Martorell: Yo todavía no me explico que el fundador haya estado enterrado en su museo por tantos años. Para mí es un misterio el por qué el museo que él fundó lo tenía guardado.
Lidia: Creo que tiene que ver en algo la complejidad del montaje de la obra y el espacio que ocupa, porque son 16 pies de alto y 12 de ancho…
Martorell: Pero es el fundador…
Lidia: Sí, el fundador debiera estar en el vestíbulo.
Martorell: No lo digo por mí, lo digo por él.
Lidia: Pero ahora tenemos que celebrar que salió.
Martorell: Y empujar para que no lo metan de nuevo en la tumba fría.
El artista Antonio Martorell y la conservadora jefe del Museo de Arte de Ponce (MAP), Lidia Aravena, estaban parados frente a la obra principal. Conversaban amistosa y animadamente en medio del barullo del más de un centenar de personas que asistieron a la apertura de la exposición Visiones de Proteo, celebrada el pasado viernes en el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira en Ponce.

En ella, vuelve a ver la luz la obra homónima que realizó el artista por encargo directo del fenecido líder político y filántropo boricua y en la que lo inmortaliza a través de un retrato. Esto luego de permanecer guardada en las bodegas del MAP por más de 20 años.
La apertura se realizó además el mismo día que se conmemora el natalicio de Ferré y el año en que se cumple el vigésimo aniversario de su muerte, por lo que la celebración era en grande.
Fueron los esfuerzos de la directora del MAP, Cheryl Hartup, y de la curadora Iraida Rodríguez-Negrón, los que permitieron la realización de la exposición y que esta obra vuelva a estar disponible para ser apreciada por el público.
“La última vez que se expuso fue en la inauguración el Museo de Arte de Puerto Rico y fue elegida por voto popular la segunda en el favor de los asistentes. La primera fue El Pan Nuestro de Frade. Y de allí, después de ser celebrada, pasó a las bodegas del museo donde ha dormido un sueño injusto por 23 años”, contó Martorell.
“Ahora, mi esperanza”, continuó, “es que ya que vio la luz del sol y se acabó el olvido, que siga disfrutando de la luz”.

El políptico
Fueron Hartup y Rodríguez-Negrón, una “combinación estupenda” como las describe el artista, las que le propusieron la iniciativa. Y él se entusiasmó de inmediato, aunque tenía sus aprensiones.
“A los cuadros, igual que a la gente, el tiempo les pasa por encima, literalmente, cambian, sienten y padecen”: particularmente, la pintura al óleo que reposa y se integra a la superficie más que otras.
“Hacía 23 años que no nos veíamos el cuadro y yo. Yo estaba medio asustado. ¿Cuál será la reacción mía cuando vea la reacción del cuadro? Y ni hablar del modelo, pero creo que hemos envejecido bien”, prosiguió Martorell con su distintivo verbo.
La obra es un políptico, un cuadro compuesto por cinco partes o paneles plegables donde se puede ver la figura central de Luis Alberto Ferré Aguayo, sentado en el patio de su casa en Guaynabo, con un palo de mangó de fondo, rodeado de una explosión de colores, texturas y formas no lineales. Fusión de casa, árbol, personaje, en el que las siluetas y los contornos se confunden.
“Es una pieza única. Es un entorno que invita a la persona a entrar y tener un diálogo con el modelo y con el artista. Son tres personas teniendo una conversación. También destacan sus trazos, la luz, el color. Es una pieza inolvidable”, comentó Hartup.
Según relató, en su montaje en el salón principal del Centro Cultural Carmen Solá de Pereira intervinieron entre seis y ocho personas, lo que pone en evidencia las exigencias que supone su exposición, lo que en parte podría explicar que estuviese almacenada tanto tiempo.

El Centro Cultural
Fue en la conmemoración del natalicio de Ferré en 2022 en el MAP que Hartup le propuso a Martorell hacer una colaboración.
Ella pensó precisamente en exhibir el retrato al óleo, pero la estructura del museo había resultado severamente dañada por los terremotos de 2020, y los espacios disponibles no eran aptas para dicho fin, considerando el tamaño de la obra.
Fue por eso que pensó en el Centro Cultural, y encomendó a Rodríguez-Negrón la misión.
Además, fue precisamente en ese recinto donde Ferré abrió por primera vez el museo, lo que le agregaba un valor emotivo y simbólico. Junto con ello, es un sitio donde confluyen diversas expresiones artísticas y donde se establece un contacto directo con la comunidad.
“Me encanta que sea en esta institución. Es un bastión de la cultura en Ponce, solamente a un paso de la plaza y del Parque de Bombas. Siempre quise imaginar cómo don Luis y René Taylor -exdirector del museo- cotejaron las obras para su gran apertura, y puedo imaginar eso esta noche”, relató a La Perla del Sur una emocionada Cheryl.
“Siempre hay que volver las obras a la luz”, añadió, y ese era uno de los objetivos. La gente está muy emocionada para ver esta obra otra vez, mientras el artista está con nosotros y así escuchar sus recuerdos y viajar en el tiempo”.
Su emoción se debe a que también era la primera vez que ella veía en vivo y en directo el cuadro. “Este fue expuesto justo antes que yo llegara al museo y era una de las cosas que tenía pendientes y que siempre quise hacer”.

