Honor, deber, heroísmo, patriotismo, abnegación, sacrificio, civismo, compromiso, valentía y bravura son algunos de los calificativos empleados para describir a los miembros de una organización que figuró entre las pioneras a nivel mundial en su formación y funcionamiento.
Nos referimos al Benemérito Cuerpo de Bomberos Municipales de Ponce, los mismos que 125 años atrás tuvieron el valor y arrojo para salvar la ciudad -el 25 de enero de 1899- del famoso Fuego del Polvorín.
Pero para entender la trascendencia de este acto heroico debemos conocer y entender los orígenes y trayectoria de este honorífico Cuerpo de Bomberos.
Ponce desaparece en 1820
Solo dos casas, construidas de mampostería, sobrevivieron el 27 de febrero de 1820 al voraz incendio que destruyó casi todo el poblado de la hoy ciudad de Ponce. Ciento seis casas, en su mayoría de madera, palma y eneas (bohíos) que se encontraban alrededor de la plaza quedaron destruidas. Una de las que no fue consumida por el fuego se encontraba en el lado este de la plaza y pertenecía a don José Ortiz de la Renta, quien había sido alcalde de Ponce.
La otra ubicada en el lado oeste pertenecía a don Leonardo Morel, quien era Escribano Real y abuelo del gran músico y compositor ponceño Juan Morel Campos.
La devastación causada por este incendio fue tan impactante para Ponce y todo Puerto Rico que en el año de 1823 el recién nombrado gobernador, el general Miguel de la Torre, “lanzó un Bando de Buen Gobierno” con el que se creó la primera institución bomberil de Puerto Rico y fue en Ponce.
Para ese momento era obligatorio que todo varón entre las edades de 16 y 60 años perteneciera a esta organización. Además era obligatorio tener y utilizar sus propios implementos para combatir incendios. Entre ellos, picos, hachas, baldes, sogas y zapapicos.
Desde el instante que se impuso esta ley todos los varones con edad y aptos para pertenecer a esta institución bomberil se enrolaron, demostrando desde el primer momento el compromiso y deber que tenían como ciudadanos ponceños para defender su ciudad y sus intereses.
1845: primer gran incendio en La Playa
Entre el año de 1821 y la década de 1840 se reportaron escasos conatos de incendio, por lo que el entusiasmo por el Cuerpo de Bomberos de Ponce fue decayendo. Hasta que en marzo de 1845 ocurrió el gran incendio en el poblado El Puerto de la Marina de Ponce, hoy La Playa de Ponce.
En este siniestro, el 80 por ciento de los edificios de La Marina quedaron destruidos. Almacenes recién construidos en este puerto, que para el momento se posicionaba como el más importante de Puerto Rico, se convirtieron en cenizas.
Por tal razón, en el año 1846 el entonces gobernador y capitán general de Puerto Rico, don Rafael Aristegui y Vélez -conocido como el Conde de Mirasol- decretó que se creara un nuevo Cuerpo de Bomberos. Esta vez serían voluntarios y no tendrían que utilizar sus implementos personales para combatir los incendios, ya que la municipalidad los proveería.
Nuevo Cuerpo de Bomberos Municipales de Ponce
Por su crecimiento económico, social y cultural, a partir del año 1853 y la segunda mitad del siglo XIX la ciudad de Ponce iba camino a convertirse en la ciudad más importante de Puerto Rico.
Igual como había sucedido antes, al no ocurrir grandes incendios y los artefactos para extinguirlos no funcionaban o eran inadecuados, decae nuevamente, aunque no desaparece, el entusiasmo por el cuerpo bomberil. Fue entonces cuando se creó el Cuerpo de Bomberos Civiles Municipales.
No se trataba de un cuerpo de servicio obligatorio como en 1823 o de obreros voluntarios, como ocurrió de 1846 a 1853. Esta vez fue un colectivo que se nutrió de jóvenes educados y distinguidos de Ponce que tuvieron en el cólera morbo de los años de 1855 y 1856 -y que dejó sobre 20 mil muertos en Puerto Rico- la primera gran batalla que dar en favor de su ciudad.
