían con acuerdos contractuales en bastiones de las ciencias de la salud de los Estados Unidos, a la vez continuaron con su mudanza programada.
Ya en la isla, CIRACET consiguió su primer contrato en el Hospital de la Concepción en San Germán, pero fue su gestión en el Doctor’s Center Hospital de Manatí, uno de los hitos que marcó su destino.
Allí resolvieron un percance medular, vinculado a un MRI, que le ahorró a ese hospital cerca del 30 por ciento de sus gastos. Esto les dio más visibilidad en la industria.
Durante el 2002, también recibieron el contrato para crear la automatización de los expedientes médicos del Departamento de Salud y, para sorpresa de ambos, en ese momento el entonces secretario Johnny Rullán había indagado en la historia de CIRACET y su vínculo con el Hospital de Yale.
Como recordó Oscar, “el doctor Rullán nos trató con todo el respeto del mundo. Nos explicó, que estaban haciendo un proceso de subasta para consultores y que necesitaban que sometiéramos una propuesta de consultoría para hacer unos proyectos piloto de teleradiología y expedientes médicos electrónicos en 28 instalaciones del Departamento de Salud”.
La propuesta, diseñada por CIRACET, propició que la agencia recibiera subsidios federales adicionales para este fin.
“Salud se llevó los grants. Empezaron a trabajar esos proyectos y, a la misma vez, esa administración le asignó un montón de dinero a la tarjeta inteligente de ASES (Administración de Seguros de Salud de Puerto Rico). Fue un proyecto novel, bonito, la tecnología iba a cambiar y se sabía, pero como el doctor (Rullán) decía, ‘es un mal necesario’. Lo importante es la data que tengo en los CDT’s”, recordó.
Asimismo, el plan de CIRACET logró que muchas instalaciones de salud del gobierno recobraran dinero por los servicios prestados. Aun así, el proyecto confrontó una lucha en otras esferas gubernamentales.
“Nuestro proyecto era (centralizar) la data y lo logramos, eventualmente”, relató Oscar, pero en el trayecto, durante el gobierno compartido del 2005, la iniciativa se politizó y “le tiraron bien duro a la inversión de la tarjeta”.
“Ahí vinieron auditorias. Todo el mundo salió corriendo, abandonaron el barco y el único que salió en defensa de todos los proyectos fue CIRACET”, sostuvo.
“Teníamos el diseño completo, el organigrama y los CDT’s que habíamos montado. Estaban funcionando brutal. Logramos recobros de facilidades que no cobraban. El Regional de Bayamón llevaba cero ingresos por año y (luego) estaban facturando casi $2 millones. El CDT de Vieques, que no facturaba, estaba facturando. Igual que el CDT de Isabela”, recordó.
La primera cita para defender sus ejecutorias ocurrió ante el Departamento de Justicia.
“Cuando nos citan en Justicia, fuimos y le presentamos con claridad lo que estábamos haciendo. El gobierno compartido luego nos citó a vistas públicas. Nos sentamos en las vistas y le dijimos ‘Esto es lo que hay. El que pare este proyecto, es un loco. Están haciendo chavos’”, contó.
“Eso fue un momento épico donde dimos un cuadrangular. Y le asignaron al proyecto $80 millones, un proyecto que lo iban a parar. Recibió grants federales por todos lados. En el área de informática, explotó la cosa… el Centro Médico, hospitales privados, radiología digital. Ese mapa (récords médicos electrónicos) se diseñó en 2002 y todavía lo usan”, continuó con evidente orgullo.
CIRACET al frente de las crisis
La carrera con obstáculos, sin embargo, no se detuvo allí.
Como explicó Noris, “hubo tres crisis grandes, que le dieron credibilidad a la empresa”. Oscar las detalló.
“En el 2013, se propagó una bacteria en el Hospital de la Universidad de Puerto Rico en Carolina. Murieron bebés. Inmediatamente llegó el CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, en español) y secuestró el hospital”, recordó el presidente de la empresa.
“Trajeron a una compañía de Estados Unidos que hizo una investigación exhaustiva y encontraron que los focos de infección estaban en los ventiladores”, expuso el también ingeniero biomédico, al resaltar a figuras como los doctores Rullán y Enrique Vicéns, quienes fueron asignados por el CDC para investigar el asunto.
“Eso había que resolverlo de inmediato. Llamaron a CIRACET. Llevábamos una vida tratando de entrar a ese hospital y logramos resolver el problema. De ahí en adelante, esa crisis nos permitió entrar en un hospital académico y, por lo que pasó, nos dejaron correr la planta física”, describió.
La segunda crisis, continuó Oscar, llegó con el huracán María.
“El huracán dio bien duro a los hospitales de la región este. Todos se escocotaron. El único CT Scan que quedó operando en toda esa región de Puerto Rico era un CT que nosotros le estábamos prestando al hospital (de Carolina) antes del huracán. Era en ruedas, mientras nosotros hacíamos reparaciones. Los pacientes estaban llegando allí”, recordó.
“Entonces, FEMA nos invitó a que CIRACET estuviera en el COE (Centro de Operaciones de Emergencia); fuimos el único grupo de planta física de hospitales que tenía acceso al COE. Nos creó una reputación muy grande y empezaron a llegar contratos para correr planta física de los hospitales. Nos marcó a nivel de crisis mode”, agregó.
Asimismo, el colapso de la red de distribución eléctrica impidió que los acondicionadores de aire en la mayoría de los hospitales funcionaran, “pero había que hacer sala de operaciones”.
“Nos llamaron de San Lucas, porque no funcionaban los generadores. Buscamos oportunidad para hacer cirugías, llevamos (al personal y pacientes) para las salas de cateterismo, que corren con menos energía y, de momento (el hospital) tuvo dos salas de operaciones y atendimos las emergencias y eso nos dio credibilidad”, acotó.
Otro momento histórico que galvanizó la confianza en esta empresa ponceña fue la inusitada pandemia del Covid-19.
“De nuestro staff, ninguno se quitó”, destacó Oscar.
Según puntualizó, en el episodio más crítico de la pandemia, cuando el mundo desconocía a qué se enfrentaba, CIRACET se personó en hospitales para asegurar protocolos de seguridad y el correcto funcionamiento de ventiladores, los que para entonces eran la única herramienta de supervivencia para contagiados en estado crítico.
“Todos nuestros técnicos e ingenieros de servicio se vestían y entraban a los cuartos con Covid, todos, muchachos jóvenes con bebés, acabados de graduar y que podían mirar para el lado, pero nunca dijeron que no”, subrayó.
“Todas las demás compañías no llegaban. Esa credibilidad, ese agradecimiento está, porque éramos los únicos haciendo esto”, sentenció.
Próximo “Noris y Oscar: un binomio que eligió amar, crear y triunfar”.
El periodista Omar Alfonso colaboró en la realización de este reportaje.
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