Esta semana, millones de personas en el planeta conmemoran el nacimiento del niño Jesús, el hijo de Dios enviado a la tierra a morir por todos nuestros pecados. Una hermosa historia en la que una sola columna resulta imposible explicar en su totalidad.
Pero, por mi mente, solo pasa una cosa, ¿qué pasaría si Jesús naciera en Puerto Rico en el 2022?
Imagino el desasosiego de María al enterarse de que está embarazada por obra y gracia del espíritu santo. Luego, el corre corre para dar con un ginecólogo y hacer una fila kilométrica en el piso, solo para enterarse que las citas son para septiembre del año que viene.
Ya, resignada con su realidad, María corre el riesgo de aparecer en la Comay y en El Calce por tener un hijo fuera de matrimonio. “Mujer jura estar embarazada de fantasma”, leerían los titulares. Porque sí, así es nuestro Puerto Rico. El hijo de Dios estaría a punto de nacer en una cultura de bullying, impulsiva y severamente destructiva.
Pasadas las burlas y humillación colectiva, esta mujer procedería a tratar de descansar en su humilde hogar: una casa de madera con toldo azul, en un sector con carreteras intransitables desde Fiona.
José la agarraría de la mano y la ayudaría a bajarse de su burro, un Toyota Tercel con los suspensiones rotas por culpa de las pésimas carreteras, para luego llegar al hogar, subir el “switch” de la luz y darse cuenta de que no la tienen. “¡Me cago en LUMA!”, exclamarían al unísono.
Luego de meses con cuidado médico inexistente, María estaría lista para traer al niño Jesús a su nuevo mundo. La sala más cercana podría ser el Centro Médico y, ¡sorpresa! Tampoco tiene luz. Jesús nació alumbrado con el flashlight de un iPhone, en medio de incertidumbre y una deuda mórbida que lo perseguirá hasta el día de su cumpleaños número 33.
José, por su parte, quien no aguantaría más que le llamaran “cuernú” en la calle, decidiría abandonar a su familia y mudarse a los Estados Unidos. María entonces se vería agobiada por los problemas y su situación financiera. No le quedaría otra que abandonar sus estudios y empezar a llevarse al pequeño Jesús a su turno de trabajo.
Su madre, siempre tratando de ayudarlo, posiblemente note que Jesús muestra signos de trastornos psicológicos, por lo que empezaría a buscarle ayuda. Encontraría a una compañía que ofrece servicios a personas como ellos, de escasos recursos, tramitaría rápido su cita y la cita, probablemente, nunca ocurra, porque María luego descubriría que el dueño de la compañía se compró un yate con el dinero destinado a ayudar al pequeño Jesús.
Jesús, ya perdido en su nueva realidad, decidiría pertenecer al bajo mundo. Un mundo que rápido lo adoptó porque, ¿cuál punto de drogas no quisiera un bichote que hace milagros?
Lamentablemente, sus escapadas no durarían mucho. Porque luego de ser intervenido por un oficial frente a un establecimiento de comida rápida, Jesús se pondría guapo con un policía y le sacarían un taser. El golpe eléctrico sería tan fuerte, que el corazón de Jesús no lo aguantaría y moriría tirado en la calle.
Así o más irreverente sería la historia de nuestro Jesús boricua. Un chamaco que a pesar de hacer milagros y ser especial, tendría todas las de perder.
En el tiempo de Jesús la sociedad era igual de podrida lo único que esa parte no se reseña…añado que igual pasa con el via crusis que vivimos dia a dia por estos gobernantes corruptos.