¿Se imaginan a alguien cazando aves acuáticas con una higüera?
Complicado, ¿verdad? Pues, ¡nuestros ancestros taínos lo hicieron muchas veces!
Como describe la etnobotánica María Benedetti en su libro Árboles nuestros para la supervivencia, nuestros ancestros isleños dominaron esa técnica al aprender que si se colocaban ditas -o mitades huecas de las higueras- flotando sobre los cuerpos de agua que los pájaros frecuentaban, las aves se acostumbraban a ellas y ¡allí la astucia!
Empleando bambús como esnórquel o tubos de respiración, los taínos se sumergían en el agua con una dita amarrada a sus cabezas y así, lentamente, se acercaban a las aves sin ser notados para -en el momento preciso- agarrarlas por las patas.
El higüero o Crescentia cujete L. por su nombre científico es un árbol común en toda América tropical que tuvo un significado importantísimo para las culturas indígenas en Puerto Rico.
En la mitología taína, por ejemplo, se pregonaba que el dios Yaya o el espíritu y esencia de la vida colocó los huesos de su hijo muerto en una dita. Luego de colgar la dita del techo de su bohío, Yaya y su esposa descubrieron que los huesos de su hijo se habían convertido en peces y que de la dita nacía un inmenso mar. En estos dos relatos podemos identificar diferentes usos que se la ha dado al fruto de este árbol.
Sus flores, hojas y pulpa se utilizan hoy en toda América de diferentes formas como remedio medicinal. Se destaca el tratamiento de asma, tos, resfriados, bronquitis, congestión pulmonar, o cualquier problema en los bronquios y lo relacionado a tratamientos posparto como bajar la placenta luego de parir, limpiar el vientre luego del parto, quistes y problemas de ovarios y de matriz.
La madera se utiliza como leña o para la construcción de objetos como yugos de bueyes, sillas de montar, ruedas, mangos de herramientas y jaulas.
El artesano de higüeras
En las montañas del norte de Ponce, en un lugar conocido como la Sonadora del barrio Tibes, nos recibió en su hogar y con dos tazas de café en manos don Ubaldo “Valdo” Collazo Pérez, un líder comunitario y artesano de la higüera, también conocido en los pasados años como el de las “Ditas de Papá”.
Luego del saludo mañanero y un sorbo de café le preguntamos ¿por qué las Ditas de Papá? ¿Cómo surge este proyecto? ¿A qué se debe el nombre?
“Empezó como una terapia”, respondió prontamente, “ya que me había dado un derrame y las manos no me funcionaban bien, me daban calambres, tenía movimientos involuntarios y poca fuerza en mi mano derecha, que es mi mano fuerte”.
“Un día”, continuó, “un vecino me regaló tres higüeras que habían caído de un árbol cerca de su casa y me dijo que me las llevara y le realizara algo a mis nietos…”
Con la calma y paciencia a su favor, así lo hizo y de aquellas tres higüeras creó junto a sus nietos seis ditas para comer que luego, utilizando su imaginación, procedieron a pintar y decorar.
Sin saberlo, de aquella maravillosa dinámica y experiencia familiar y comunitaria entre vecino, abuelo y nietos, nació el proyecto artesanal y cultural “Las Ditas de Papá”.
Su abuela y madre: semillas del conocimiento
Fue de su madre Rufina Pérez y de la abuela materna Juana Pérez de quien heredó el primer contacto con este árbol y aprendió sobre los versátiles usos de la higüera.
“Mi abuela Juana, quien vivía en Adjuntas, me contaba que llego al área de Tres Palmitas en el barrio Tibes de Ponce junto a mi abuelo Juan Astacio Mercado. Allí en Tibes se dedicaron al cultivo del tomate. Mis tías y mi madre eran conocidas como las tomateras y utilizaban las ditas para cargar los tomates”.
“Luego recuerdo ver a mi mamá en su finca de tres cuerdas en las Parcelas de Burenes, haciendo las ditas que luego utilizaba para engranar gandules. Se utilizaban dos ditas, una para echar los gandules con bellotas y otra dita para echar los gandules desgranados. Cuando venía la época del café, mi mamá utilizaba las ditas para ‘ventiar’ el café” o separar la fina cascara fina de la semilla del café (pergamino) luego de secado.
Proceso y preparación
Para que el artefacto confeccionado con la higüera fuera uno resistente y duradero, su cosecho o recogido del árbol no podía, ni puede ocurrir en cualquier momento, como nos explica don Valdo, ya que se tiene que esperar a una fase lunar especifica: un conocimiento que aprendió más de medio siglo atrás y que nos relató mediante una anécdota.
“Recuerdo una vez que de niño mi madre me envió a casa de don Manolo Quirindongo e Isabel, que le decían Chava, a buscar higüeras, ya que tenían un palo que las daba bien grandes. Al llegar vi a don Manolo limpiando las ditas y al preguntarle sobre la fase de la luna recuerdo que menciono que la luna era la menguante”.
También recordó: “Mi madre es la que me explica las razones por las que debe ser en luna menguante. Ella decía que es el momento que menos mancha tenía, menos olor, es más fácil de limpiar y si la recogías en otra fase lunar se pudriría. Y es cierto, y por eso continúo realizándolo de esa manera”.
De terapia física a empresa familiar
Lo que Valdo nunca contempló es que, después de tantos años, un mero reencuentro con las higüeras y con sus memorias de infancia se convertiría en una terapia para mejorar las dolencias provocadas por aquel ataque cerebral y… ¡en una pequeña empresa familiar!
Luego de que aquellas primeras seis ditas preparadas junto a sus nietos fueran fotografiadas y publicadas en la red social Facebook, su hermana le solicitó una primera orden desde los Estados Unidos. Asimismo, les preguntó si ya le habían puesto nombre al producto, a lo que instantáneamente respondieron “Las Ditas de Papá”.
“Mis nietos fueron los que pusieron el nombre de las ‘Ditas de Papá’. Fue algo automático, no planificado, ya que las ditas que ellos tenían las habían hecho con Papá, refiriéndose a a mí que soy su abuelo”, conto Valdo sobre el bautismo de esta faena artesanal.
Y junto a los mismos nietos, don Valdo no ha parado de confeccionar diversos e inusuales objetos de higüeras, como lámparas, sujetadores de celulares, instrumentos musicales y hasta ditas con estampas talladas del barrio Tibes, donde se resalta la historia indígena, cafetalera y natural de esta comunidad, preservando así su historia y valía.
De generación a generación
Sin duda, este conocimiento ancestral es una tradición que ha pasado de generación a generación desde la época indígena hasta nuestros días, y Valdo Collazo, junto a su familia, son ejemplo vivo de que esta tradición late todavía en el corazón montañoso de Ponce.
El historiador y experto en Historia Oral y Sobrevivencia Indígena, Juan Manuel Delgado, subraya que las huellas culturales dejadas por nuestros aborígenes no desaparecieron en los primeros 50 años de la colonización (1508-1550), como plantea la historia oficial y como se ha repetido durante años.
En cambio, resalta que esas huellas son profundas y que prevalecen al presente.
El artesano de higüeras es solo un ejemplo de esa supervivencia indígena.
(Para conocer más sobre las Ditas de Papá puede buscar bajo el mismo nombre en la red social Facebook o llamar al 939-253-8648)