Doña Sofía Del Pilar esperaba lo peor.
Su ansiedad le secaba el paladar, y ni hablar de su respiración.
Sentada en solitario en una sala de espera, presentía que sus síntomas y el tiempo que llevaba sin seguimiento médico conspiraban para acorralarla en un rincón del que no tendría escapatoria. A sus 80 y tantos años, además, sentía escasas esperanzas a las que aferrarse.
Hasta que escuchó un clásico musical.
Era la danza Felices días, del compositor Juan Morel Campos, el tema que tantas veces le había dedicado su fenecido esposo.
De inmediato, sin anticiparlo, su corazón comenzó a latir más lento, más al compás de la melodía, mientras sus labios descontrolados comenzaron a recitar:
“Vuelve otra vez junto a mí, que solo así mi bien me siento yo feliz”.
Aquella medicina sonora para el alma, aquel bálsamo para el espíritu, provenía de la misma sala y, sin duda, de alguien de su generación.
Era Juan Carlos Villarini Marrero, el hombre en la piel del más consumado pianista, quien con maestría innata posaba sus manos sobre el instrumento que a tantos ha enamorado.
Impecable, de principio a fin, el maestro Villarini culminó el tema, logrando que doña Sofía olvidara su pesar y atesorara el presente: un gesto al que ella correspondió con dulce mirada y sutil aplauso.
Alquimias como esta se repiten casi a diario, desde el 16 de julio de 2015, en el lugar más insospechado para un concierto de piano. Para colmo, motivadas por la vocación, pasión y generosidad de don Juan, quien ofrece su música y talento de forma voluntaria.
La historia
Como explicó Amado Vega Velázquez, director del Departamento de Relaciones Públicas de Med Centro, todo comenzó ocho años atrás durante un encuentro entre el pianista, entonces con 76 años de edad, y Allan Cintrón Salichs, director ejecutivo de esta organización de base comunitaria, establecida en la avenida Hostos de Ponce.
“En el 2015, don Juan era participante del Centro de Cuidado Diurno para adultos cercano a Med Centro y allí iba a almorzar y a tocar el piano”, relató. “Hasta que un día el licenciado Cintrón lo vio en acción y lo invitó a hacer lo mismo, pero de forma pionera, en una sala de espera”.
El maestro Villarini, sin pensarlo dos veces, aceptó el convite y hasta el moderno keyboard que la dirección de Med Centro puso a su disposición en la Sala de Espera de Pacientes del Edificio 1 de la institución.
“Y a partir del 16 de julio de ese año viene como voluntario, a regalar su talento, por lo regular dos veces al día, mientras los pacientes aguardan ser atendidos por sus médicos primarios”, continuó Vega Velázquez.
“Desde entonces” agregó, “ocurren dos cosas. El paciente que a veces llega ansioso se tranquiliza, porque la musicoterapia de don Juan tiene la capacidad de serenarlos, y a la misma vez el personal que los atiende también se siente relajado, porque es música bien pensada y ejecutada, que lo mismo puede ser una danza, que un danzón o un bolero”.
Su repertorio, sin embargo, no se limita a las melodías que mejor evocan a la juventud de este romántico de 84 años de edad, aclara de inmediato Vega Velázquez.
“Un dato muy curioso es que don Juan siempre se mantiene al día con los ritmos y con los temas del momento”, comentó. “Recuerdo en una ocasión haber entrado aquí y escuchar una bachata… y, efectivamente, don Juan estaba interpretando el éxito musical del momento, que era un tema de Romeo Santos, adaptado al piano y al público de Med Centro”.
“Y ahora me estoy tratando de aprender el tema de Barbie”, ripostó de inmediato el pianista que desde los tres años de edad ha contraído un juramento de unión indisoluble con el pentagrama.
Leyenda viva
Como abundó el propio don Juan, esa unión era inevitable, ya que desde tan temprana edad sus padres Juan Villarini Vélez y Paquita Marrero lo aproximaron al talento de colosos como Elsa Rivera Salgado y Narciso Figueroa, portentos del piano que además sembraron la semilla para su eventual ingreso al conservatorio de arte neoyorkino Juilliard School.
Su padre, sin embargo, anhelaba que Juan Carlos se licenciara en Derecho, por lo que en el 1964 lo trajo de vuelta a la isla para ingresar a la Escuela de Leyes de la Universidad Católica en Ponce, bajo la tutela de los licenciados Frau Pietri, Ribot, Díaz Mañas, Portuondo y el decano Carles Eugini Mascareñas.
No obstante, su entrañable amistad con el entonces titular del Hotel Meliá, Nicolás “Nicky” Albors, propició que su auténtica vocación, y no el Derecho, tomara el timón de su destino.
“Cuando me puse a hacer shows con los artistas que venían del Ocho Puertas en el Viejo San Juan, traídos por don Nicky para El Meliá, yo me dije ‘Yo no puedo seguir con esto de ser abogado. No puedo’”.
Y así lo hizo. Con la bendición inicial de su madre, don Juan inició una carrera como pianista profesional que le permitió acompañar a las celebridades musicales del momento e, incluso, estrenar junto a ellas temas que ganarían fama mundial.
Tal fue el caso de Amor por ti, canción que inmortalizó el inigualable Pellín Rodríguez y cuya premiere tuvo lugar en El Texan, un club entonces ubicado frente al residencial José Gándara de Ponce, con el acompañamiento de Villarini al piano.
“Él no había sacado aún el LP, pero el estreno mundial lo hicimos allí, en vivo”, rememoró sobre aquella mágica noche de 1973.
Otros artistas, como Carmita Jiménez, Gilberto Monroig, Santitos Colón, Luis Lebrón e, incluso, el padre del teatro puertorriqueño, Francisco “Paco” Arriví, requerían al maestro Villarini cuando realizaban presentaciones, en y fuera de Ponce.
Y es este pianista, este hito encarnado de la historia musical de la ciudad, quien casi a diario regala su musicoterapia a un sinfín de personas en Med Centro, para liberarlos de angustias, para sanar su ansiedad y motivarlos a sanar.
“Por eso, contar con don Juan para nosotros es una bendición”, sentenció Vega Velázquez.