“Me hace bien pintar, porque me expreso. Cuando dibujo, dibujo lo que siento”, sentenció Edriana, una niña de 12 años proveniente de Barranquitas, mientras terminaba los detalles y coloreaba el corazón animado del último álbum de Bad Bunny sobre una pequeña piedra.
Ella no lo pasó tan mal durante el paso del huracán Fiona: estuvo solo tres días sin luz y por su casa no se sintieron casi los vientos. Sin embargo, cree que en estos tiempos de dificultad es importante ayudar a que las personas se sientan mejor.
Edriana participó junto a otras personas de la mesa-estación de piedras pintadas, una de las seis que se dispusieron en el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira en Ponce, como parte de la actividad “S.O.S. Creativo” organizada por los fundadores de la empresa de diseño ponceña Salón Boricua.
Esto con el objetivo de “generar un espacio de sanación colectiva ante la urgencia de estar todos los días en modo sobrevivencia, buscando alimentos, buscando gasolina, pensando en que no llega la luz y en que se necesita agua”.
Así lo explicó Mikeyla Jerian Maldonado, una de estas fundadoras e ideóloga de la iniciativa, quien los días posteriores al desastre se hizo consciente de “la necesidad de un espacio para bajarle 100, para relajarnos, para canalizar todo lo que estamos sintiendo y para estar seguros y cómodos creando. Hemos estado atendiendo mucho las necesidades físicas, pero no tanto las emocionales que son tan prioritarias”.
Sanar en comunidad
La artista de 26 años se dio cuenta de esto mientras estaba comiendo en un lugar que ya tenía luz, y observó que las personas llegaban hasta ahí no solo para alimentarse, sino que para “estar” en el espacio y disfrutar del momento: algo inusual en el ajetreo de un día normal.
Así se percató que en plena crisis la gente requiere de espacios colectivos para sentirse bien. Y si es con arte, mucho mejor.
Con ese ímpetu y en solo tres días, convocó a artistas cercanos que pudieran ofrecer opciones de actividades para las personas que llegaran al sitio, muchas de ellas posiblemente aún afectadas por los apremios que dejó el paso de Fiona.
El llamado de socorro surtió efecto y se montaron seis mesas-estaciones con dibujo arquitectónico, acuarela, piedras pintadas, coloreo de ilustraciones, corte y pega y tendido de mensajes positivos en Post-it, además de un espectáculo musical y de declamación de poesía.
Wilmer Jobeth Fernández, el otro socio fundador de Salón Boricua, destacó que la iniciativa es un llamado de emergencia a la creatividad.
“Ya estamos cansados que nos llamen resilientes o que nos digan que tenemos fuerza. Vamos a canalizar eso de una manera distinta, en este caso de una manera creativa”, recalcó el artista de 31 años.
Disipar la tensión
En la mesa-estación de dibujo arquitectónico afloró una conversación sobre el patrimonio que representan las tumbas del Cementerio Católico de Ponce.
Durante la misma, una señora preguntó por qué se escogió ese tema, a lo que el artista y arquitecto Ricardo Miranda, encargado de la dinámica, le respondió que en una clase que imparte en la Escuela de Arquitectura está trabajando el tema con sus alumnos, haciendo levantamiento de mausoleos y pintando sepulcros.
Ella, por su parte, le contó que cuando joven iba mucho al camposanto con su mamá y que sabe cosas secretas de ese lugar, como la existencia de un pozo donde la gente antiguamente cogía agua para las flores.
Un diálogo similar tuvo con un grupo de muchachos que llegaron desde Peñuelas, con quienes además habló sobre cómo ellos ven la ciudad, sus edificios y cuál es la estructura que más les impresiona.
La mujer que le platicaba es la artesana en barro Frances Rodríguez, de 76 años, quien acudió a participar del encuentro.
Aquí “uno intercambia con personas y es un buen sitio para el esparcimiento. Hemos estado tanto tiempo encerrados con esto de estar sin luz y antes con lo de la pandemia que todas estas cosas ayudan”.
Ricardo reaccionó contento y animado. “La actividad está chévere”, continuó con una sonrisa. “Empezar a hacer relaciones con otra gente ya te disipa la tensión que tienes de estar sin luz, sin acceso a hielo, ni a las comodidades de tu casa”.
“Este tipo de relaciones, continuó, “cambia la perspectiva y te lleva a otro tipo de conexión que me parece muy valiosa. La individualidad de la televisión o la computadora te encierra y no te da esa posibilidad de compartir”.