Múltiples facetas
“Esto es como volver a saludar a un viejo amigo”, confesó por su parte Martorell.
Según relató, el nombre de la obra fue creación del mismo Ferré. “Él me llamó una noche, poco antes de la exposición, y me pregunta: ‘¿cómo se va a llamar el cuadro?’. Yo le respondo ‘El Retrato de Luis Ferré’, y él me dice ‘¡no!, eso es muy sencillo, este es un cuadro que tiene una dimensión proteica. ¡Debe llamarse Visiones de Proteo!”.
Proteo es un personaje de la mitología griega que tiene la facultad de cambiar de forma a su antojo. Puede ser muchas cosas a la vez. Así se auto consideraba el retratado, una persona con múltiples facetas y dimensiones.
Martorell narró además que el destacado mecenas le dijo: “Yo soy un hombre proteico. Soy industrial, mecenas, pianista, coleccionista… y siguió enumerando sus atributos, todo ellos ciertos. Yo lo escuché y le dije que sí. Vamos a llamarlo así, porque es una visión de Proteo, porque usted es proteico, pero yo también. Yo soy dibujante, grabador, escultor, pintor, periodista, escritor, actor. Le hice toda mi enumeración, así que ¡Visiones de Proteo se queda!”.
Han pasado más de 60 años desde que el artista y el insigne personaje ponceño se conocieron, justamente en una de las salas de ese recinto. Ferré, con camisa arremangada y clavo y martillo en mano, estaba colgando una de sus obras favoritas en una de las paredes, un desnudo femenino trasero de Sorolla.
Martorell llegó hasta el lugar acompañado de Félix Aguayo, sobrino del expolítico y uno de sus grandes amigos de juventud.
Martorell quería viajar a Madrid a estudiar pintura, y Félix le había recomendado que hablara con Ferré. Total, no había nada que perder.
“¿Qué tú quieres hacer?”, le espetó Ferré.
“Pues, ser pintor”, le respondió el artista.
“Y ¿dónde quieres estudiar?”.
“Pues, en Madrid”.
“¿Qué te parece si te vas la semana que viene a mi oficina de San Juan y allí te hacemos un cheque para que te vayas un año a Madrid?”
“Pues, está bien (risas)”, remató. Así fue que forjaron su historia en común.

Dale más duro
Martorell confiesa que, cuando presentó el cuadro, a mucha gente no le gustó. Sin embargo, sí fue del total agrado de Ferré.
“Le gustó al que tenía que gustarle, al dueño del circo, al que pagó por el cuadro. Él decía que ese era su verdadero retrato”, puntualizó el artista.
Según describió, logró capturar la esencia del retratado. La esencia de quién era. Y logró, también, cautivarlo. “Te pintamos -hablándole a Ferré-, y digo te pintamos, porque este cuadro lo hicimos tú y yo. Así es que tú querías verte, porque si no, no me hubieras escogido a mí para que te pintara”.
Dice que hay otros tantos retratos hechos de Ferré en el museo que no son sus retratos, sino que “son una imagen neutra, pseudo halagadora, sin carácter. Aquí está tu verdadero yo, que no es aquello ni lo otro, sino que todo lo demás”.
Comenta que fue el mejor modelo que ha tenido, principalmente por su colaboración entusiasta. “Cuando me lanzaba sobre el cuadro, y me lanzaba literalmente, con espátula y cantos de óleo, y pegaba contra la madera, que aguanta el rebote, él me decía ‘dale más duro, así es que yo lo quiero, que sea una cosa expresiva. Yo lo que quiero es una obra de arte, olvídate tú de que salga más bonito o más feo, más viejo o más joven, yo lo que quiero es que tú hagas lo que tú puedes hacer, porque para eso fue que has estudiado y has hecho lo que has hecho’”.
Todo ese proceso de cercanía y complicidad, más allá de las diferencias políticas insalvables entre ambos, es lo que generó la mutua admiración.
Por eso la alegría del maestro “de vernos cara a cara nuevamente, don Luis y yo”.
Los variopintos colores desparramados por toda la obra, con una luz central que emana desde el mismo Ferré, como si fuera un sol, son, en voz de Martorell, fruto del gusto que ambos compartían por los expresionistas alemanes, en particular por Oskar Kokoschka.
Por su parte, la curadora del MAP, Iraida Rodríguez-Negrón, celebró el junte con el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira. “Esta es una primera de muchas, definitivamente se abrieron las puertas”.
Agregó que ha sido un proyecto maravilloso, lleno de muchas coincidencias. “En 1961 se conocen. Treinta años después se realiza el retrato. Treinta años después estamos aquí y hace veinte que falleció don Luis”.
Por su parte, la directora del recinto, Iris Torres, admitió que era uno de sus sueños “que en algún momento alguna obra del Museo de Arte de Ponce, aunque fuera un cuadro pequeño, estuviera aquí exhibiéndose”.
Contó que la relación con el personal del MAP ha sido muy cordial y profesional, y que se logró una muy buena coordinación. “Esto es lo que debemos hacer todas las instituciones que trabajamos por amor al arte, que es tener unión, participación y una estructura de cómo podemos mejorar nuestro país”.
Por tal razón, exhortó “a que el museo continúe la unión con el Centro Cultural, trayendo obras para exponer”.
Visiones de Proteo permanecerá en el lugar hasta mayo, de manera excepcional, ya que las exposiciones que ahí se realizan solo se extienden máximo por un mes.
Yo, VictorCuchi ( Vitin) acompañe a Felix y su Mamá,nuestra querida Doña Mary.Llevamos a Toño al encuentro con Don Luis. Fue una experiencia unica. Debo recordarle a mi queridísimo Toño qué la atrevida idea fue mía. Yo era el atrevido del grupo de amigos de aquella juventud inolvidable. Añado que si estoy en Mexico,Toño fue vital para lograrloNo olvido nuestros encuentros borincanos en la Casa del Gnomo y sus altares de muertos en el centro de Tlalpan con Margarita Gandia y Zenobia Medina. Coño Toño,coooomooo te extraño en esta solitaria viudez desde qué se nos fue Carmencita ‼️❤️🌹❤️‼️. Abrazotote como sssiiiieeemmmpre!!!