Durante meses hemos escuchado al gobernador Pedro Pierluisi expresarse respecto al contrato de LUMA Energy LLC (LUMA). El tema común de todas sus expresiones es que, pase lo que pase, LUMA se queda.
Sin embargo, el gobernador ha exigido a través de los medios de comunicación que se realicen cambios en el liderato de LUMA. Incluso, hay rumores de que el mismo gobernador pretende reemplazar el liderato de la compañía eléctrica por su cuenta y nombrar en su lugar al ingeniero Josué Colón, actual director ejecutivo de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), como presidente de la corporación.
Ahora, si esa combinación de oraciones no le hizo inclinar hacia un lado su cabeza y tal vez fruncir el ceño de confusión, permítame un momento para explicar. Claro, esto no impide que aquella persona que se sintió, como yo, sentada en el teatro del absurdo, continue leyendo. Pero tal vez no sea igual de necesario.
En primera instancia, notemos que el gobernador está utilizando una técnica que en Puerto Rico conocemos muy bien. Cuando surgen problemas, controversias o conflictos con una entidad pública, particularmente del tipo que fomentan titulares explosivos -sin que sea intencional el juego de palabras- el partido en poder tiene y usa la facultad de reemplazar a sus altos ejecutivos, limpiar la cara de la agencia y seguir adelante con la esperanza de que el problema se resuelva o se olvide.
Esto no es nada nuevo. Lo que provoca el uso de la palabra “absurdo” es el contexto.
Por años, sino décadas, el gobernador y las pocas personas que apoyan el contrato de LUMA han justificado la necesidad de la privatización de la AEE -entre otras razones que no voy a discutir aquí-repitiendo que la corporación privada es independiente y eficiente. Que no está sujeta a vaivenes político-partidistas. Que no requiere la intervención del gobierno.
Entonces, ahora, ante las realidades del contrato de LUMA, estas mismas personas quieren resolver el problema de la entidad privada utilizando las estrategias que han usado en el sector público.
Pero ¿no querían privatización?
Por un lado, ¿están admitiendo que la privatización de un servicio esencial es un error? Y, a su vez, ¿están pretendiendo dar cara por la empresa privada que vino a lucrarse de nuestra necesidad de ese servicio esencial? Aquí, el primer absurdo.
El segundo absurdo, y para mí más importante, es que el cambio de liderato en la compañía privada claramente evidencia una falta de compresión de nuestra situación.
El contrato de LUMA, como ya tantas personas deben estar hartas de escuchar, es leonino. Sus disposiciones son unilaterales y solamente favorecen a LUMA, que se lucra del contrato independientemente de su desempeño. Mientras tanto, la AEE y el pueblo de Puerto Rico pagan y sufren.
Esto no es un accidente. Esto no es un error cometido por el liderato de la entidad. Este es el diseño del contrato que el gobernador tanto defiende.
Todas las fallas que se han identificado en el desempeño de LUMA, su falta de transparencia, la ausencia de rendimiento de cuentas, todo responde a las cláusulas contractuales negociadas y otorgadas en el 2020 por los ejecutivos de la AEE, la Autoridad de Alianzas Público-Privadas, el Negociado de Energía y la Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal de Puerto Rico. Muchas de estas son las mismas personas que hoy se alinean con el gobernador en defensa del contrato.
Leer las expresiones del gobernador y escuchar los rumores del cambio de liderato de LUMA, cuando el curso de acción que se le exige es dejar expirar el contrato, me hace sentir como si estuviera sentada en una esquina, esperando a Godot.
La situación energética de Puerto Rico es una tragedia que motiva la salida de nuestra población hacia el exterior, tanto o más que otros factores económicos. Esa situación se ha agravado con la presencia de LUMA. Pero seguimos esperando por el gobernador.
En esa esquina sentada y esperando, comparto con pares y nos preguntamos:
Y entonces, ¿nos vamos?
No podemos.
¿Por qué?
Que se vayan ellos.
Excelente análisis y mejor reflexión.