La primera reorganización desde que se estableció el cuerpo en 1853 ocurrió el 12 de octubre de 1862, siendo el primer jefe don Tomás Cladellas. Desde ese momento, el cuerpo bomberil adquirió más seriedad y carácter profesional.
Otro fuego en La Playa
Tras los cambios, el 5 de agosto de 1865 ocurrió otro gran incendio en La Marina de Ponce (La Playa) que duró 24 horas, obligando ese mismo año a crear la primera brigada de bomberos para La Marina de Ponce, de modo que pudieran afrontar grandes desastres con más prontitud como los ocurridos en 1867.
Ese año, Ponce y Puerto Rico fueron impactados, primero por un terremoto de gran magnitud que provocó un tsunami que destruyó parte del poblado costero de Ponce, y luego un huracán que provocó severas inundaciones y desastres, afectando a toda la población.
Y mientras Ponce se recuperaba, en el 1876 otro huracán impactó a Puerto Rico, trayendo nuevamente destrucción a Ponce.
En todos estos acontecimientos trascendentales para la ciudad estuvieron nuestros bomberos presentes, arriesgando su vida en defensa del bienestar común.
Juan Bertoli: arquitecto y jefe de bombero
Poco después, en el año 1879, el corso Juan Bertoli Calderoni -famoso por ser arquitecto del Teatro La Perla, la primera construcción neoclásica en Ponce del año 1864; la Casa Salazar, hoy Centro Cultural Carmen Solá de Pereira; el Acueducto Alfonso XII, la Iglesia del Carmen en La Playa de Ponce y la Casa Vives, entre otras estructuras emblemáticas- tomó las riendas como jefe del Cuerpo de Bomberos e impulsa de inmediato otra reorganización.
A Bertoli, quien también era al Arquitecto Municipal, le tocó inaugurarse como máximo jefe bomberil en un incendio ocurrido en la calle Unión que amenazaba con destruir toda la sección poblada al norte de la Plaza Las Delicias.
Gracias a su estrategia y la intervención de las brigadas de bomberos ponceños, el fuego fue controlado y extinguido.
Última reorganización del cuerpo municipal
La última gran reorganización que tuvo el Cuerpo de Bomberos Municipales de Ponce sucedió en el año de 1883 bajo la tutela de Máximo Meana y Guridi.
De origen español, Meana era pintor, músico, arquitecto, ingeniero, literato, matemático y diplomático. Fue el responsable del diseño y construcción del Pabellón de Exposiciones de la Feria de 1882 (Parque de Bombas) y del desaparecido Quisco Árabe. También fue Coronel de Ingenieros, Comandante Militar y desde 1882 a 1884 alcalde de Ponce.
Considerado el Primer Hijo Adoptivo de Ponce y Ciudadano Benemérito, Máximo fue quien dio órdenes de trasladar los equipos utilizados para combatir incendios -hasta el momento ubicados en el zaguán de la Casa Consistorial (alcaldía) de la ciudad de Ponce y previamente en la sección sur de la Plaza del Mercado o en la planta baja de la casa del doctor Pila- al Pabellón de Exposiciones, convirtiéndolo desde ese momento en el famoso Parque de Bombas.
Meana escogió el 2 de febrero de 1883, día de la Virgen de la Candelaria, para realizar esta reorganización del cuerpo bomberil, convirtiendo de paso a esta Virgen en la patrona de todos los bomberos.
Para ese momento, el año 1883, había aproximadamente 400 bomberos enlistados, entre obreros, artesanos, albañiles, carpinteros, herreros, herradores, talabarteros, toneleros, sastres, barberos, pintores, domésticos, peones, sombrereros, hojalateros, dependientes y profesores, y casi todos costeaban su propio uniforme, demostrando así su interés por la institución y el salvamento público.
