Último de tres reportajes especiales
Desde el momento en que saltaron de universitarios a profesionales contratados por la gerencia del Yale New Haven Hospital, ambos han sido un binomio de alquimistas.
De hecho, sus logros en la industria de las ciencias de la salud -una de las más complicadas, reguladas y críticas para la vida de millones de pacientes- no conocen un precedente similar.
Para llegar al sitial que hoy dominan, admiten que se han visto forzados a recorrer un maratón de obstáculos, sacrificios e insomnio, pero, aun así, para todos han estado preparados, porque desde la etapa colegial supieron reconocer sus fortalezas y debilidades… y porque aún antes de contraer matrimonio sabían que contaban el uno con el otro.
Ellos son Oscar Misla Villalba y Noris Torres Santiago, propietarios fundadores de la prestigiosa empresa CIRACET y esposos que se conocieron cuando estudiaban en la Academia Santa María en Ponce. Y aunque Oscar cursaba un grado distinto al de Noris, nada impidió que el destino los flechara.
“Tengo memorias de Noris desde séptimo grado. Hicimos amistad cuando empezamos en el National Honor (Society) y el Consejo de Estudiantes. Yo en cuarto año y en ella en tercer año”, recordó Oscar, ya a sus 51 años y sin parar de sonreír.
“Después, las vueltas de la vida… Noris era roommate de Leslie, mi hermana (en el Colegio de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico)”, continuó.
Según reconoció, “A mí me gustaba trabajar con Noris, desde que estábamos en el consejo. Ella es más estructurada que yo. Es un excelente complemento. Pero cuando sabes que eres muy impulsivo, tú sabes que eso es un peligro y es importante tener una referencia”, admitió.
Asimismo, el ingeniero biomédico admitió que ella “me encantaba y teníamos buena química, aunque venimos de grupos distintos”.
No obstante, el plan maestro del destino primero colocó a Oscar en los Estados Unidos para estudiar ingeniería clínica, específicamente, en el Yale New Haven Hospital de Connecticut, mientras que Noris, se quedó en la isla forjando su futuro académico como ingeniera industrial.
Aun así, mantuvieron comunicación por carta, “porque llamar salía caro”, hasta el momento que definió su relación, lo que ocurrió en uno de los parques temáticos de Disney, el 25 de noviembre de 1992, mientras ella disfrutaba de un receso y festejo de cumpleaños.
A partir de entonces, serían intrínsecamente inseparables.
Tiempo después, Noris cruzó el Atlántico para hacer su maestría en Ingeniería Industrial, especializada en Factores Humanos y Economía del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia, Virginia Tech. Así, se mantuvieron viajando entre ciudades hasta que contrajeron matrimonio en el verano de 1997.
“Noris era la de los chavos, porque ella estaba estudiando en Virginia Tech”, disparó Oscar, mientras Noris casi soltaba una carcajada. “Ella tenía una beca de (la Compañía de) Fomento, trabajaba en la universidad y era la que nos mantenía”, continuó.
“Así que, ya casados, yo subí de Corn Flakes y Chef Boyardee, todos los días, a todas horas, a comer un poquito más”, comentó aliviado.
Mas a pesar de sus complicadas agendas, el joven matrimonio no dejaba de compartir a la menor provocación y de soñar con su propia compañía. Máxime, cuando ambos traían los genes de empresarios por parte de sus padres.
Hasta que, en uno de los viajes de Oscar a Virginia, se sentaron a idear nombres y un logo para su retoño empresarial. Así nació CIRACET, las siglas del Caribbean Institute for the Research and Advancement of Clinical Engineering and Technology.
“Ella estaba envuelta en su tesis y, en una de las visitas, conoció a la directora de terapia física y logró hacer el contacto para salir del laboratorio y hacer la tesis con personas en un setting del calibre de Yale”, explicó Oscar. “Eso nos permitió que ella pudiera entender la oportunidad que yo había visto allí y, de ahí se volvió mucho más fácil… porque yo podía hablarle de lo que estaba viendo y ella entenderlo”.
“De ahí ya sabíamos lo que queríamos hacer. Vamos a hacer una empresa que haga lo básico, gerenciar equipo médico y consultoría. Pero le vamos a añadir el procedimiento de ingeniería con todo el proceso de Human Factor, le añadimos informática. Ya estaba bastante claro qué era lo que queríamos hacer como empresa, pero todo iba a ser consultoría y servicio”, acotó.
Y lo lograron. En corto tiempo ganaron con méritos diversos contratos con el Hospital y la Escuela de Medicina de Yale, así como el deseo, cada vez mayor, de poder hacer lo mismo en Puerto Rico, su espacio natural. Hasta que un día Noris sorprendió a su marido con una noticia que aceleró todo.
“Me dio la noticia de que Oscar Alejandro venía en camino”, relató sobre la ansiada llegada de su primogénito, lo que casi de inmediato definió el día del retorno definitivo al país.
Ya instalados en Puerto Rico y reiniciando desde cero el modelo empresarial que con éxito forjaron en Connecticut, la familia Misla Torres también se expandía, con la llegada de Sofía Isabel y Cecilia Sofía, ahora de 20 y 13 años, respectivamente.
“¿Cómo manejaron ambas facetas a la vez?”, preguntó La Perla del Sur.
“La presión se me refleja, las canas, la salud. Ella (Noris) coge las cosas con calma, todo es paz”, resumió el hermano de Javier, Ramón, Leslie, Abel y Jerry Misla Villalba.
