A una nación se la conoce por los hombres que produce, pero también por los hombres a quienes honra.
John F. Kennedy
A la memoria del pastor Miguel Limardo, tío por la vía materna de quien Toño vive muy orgulloso, con sobrada razón. A Rafi Serrano, quien lo ama como un hijo bueno a un buen padre. Y a la memoria del doctor Luis Irizarry Pérez.
Es imposible pretender meter las plazas Muñoz Rivera y Degetau de Ponce dentro de la Catedral de la Guadalupe. De igual modo, repasar las múltiples gestas deportivas de Toño Feliciano dentro de esta sola página del periódico La Perla del Sur.
Por mucho que las abrevie o acorte, es mucha pretensión.
Son 100 años de aportaciones constantes desde distintas fases en diversos deportes, suficientes para llenar incontables ediciones del periódico.
Muchos ya lo hicieron con muy buena intención, pero se han quedado bajo el dintel de la puerta de entrada.
Como El Niño Jesús, Toño vio por vez primera la luz del mundo un 24 de diciembre, en la calle 5 del barrio Bélgica, y se desarrolló entre los barrios Bélgica, Cuatro Calles y San Antón.
Su nacimiento fue el aguinaldo que les hizo Dios aquella Nochebuena a sus padres, doña Laura Limardo y don Benigno Feliciano.
Luego, en la segunda mitad de ese siglo, de igual modo privilegió a miles y miles de personas. Entre otros tantos, al profesor Manuel González Pató, Cheo Cruz, Rafi Serrano, Héctor “El Menor” López Palermo, Chago Rosario, Pedro Carlos Lugo, Junior Báez, Juan, “El Negrito Canelo” Figueroa, y a este servidor.
Como buen cristiano practicante de su fe que lo es, Toño ama al prójimo como a sí mismo, sin estarlo pregonando. Su signo existencial es esa lucha de vida en favor de sus semejantes, quienes siempre podemos contar con él, sobre todo, para lo que tenga que ver con su adorada ciudad de Ponce.
Es ponceño hasta sus entrañas, un pilar de lo que el sociólogo e historiador Ángel G. “Chuco” Quintero Rivera llama en su libro Ponce: La Capital Alterna, “el protagonismo de la acción autónoma ciudadana”, en la creación y desarrollo de la bien llamada Perla del Sur.
En su generosidad profesional es el tesorero de cuánta organización cívico social surge en la ciudad con la intención de ayudar al prójimo genéricamente o a una persona en desgracia. Y, como le dijo al periodista deportivo del periódico Primera Hora, Fernando Ribas Reyes, en respuesta a una pregunta: “A mí me gusta hablar de los que me ayudaron a mí”.
Doy fue de que Toño es así. No le gusta hablar de sí mismo.
Quien ve a Toño por primera vez hoy, no hay forma en que crea que ese guayacán es un hombre de 100 años de edad, como tampoco se puede creer ello de nuestro común hermano Eliseo Borrero, quien ya tiene 103 cumplidos.
Puerto Rico es el Reino de la longevidad. A mayor ejemplo, don Ismael, papá de Danny Rivera, y el mío, don Francisco Alfredo, rayaron los 100 años.
En el caso de Toño, más de un amigo común me ha relatado que una noche, hace pocos años de ello, dos jóvenes y fornidos asaltadores lo estuvieron acechando, agazapados entre las sombras de la noche cerca de su hogar, con la manifiesta intención de asaltarlo tan pronto como se bajara de su automóvil.
Así fue, en efecto, y Toño dispuso de ellos con dos sólidos y certeros rectos de derecha a sus mandíbulas que los dejaron en brazos de Morfeo.
Como digo, Toño es tan modesto que a él no le gusta presumir de esos cuentos. De lo que sí lo he oído presumir íntimamente es de que, a sus casi 100 años de edad, todavía conduce su vehículo de motor, incluso en horas de la noche.
A mi juicio, la clave en ambos casos -el de Eliseo y el de Toño- es prácticamente la misma: una vida sana en todos los sentidos.
Sin vicios de ningún tipo a lo largo de sus vidas, desde siempre han sido frugales en el comer sano, observando meticulosamente sus horas de sueño, de caracteres apacibles, nada temperamentales, sin cargos de conciencia, orgullosos de lo que han hecho con sus vidas y trabajadores incansables.
Viven para ser útiles a sus semejantes, para librarle de abrojos y pavimentarles el camino, inspirados en su fe cristiana, Eliseo en el catolicismo y Toño en la Iglesia Evangélica, en la que fue un adalid su tío, el reverendo Miguel Limardo, hermano de su madre y padre del prestigioso ex juez superior, Abner Limardo. Gente modélica, respetable.
En el caso de Eliseo, su pasión bien informada es la canción popular. Incluso, compone danzas que han ganado certámenes. Y en el caso de Toño, su pasión desenfrenada es el deporte, disciplina que lo ha llevado al Pabellón de la Fama de Ponce y de Puerto Rico, al de Béisbol Doble A, a tener una estatua en el Museo del Deporte Puertorriqueño en Guaynabo, a ganar campeonatos nacionales de béisbol y de softball, a los Juegos Panamericanos de San Juan del 1979, donde ganó medalla de bronce, y al Paseo de Los Próceres en el Parque del Tercer Centenario de la Ciudad.
Como si no fuera suficiente, Toño también ha sido miembro fundamental en los cuadros directivos donde su hijo afectivo, Rafi Serrano, ha hecho enormes aportaciones a la ciudad: los Primeros Juegos Ponceños, los Quintos Campeonatos Centroamericanos y del Caribe de Atletismo, y el Día Mundial de Ponce, entre otros.
Como dije al comienzo de estas letras, su gestas podrían fácilmente llenar varias ediciones de este periódico La Perla del Sur.
Con decirles que solo en el Softball Superior, llevó al equipo masculino de Ponce a cinco campeonatos nacionales de la seguidilla de 14 que tuvo Ponce, y es generalmente considerado el mejor dirigente internacional de softball de varones que ha tenido Puerto Rico, así como Junior Cruz, el exalcalde de Guaynabo prematuramente fallecido, lo fue del equipo nacional femenino.
Dios mediante, Toño cumplirá 100 años de historia este próximo día 24 de diciembre: ¡un monumento vivo!
¡Qué generoso fue Dios con nosotros aquella víspera del nacimiento de su Hijo!
Como siempre, excelente. Si pudiera robarle la mano, tal vez escribiría como él.
Gracias Quique, Toño fue el eterno amigo de la infancia de mi Papá , el Dr. Luis Irizarry Pérez y amigo tuyo aun desde el universo.
Gracias Quique Ayoroa por tan excelente reportaje de nuestro Tío Toño él cual ha sido de tremenda bendición para nuestras familias. Su sobrino Waldemar Serrano Benítez
Toño Feliciano, muy recordado en nuestro pueblo de Aibonito por haber llevado al equipo polluelos de Aibonito de la doble A al único campeonato logrado en el 1966. Muchas felicidades en su centenario de nacimiento y que el Señor le de mucha salud y bendiciones…Emilio Rivera Pérez