Para los jóvenes ponceños era un honor: soñaban con pertenecer a tan respetable cuerpo de bomberos. La mujer ponceña vivía orgullosa de sus bomberos y las madres solían vestir a sus hijos con indumentaria semejante a la de los bomberos todos los días festivos. En especial, cada 2 de febrero.
Era tal el respeto a los bomberos, el reconocimiento al valor de su trabajo y la seguridad que le brindaban a la ciudadanía ponceña que, en muchos casos, benefactores como la hada-madrina Francisca Paz de Cabrera contribuyeron económicamente al Cuerpo de Bomberos Municipales de Ponce.
Inundaciones del 1888
El 1 de septiembre de 1888, el sentido del deber, el arrojo, el desprendimiento y la valentía del bombero ponceño se hizo evidente cuando el río Portugués o río de Ponce -hoy represado y canalizado- junto al río Guaraguao o Cañas (a partir de 1898 río Canas) se salieron de su cauce al oeste de Ponce, provocando grandes destrozos por todo el valle.
La tragedia fue tal que no se pudo calcular el número de víctimas, ya que hubo hogares enteros arrasados y familias enteras desaparecidas. La población quedó en caos, desorientada y afligida.
Durante ese suceso, el bombero José Persia vio a una mujer sosteniendo a su hijo y luchando por sus vidas entre las embravecidas aguas del Portugués. Sin pensarlo, inmediatamente se lanzó al río.
Los testigos cuentan que varias veces desapareció, pero volvía a salir a la superficie hasta que nadando pudo llegar a la mujer en el mismo momento que perdía el niño de sus brazos. Por su valor y por haber salvado a esta mujer, el bombero José Persia y sus descendientes fueron condecorados por el Gobierno de Ponce y la Sociedad de Salvamento de España.
El 25 de enero de 1899: Día de los Invictos Ponceños
Ninguna de estas tragedias, incendios y desastres naturales, empero, podría compararse a lo que viviría la ciudadanía ponceña la noche del 25 de enero de 1899, seis meses después de la invasión de los Estados Unidos a Puerto Rico.
Eran ya las 9:00 de la noche cuando las cornetas de los bomberos, las alarmas y hasta las campanas de la catedral comenzaron a sonar, dando aviso que un gran fuego se había desatado en el Parque de Artillería, justo al lado del depósito de municiones, conocido como el Polvorín.
Justo en ese lugar se almacenaban granadas, balas de cañón, barriles de pólvora y cajas de dinamita, entre otros pertrechos militares utilizados por el ejército de Estados Unidos.
Un fuego en este lugar significaría la destrucción de la ciudad.
Al escuchar las alarmas, los bomberos llegaron al Parque de Bombas, pero no recibían órdenes de sus superiores para ir a combatir el fuego. Tanta fue la angustia por la espera, que cuentan que el bombero Rafael del Valle, hijo de don Rodulfo del Valle, dio órdenes para que se tomaran las herramientas necesarias y se dirigieran todos por la calle Marina hasta la llegar a la calle Comercio y tomar ruta hacia el lugar del siniestro.
Mientras cargaban todos sus equipos hacia el Polvorín, tenían que esquivar a hombres, mujeres, niños, caballos y hasta soldados norteamericanos que huían de las explosiones causadas por el voraz incendio.
Mas al llegar a la calle Salud fueron detenidos por soldados norteamericanos que les prohibieron continuar hacia el Polvorín.
Acostumbrados a este tipo de escenario y alentados por un civil que se les unió, de nombre Rafael Rivera Esbri, los bomberos dieron media vuelta y tomaron la ruta de la calle Mayor hacia la calle Cristina.
El acto de insurrección de las órdenes militares es considerado por historiadores como el primer ejemplo de desobediencia civil contra el ejército invasor. Y fue realizado por ponceños, en Ponce.
Al llegar a la calle Cristina, justo al lado del Teatro La Perla, fueron detenidos nuevamente. Esta vez por un mensajero enviado por don Juan Seix, jefe de bomberos, quien ordenaba no ingresar al fuego y retirarse a desalojar la ciudad.