Aun así, para apaciguar y estabilizar sus emociones, Oscar intentó hallar un pasatiempo. Desde el golf, en el que se confesó “desastroso”, hasta que se topó con el hobby que deseaba, pero no esperaba.
“La familia completa estaba buscándole el hobby perfecto, porque él ya estaba aburrido”, resaltó Noris, de 49 años, al abundar que cuando intentaron el golf “él iba a romper el campo, haciendo hoyos”.
Hasta que “un día, me llamó Agustín Díaz, el pasado dueño de los Leones de Ponce”, rememoró Oscar.
Según adundó, él iba a pasar el batón del equipo a otro “y yo me había puesto a dirigir en Constancia (ligas menores de baloncesto) con César Bocachica, y lo hacíamos bien. Éramos los querendones de Constancia y a mí me gratificaba. Estaba mi nene, que le gustaba más dirigir conmigo que jugar”.
“Mi hermano menor, Jerry, también estaba becando nenes en la Academia Santa María, que es a donde somos todos, para ayudarlos a echar pa’ lante. Así que, el baloncesto lo teníamos en el DNA y llegó esa oportunidad”, agregó.
Fue entonces cuando nació Ponce Sport and Entertainment.
“La misión y la visión de Ponce Sport and Entertainment, que es el proyecto del baloncesto, es desarrollar la economía, lo cultural y lo social a través del deporte. No tengo control si ganamos o perdemos… pero eso ha traído un valor”, mencionó.
Y a tono con su incesante inquietud personal, Oscar también adquirió la franquicia de los Leones de Ponce en el béisbol profesional, un equipo que, aunque no clasificó para la postemporada, terminó con porcentaje de victorias de .500.
“Es verdad que trae canas, peleas, frustraciones, úlceras, ¡de todo! Pero he ganado 15 hijos en el baloncesto y 40 en la pelota. Incluso, los empleados se quejan de que ya no me ven, porque todavía los directores (de CIRACET) y yo salimos a jugar baloncesto o sóftbol con los empleados. Todavía tengo esa bendición que lo puedo hacer”, añadió.
Como reconoció, su familia extendida en CIRACET ha resentido el tiempo que ha dedicado a estas nuevas faenas “y he tenido que dar mil charlas a los empleados del propósito, de lo que yo veía en eso, en términos de fijar más nuestro nombre como empresa”, a lo que asintió con su mirada Noris.
Mas al final, todo ha sido ganancia de retos y pericia.
Sobre la experiencia de trabajar juntos por más de dos décadas y, a la vez, llevar las riendas de un hogar con hijos y compromisos familiares, la pareja sentenció que “ha sido una bendición”.
“Es transparente para nosotros”, añadió Oscar.
“Operacionalmente el barco corre. Noris maneja eso con la izquierda, no miro recurso humano, no miro finanzas. Tenemos 100 empleados aproximadamente, incluyendo Chile, Estados Unidos, San Juan y Ponce”, acotó.
Entretanto, sus hijos se han criado en la empresa.
“Oscar Alejandro de 23, está haciendo maestría en Digital Bussines Transformation en España. Sofía Isabel tiene 20 años y está estudiando en Tampa (atraída por la Medicina) y Cecilia Sofia tiene 13 años. Todos se han criado aquí. Nosotros hemos tenido la bendición de que trabajamos juntos, no es un reto”, resaltó.
“Ellos conocen a todos nuestros empleados y todos los programas de CIRACET. El mayor entiende muy bien las finanzas de CIRACET, conoce los productos, lo usa en su tesis y en sus proyectos. Habla la jerga”, agregó el orgulloso padre.
Y al reflexionar sobre el éxito que han logrado, ambos asintieron que la clave ha sido su equipo de trabajo.
“Bien temprano en el juego, siempre se nos unió gente buena y tenemos varias personas que son nuestra mano derecha, que llevan con nosotros 20 años.
Hay un trust factor”, explicó Noris.
Además, “nosotros somos una empresa pachanguera. Aquí siempre ha habido fiesta. Y somos una empresa de muchos sofás, por lo que aquí es bien fácil sentarse a hablar”, continuó.
“La gente que está con nosotros es bien preparada y le gusta trabajar aquí. Gente buena y comprometida, de esa que es bien difícil conseguir”, agregó.
De igual modo, todos han tenido claro que la función y razón de ser de CIRACET es el cuidado al paciente.
“Tenemos mucha presión. Si nosotros fallamos se afecta un paciente. Estamos en la primera línea de defensa del paciente, no podemos fallar y, si tenemos un error, lo corregimos rápido”, insistió.
“A la misma vez, nos damos espacio para atender el humano que somos, cosa de que la energía y el compromiso siempre esté y nos permita a Noris y a mí, cogernos un break”, puntualizó Oscar. “Tratamos de pagar lo mejor posible dentro de lo que los hospitales nos permiten, que son los que nos dan el dinero. No somos los mejores que pagamos, pero suficiente para que la gente haga vida aquí. Eso nos ha permitido dedicar mucho tiempo a nuestros hijos”.
Mas al cierre del diálogo, el ingeniero biomédico subrayó que “para mí, la métrica no es el dinero, sino la empleomanía contratada. Es más importante tener 100 empleados que $10 millones en ingreso bruto”.
“Al final del día, siempre he dicho que Puerto Rico es el centro del mundo, porque aquí ha habido suficiente negocio para crecer. Pero no está ahí, tocándote la puerta. Hay que salir a buscarlo”, concluyó.
El periodista Omar Alfonso colaboró en la realización de este reportaje.
Son los mejores!! Los Adoro!!