El sol apenas despierta y se asoma detrás de los árboles del Parque de la Abolición. Frente a él, la Concha Acústica se prepara para volver a ser habitada, no solo como escenario físico, sino como espacio simbólico de reencuentro. Este próximo sábado 23 de agosto, a las 7:00 de la noche, el eco de las voces que allí se eleven no será solo música: será un gesto de cuidado, de memoria y de reconstrucción.
Andrea Cruz, cantautora nacida en Aibonito, regresa al sur del archipiélago puertorriqueño con Bienquererse, su cuarto álbum de estudio. Más que un disco, propone una conversación abierta: ¿qué significa quererse bien en un tiempo en que la violencia, la fragmentación y el desgaste marcan la vida cotidiana? ¿Cómo se nombra el amor cuando el lenguaje heredado no alcanza, cuando los esquemas tradicionales encogen más que liberan?
En Bienquererse: Las Cartas, su espacio de escritura en Substack, Andrea señala: “Nombrar puede ser complejo… Cada canción funciona como un gesto de búsqueda: de refugio, de lenguaje, de posibilidad.”
Allí queda claro que la música no es solo melodía, sino arquitectura emocional. El álbum se construye como una casa simbólica: un hogar donde cuerpo, memoria y vínculos se entrelazan. No es refugio aislado, sino tejido abierto, trama de afectos que invita a convivir.
El archipiélago como resonancia
Escuchar estas canciones es entrar en diálogo con las montañas de Aibonito, con el aire que baja desde los cafetales, con las aguas que recorren la isla grande y se encuentran con las mareas de Vieques y Culebra. La voz de Andrea se expande en resonancia con el archipiélago entero, recordando que la naturaleza y los afectos no están separados, que son parte de una misma raíz.
Bienquererse plantea que la salud mental, la ternura y la empatía son fuerzas políticas y comunitarias. La música se convierte en lenguaje compartido que sostiene, que interpela, que invita a imaginar un quererse colectivo más saludable y más justo.
Colaborar como modo de vida
El álbum está habitado por muchas voces: Vicente Cifuentes, Yorka, Benjamín Walker, Quimera, Lorén Aldarondo, el Cuarteto Tabonuco. Andrea no se rodea de nombres para adornar su obra, sino para hacer comunidad. Las colaboraciones nacieron de encuentros fortuitos, de afinidades humanas más que de cálculos estratégicos.
Ese gesto transmite una certeza: Bienquererse no es un monólogo, sino un coro. No es una afirmación individual, sino una práctica colectiva.
La Concha Acústica como metáfora
Presentar el disco en la Concha Acústica de Ponce, frente al monumento a la abolición, es un acto cargado de sentido. Este espacio, construido en 1956, ha sido escenario de grandes gestas culturales, pero también ha experimentado silencios y abandono.
Con este concierto, la Concha se convierte en salón abierto, en sala íntima donde Ponce puede mirarse de frente. Un lugar que se redefine no solo por las notas musicales, sino por el gesto de habitarlo de nuevo, de reconocerlo como parte viva del patrimonio urbano.
En una ciudad que se levanta del impacto de los terremotos, que aún sana las heridas de la pandemia y que busca activamente revitalizar su economía, Bienquererse llega como impulso poético, como corriente vital que recuerda que revitalizar no es únicamente levantar edificios o restaurar fachadas: es también programar los espacios, llenarlos de sentido, permitir que la cultura actúe como energía de cuidado y encuentro.
Hacia una cultura del bienquerer
Lo que propone Andrea trasciende el formato del disco y del evento. Bienquererse es una invitación a cultivar una cultura distinta: la del afecto, la empatía, la solidaridad. Una cultura que entiende que los espacios urbanos son más que cemento y diseño: son lugares donde experimentar lo que significa sentirse seguros, escuchados, acompañados.
No es un producto ni un mecanismo frío de cambio. Es un cauce, un río afectivo que fluye y se expande. Es semilla sembrada en tierra fértil, brote que crece en medio de las grietas.
Conclusión: diálogo abierto
Cuando Andrea cante esa noche en la Concha, no será solo su voz la que resuene. Será la voz de un archipiélago de voces que busca otras maneras de sostenerse, que necesita imaginar un quererse colectivo capaz de acompañar la fragilidad.
Bienquererse es casa, es pregunta, es diálogo. Es Andrea Cruz, pero también es comunidad, ciudad y territorio en la búsqueda de una vida más digna, más tierna y más justa.