Desde el 2 de enero de 2025, Puerto Rico vive una nueva era bajo la administración de la gobernadora Jenniffer González Colón. Sin embargo, más que una era de progreso, planificación o gobernanza efectiva, parece que hemos entrado en la era del selfie.
Sí, el gobierno del selfie, donde la política pública se reduce a una colección de fotos casuales con figuras de poder, capturadas con un ángulo favorecedor y una sonrisa ensayada.
Apenas lleva dos meses en el poder y la gobernadora ha presentado solo tres proyectos de ley a la legislatura. Tres. Para un país sumido en una crisis económica perpetua, donde la sombra de la austeridad impuesta por Donald Trump y Elon Musk amenaza con devorar los fondos federales, tres proyectos de ley es un chiste, pero no de los buenos.
La teoría del selfie
El selfie, esa práctica moderna de auto fotografiarse, ha trascendido la simple autopromoción en redes sociales para convertirse en una herramienta política. Sin embargo, el selfie político no es solo una foto. Es un discurso visual.
En la teoría del selfie, cuando una persona de menor jerarquía se fotografía junto a una figura de poder, busca proyectar una equivalencia que en realidad no existe.
Es como si un fanático lograra tomarse una foto con su cantante favorito y, de repente, pretendiera ser parte de la banda.
En el caso de la gobernadora, esa persona “de menor jerarquía” es quien debería ser la máxima autoridad del país. Tomarse selfies con funcionarios de Washington no la convierte en su par; al contrario, evidencia su subordinación.
Este fenómeno ha sido estudiado ampliamente en el contexto de las redes sociales.
Investigaciones revelan que el selfie puede ser un arma de doble filo. Si bien puede usarse para proyectar cercanía o accesibilidad, también puede exponer inseguridad, dependencia o una falta de sustancia real. Y en el caso de un líder político, puede evidenciar una alarmante carencia de liderazgo.
¿Gobernar o posar?
Desde que asumió la gobernación, González Colón ha pasado casi la mitad del tiempo de viaje. Los informes oficiales son escasos, las estrategias gubernamentales brillan por su ausencia, pero las selfies abundan. La narrativa se construye a través de Instagram, X (Twitter) y Facebook, donde el pueblo de Puerto Rico se entera que su gobernadora estuvo en Washington, en Miami o en Nueva York. Pero ¿haciendo qué exactamente?
La respuesta parece ser: “Tomándose selfies.”
Las fotografías son casi siempre las mismas: una sonrisa amplia, un brazo estirado sosteniendo el celular, y al fondo, una figura de poder de los Estados Unidos. Senadores, congresistas, cabilderos. Cada selfie parece gritar: “¡Miren, estoy con los grandes!”. Pero lo que realmente proyecta es: “¡Miren, estoy suplicando!”
Una trayectoria de superficialidad
Este estilo de gobernanza no debería sorprendernos. González Colón lleva años construyendo su carrera política con la misma estrategia de la foto rápida, la sonrisa de ocasión y el “aquí estoy”, vacío de contenido. Su historial como comisionada residente ya anticipaba lo que hoy vivimos: una política de la imagen sin un trasfondo real.
Durante sus cuatrienios en Washington, la vimos documentar cada visita, cada encuentro, cada evento con la misma fórmula. En lugar de regresar con resultados tangibles, regresaba con una galería de fotos y una narrativa débil. La diferencia es que, antes, como comisionada residente, tenía la excusa de no tener poder ejecutivo directo en la isla. Ahora, como gobernadora, no hay excusa válida.
El problema no es solo la falta de resultados, sino la falta de expectativas reales de que los haya. Cuando una persona lleva años demostrando que su enfoque está en la imagen y no en la ejecución, ¿cómo esperar que ahora, en el momento más crítico, pueda desarrollar un plan efectivo para proteger a Puerto Rico de las medidas de austeridad?