El mensajero también informó que de no cumplir las órdenes se expondrían a un tribunal compuesto por la oficialidad de los bomberos.
En ese momento, los bomberos Juan Romero, Rafael del Valle, Cayetano Casals, Pedro Sabater, Gregorio Rivera, Pedro Ruiz, Tomás Rivera y el civil Rivera Esbri decidieron desobedecer nuevamente las órdenes y dirigirse al epicentro del incendio.
Al llegar al Polvorín se separaron en dos grupos. Cuatro fueron a combatir las llamas, mientras los otros cuatro comenzaron a cargar fuera del área cajas de municiones, barriles de pólvora, dinamita, balas y hasta a soldados norteamericanos que en estado de pánico, idiotizados, tuvieron que ser cargados.
Héroes o rebeldes: el juicio
Al asomarse los primeros rayos de luz en la mañana del 26 de enero de 1899, los pobladores ponceños y los soldados norteamericanos que habían huido de la ciudad buscando refugio y pensando que ocurriría lo peor, vieron con asombro cómo la ciudad se había salvado.
Sin embargo, pronto sabrían que quienes arriesgaron sus vidas por la ciudad y toda su población serían acusados y enjuiciados por un tribunal instituido por el Estado Mayor del Cuerpo de Bomberos.
A los rescatistas se les acusaba de insubordinación y se pedía su expulsión deshonrosa del Cuerpo de Bomberos, mientras se exigía un juicio en los tribunales ordinarios contra el civil Rafael Rivera Esbri.
Don Rodulfo del Valle, padre del bombero imputado Rafael del Valle, fue el defensor de su hijo y de los otros siete acusados. Gracias a su alocución y a la consistente presión de la ciudadanía, que ya los había declarado héroes, el tribunal instituido tuvo que declararlos absueltos y consagrarlos como héroes.
Esta máxima reivindicación ocurrió el 26 de marzo de 1899.
Según documentos de la época, el episodio se vivió de la siguiente manera:
“Ese día vestía la ciudad sus mejores galas para aclamar a sus jóvenes adalides y proclamarlos públicamente Héroes de la Ciudad de Ponce, distribuyendo entre ellos sendas medallas conmemorativas de la fecha”.
“El acto se llevó a cabo en la Plaza de las Delicias, asistiendo al Cuerpo de Bomberos en pleno y viéndose el paseo inundado por un gran oleaje humano ávido de rendir reiteradas ovaciones al grupo. Hubo discursos alusivos y música ajustada al momento. La voz sonora de los poetas resonó allí magnifica. La presencia de nuestras mujeres, que es el mejor premio a la abnegación del hombre, puso en el ambiente singulares tonos de belleza espiritual”.
Para conocer más sobre el Fuego del Polvorín, caminar la ruta que tomaron estos ocho héroes, visitar el lugar del incendio y escuchar la histórica Banda Municipal de Ponce en una Retreta Especial, Isla Caribe Tours invita a todos a unirse al recorrido Ruta Fuego del Polvorín (Tour Nocturno), este jueves, 25 de enero, a partir de las 6:00 de la tarde.
Para revivir la gesta de sus héroes y conmemorar de forma excepcional estos 125 años de gloria, puede reservar su espacio llamado al 939-265-5691 o acceder a www.islacaribetours.com/products/ruta-fuego-del-polvorin.
Excelente historia de este evento tan importante. Recientemente nos reunimos varios de mis hermanos y hermanas (todos ya picando cerca de los 80 años) en Atlanta, donde compartimos infinidad de historias y documentos históricos de PR, entre los cuales hablamos de la participación de Don Rafael Rivera Esbri, intimo amigo de mi abuelo paterno, y de quién guardamos una foto a colores que Don Rafael le dedicó a mi abuelo, Don Juan Sotomayor. Muchas coincidencias…..