Los incidentes de sexting, sextorsión y grooming han dejado de ser casuales para convertirse en una amenaza entre adolescentes e, incluso, niños aun menores.
Solo durante el año 2022, 7 mil denuncias de extorsión sexual que involucraron a 3 mil víctimas, mayormente varones, fueron oficialmente radicadas en los Estados Unidos y sus territorios, alertó el pasado año el Negociado Federal de investigaciones (FBI por siglas en inglés).
Según registros de la agencia, incluso más de una docena de los menores de edad involucrados tomaron la fatal decisión del suicidio.
Favorecida por el crecimiento exponencial del uso de la tecnología entre jóvenes y niños, la sextorsión es una modalidad de chantaje en la que delincuentes recurren a información o imágenes sexuales para extorsionar a su víctima, a cambio de dinero o favores sexuales.
A menudo, sus fuentes son las redes sociales y los mensajes de texto. Estos últimos, canales de propagación para el sexting: otra modalidad que emplea teléfonos móviles con cámara para transmitir fotografías o vídeos con connotación sexual que, una vez enviados, pueden ser utilizados de forma dañina.
Esta práctica también ha catapultado los casos de ciberacoso o engaño pederasta, también denominado grooming, otra forma delictiva de acoso que involucra a adultos que logran contacto con un niño, niña o adolescente con el fin de ganarse su confianza para luego involucrarle en una actividad sexual.
Al igual que en el resto del mundo, en Puerto Rico estas modalidades de ciberbullying — cuando un niño o adolescente es molestado, amenazado, acosado, humillado o avergonzado a través de Internet — trastocan su convivencia y salud mental, al igual que la de sus familias.
Asimismo, perturban a compañeros de escuela y maestros de las víctimas, quienes identifican cambios de comportamiento y señales de alerta. Sus preocupaciones e intenciones de ayudar, sin embargo, suelen carecer de las herramientas para un auxilio integral y efectivo.
Profesionales al rescate
Ante el auge que han experimentado los casos de acoso en estos órdenes y su peligroso detrimento en la autoestima, convivencia y el aprovechamiento académico de las víctimas, Ponce Health Science University (PHSU) ha dado pasos proactivos, integrando a su currículo académico estos tópicos y formando cabalmente, tanto a recién graduados, como a los futuros profesionales que intervendrán con todas las partes perjudicadas.
Como reconoció la doctora Rebecca López Bobonis, directora del programa de Psicología Escolar en los recintos de Ponce y San Juan, “nuestra juventud está viviendo momentos muy difíciles”.
“Están tratando de desarrollar su propia identidad, están tratando de encajar socialmente con su grupo de pares, mientras se enfrentan a lo que es el bullying y el cyberbullying”, continuó. “Incluso, ahora, como profesionales en psicología escolar tenemos que trabajar con lo que es la automutilación, con la depresión en edades muy tempranas, con ideaciones y conductas suicidas. Este es el pan nuestro de cada día”.
“Si le sumas que hay una influencia increíble de las redes sociales, cuando vienes a ver son muchas las cosas, como los retos que hay por TikTok, que ponen en peligro la vida de nuestros jóvenes”, advirtió.
No obstante, puntualizó que el programa de Psicología Escolar del PHSU está jugando un rol crucial en la formación de profesionales con conocimientos en destrezas básicas en manejo de traumas, además de “intervención a nivel socioemocional, académico y conductual”, destacó.
“Otra particularidad de nuestro programa de Maestría es que también tenemos una subespecialidad en Neuropsicología. ¿Qué implica esto? Que nuestros estudiantes aprenden cómo el cerebro se ve impactado por circunstancias sociales, biológicas y ambientales, y cómo eso interfiere en el aprendizaje, en estas estructuras cerebrales”, describió López Bobonis.
“Esto va a ser bien importante para ayudar a los maestros a aplicar estrategias académicas o educativas que vayan a la par con esas dificultades que nuestros niños puedan ir presentando, que son producto de una alteración en la estructura cerebral por las circunstancias de vida o experiencias que esos niños viven”, abundó.
Carrera en demanda
Sobre el mercado de empleo y las puertas que abre la maestría, López Bobonis apuntó que la demanda por esta especialidad va en crecimiento en Puerto Rico, ya que son más los planteles que los psicólogos escolares disponibles para atender a la población vulnerable, a sus familias y a la comunidad escolar.
“Las escuelas son más que los especialistas que tenemos en esta área, en esa especialidad”, mencionó.
“Y en la actualidad, estas pueden tener un psicólogo clínico con experiencia trabajando con niños, pero que no necesariamente conoce la dinámica de una comunidad escolar, lo que es trabajar en comunidad, en comunidad escolar”.
“Esto implica intervenciones en crisis, trabajar con las familias, dar consultoría administrativa e, incluso, entrar en aspectos académicos de currículo, que son cosas bien específicas de nuestra especialidad”.
“En resumen, el psicólogo escolar no solamente trabaja con el estudiante y la familia, nosotros trabajamos con esos docentes que son los que reciben a estos niños y quienes también están lidiando con sus propias circunstancias”, agregó la directora académica.
“Hablamos de comunidad escolar, porque la comunidad escolar integra también lo que es el área administrativa, a esa directora que va a tomar decisiones específicas, por ejemplo, por un estudiante que ha presentado problemas de conducta”.
Vocación con recompensas
Estas intervenciones profesionales, además de urgentes, resultan críticas para el bienestar de la población escolar, su convivencia y sus futuras contribuciones a la sociedad.
“Ahí es donde más aportamos como psicólogos escolares”, sentenció López Bobonis. “Evaluamos las necesidades del niño o niña que, no necesariamente son de educación especial si no que, por ejemplo, experimentan situaciones como divorcio, abuso sexual o de maltrato, llega a la escuela y está distraído, no se puede concentrar en clase, no puede terminar los trabajos, sale mal en los exámenes”.
“Buscamos qué tipo de acomodo les podemos dar sin violentar la confidencialidad y, a la misma vez, les proveemos las herramientas a ese maestro para ser empático en este proceso educativo y al estudiante para que aprenda lo que tiene que aprender, dentro de las circunstancias lastimosas que está viviendo”.
“Por eso, esta especialidad trabaja con cualquier aspecto, ya sea de índole social, emocional, conductual o académico que esté interfiriendo, de una manera u otra, en ese desarrollo general de nuestros niños y jóvenes”.
Profesión al alcance
Sobre los requisitos de ingreso, la doctora explicó que el programa exige “un mínimo de tres puntos a nivel de bachillerato” y aptitud para “trabajar con niños, adolescentes e, incluso, con jóvenes adultos, porque nuestro trabajo no termina cuando salen de la escuela superior”.
Asimismo, indicó que deben completar una entrevista con personal del programa, quienes evaluarán, entre otros aspectos, el interés de trabajar por la niñez y la juventud “sabiendo que hace tanta falta impactar esas vidas”, recalcó López Bobonis. “Y mientras más temprano, mejor”.
Por último, explicó que el grado de Maestría en Piscología Escolar se completa tras la aprobación de 62 créditos que se distribuyen en tres años, dos de los cuales se enfocan en clases con componente práctico, y un internado de 1,200 horas en el tercer año.
Quienes sientan atracción por esta disciplina, solo deben comunicarse con la Oficina de Admisiones de PHSU para orientación o, si lo prefieren, llamar a cualquiera de los miembros de la facultad del programa.
Para asistencia, puede llamar al 787-664-5254, donde también podrá obtener información sobre las ayudas económicas disponibles. Para aplicar en línea, pulse aquí.