Inmadurez política
En una democracia funcional, la comunicación del gobierno con su pueblo debería basarse en la transparencia, en la exposición clara de políticas públicas, en la rendición de cuentas. No en una galería de fotos sin contexto. El problema del gobierno del selfie no es solo estético, es profundamente político.
Cuando un gobernador de un territorio subordinado a otra nación se dedica a tomarse selfies con los líderes de esa nación, el mensaje implícito es de sumisión. Es el eco visual de aquella frase que tanto daño ha hecho a la psique colectiva puertorriqueña: “Somos ciudadanos inferiores”.
González Colón, al reducir su gestión a una secuencia de selfies, perpetúa esta narrativa. En vez de presentarse como una líder capaz de desafiar, de negociar con firmeza y de exigir justicia para su pueblo, se muestra como una turista política, más interesada en capturar momentos que en crear cambios.
¿Y el plan?
Mientras la gobernadora posa, el huracán de la austeridad se aproxima. Ante los recortes federales que Donald Trump y Elon Musk han insinuado, González Colón ha sido clara (o más bien, alarmantemente vaga): “Lo veremos sobre la marcha…”.
“Lo veremos sobre la marcha…”
Esa frase debería hacer temblar a cualquiera que dependa de fondos federales, que utilice servicios públicos, que tenga hijos en las escuelas o familiares en hospitales. No hay plan.
No hay estrategia. Solo improvisación y, claro, más selfies.
Puerto Rico, históricamente golpeado por políticas federales insensibles, necesita un liderazgo preparado, un plan de contingencia robusto. Pero lo que tenemos es una gobernadora que, ante la inminencia de un colapso económico, responde con una autofoto y un pie de foto optimista.
La alternativa: respuestas desde la sociedad civil
Dado el panorama desolador de una administración que prefiere posar antes que actuar, la solución no puede venir del interior del gobierno. La sociedad civil debe tomar las riendas.
Los movimientos sociales, las organizaciones comunitarias, los líderes académicos y profesionales deben unir fuerzas para construir las propuestas que el gobierno no puede -o no quiere- desarrollar.
Es en la creatividad y el empuje de la sociedad civil donde yace la verdadera esperanza.
Desde abajo, desde las comunidades, deben surgir las alternativas para proteger al país de los embates de la austeridad. Planes audaces, innovadores y, sobre todo, realistas, que permitan no solo resistir las políticas de Trump y Musk, sino transformar las estructuras económicas y sociales de Puerto Rico para que no dependamos siempre de una foto con el próximo político de turno en Washington.
El gobierno que Puerto Rico merece
Puerto Rico merece un gobierno serio, con un plan concreto y una estrategia clara para enfrentar la austeridad y mitigar los efectos devastadores de las políticas impuestas desde fuera. Merece un liderazgo que asuma con responsabilidad la tarea de gobernar, que se enfoque en la justicia social, la transparencia y el bienestar de su pueblo, en lugar de limitarse a proyectar una imagen superficial de acción a través de selfies y encuentros vacíos.
La realidad es clara: la solución no vendrá desde La Fortaleza, ni desde una reunión superficial en el Capitolio federal. El camino hacia la verdadera descolonización no lo pavimentará un gobierno subordinado, sino la sociedad civil, organizada y activa.
La solución vendrá desde las calles, desde las plazas, desde los espacios donde el pueblo puertorriqueño siempre ha sabido levantarse y luchar.
Es allí, en la organización comunitaria, en las propuestas valientes que nacen desde la base, en las alianzas internacionales que se forjan desde la solidaridad y en la articulación de una visión descolonizadora, donde se encuentra el verdadero futuro de Puerto Rico.
Porque el destino de la isla no se define en un selfie con un congresista, sino en la acción decidida, en la movilización del pueblo y en las ideas transformadoras que surjan de nuestro propio seno.
Muchas gracias por un artículo tan sincero y con tanta verdad. A mis hermanos Boricuas les mando este mensaje, como dicen los Americanos:
«You get what you vote for»