Las demás estaciones
Otra llamativa estación fue el espacio para colgar mensajes positivos en Post-it, esas hojas imperdibles en escritorios de oficina y espacios de trabajo.
Su dinámica fue muy simple, pero sanadora. Las personas cogían un bolígrafo, escogían el color del Post-it predilecto y escribían un mensaje, lo que ellos quisieran, algo que los liberara y desahogara. Luego lo colgaban alrededor de un árbol junto con el resto de las frases.
“La intención es sacarlo todo, todo lo que venimos cargando, que nos expresemos para despejarnos y comenzar el disfrute de la actividad”, comentó la voluntaria Natalia Figueroa, de 25 años y responsable de esta dinámica.
Entretanto, en la mesa de colorear había copias en blanco y negro de ilustraciones originales hechas por Salón Boricua, de Roberto Clemente, de Héctor Lavoe y del casco mítico de los Bomberos de Ponce.
Así que los visitantes llegaban, se sentaban, escogían la que más les gustara y la coloreaban. Lo mismo que en la estación de las acuarelas, donde las personas agarraban un pincel, un recipiente mezclador de colores, un papel y pintaban lo que le viniera a la cabeza.
La mesa de cortar y pegar asomaba como un rincón especial. La artista de 28 años Cristina Muñoz Laboy realizó ahí lo que ella llama “la experiencia de flores, papel y tijeras”, en alusión al juego infantil “piedra, papel y tijera”.
Cristina, creadora también del proyecto “Flora pa’l corazón”, trabaja con imágenes de flores en peligro de extinción en el Caribe y el mundo. Cada visitante escogía distintas siluetas y las iba recortando y pegando sobre otro papel para ir creando un efecto tridimensional y un contraste mayor de colores.
«Me encanta llevar estos espacios de sanación a través del arte y de la flora”, indicó.
Al caer la tarde, se dio lugar a la música al aire libre con la presencia del profesor de Historia y cantante Juan Riestra, quien lidera el proyecto sonoro Los Bohíques.
Acompañado de su guitarra, de dos barriles de bomba y percusión menor, hizo al público disfrutar y corear sus ya conocidos temas Agua de la Libertad, Piratas de San Germán, Justina Rochet y Juana Díaz, entre otros.
Adultos coloreando
Si bien la actividad era para todos los públicos y edades, sorprendentemente la mayor cantidad de asistentes fueron adultos. Solo se vieron tres o cuatro niños por ahí. “He trabajado talleres, fui maestra de Arte y he visto que los adultos también pueden sentarse a trabajar con papel y tijera”, enfatiza Cristina.
Yolanda Rosado Laboy, ama de casa de 61 años, estaba allí, recortando siluetas de dalias, orquídeas y flores verdes de Jade. Dijo que los ánimos de la gente están tensos ante el desespero de no tener servicios básicos y ante la pérdida de los alimentos por no poder encender la nevera.
“Espacios como estos son magníficos, porque nos sacan de la rutina de estar sin luz y sin agua y es una motivación para salir del estrés”, confesó.
Asimismo, reconoció que hacía años que no recortaba papel, ni hacía trabajos manuales. “Recuerdo que con mis nietas me sentaba a hacer las asignaciones, pero ellas ya están grandes. Me siento como una nena haciendo las cositas, como si estuviera en la escuela. Es una buena idea para distraerse. Siempre tuve la fantasía de ser modista, y ahora me estoy aquí botando”, concluyó Yolanda.
Coloridas banderas de Puerto Rico y mensajes de “Ponce es Ponce” o “Fuera LUMA” fueron otros de los trabajos que se vieron sobre la mesa de piedras pintadas.
Priscila Vega, de 87 años, pintó una estrella de mar con muchos colores. “En la escuela no me enseñaron a pintar, en esos tiempos solo se enseñaba a leer y a escribir”, explicó.
“La actividad me parece bella, está todo muy bonito, me siento muy cómoda y muy bien además porque ando con mi nieta que vino a verme desde Aguadilla”, continuó.
Además, puntualizó que no se esperaba que Fiona golpeara tan duro. “Yo pensé que iba a haber solo lluvia, viento y que iba a durar un ratito nada más. Quisiera que esto se acabara ya”.
Luego, con una sonrisa y augurando el asombro, presume ser la hermana de El Cantante de los Cantantes, Héctor Lavoe, cuyo aniversario de nacimiento se cumplió el pasado 30 de septiembre. “Héctor es una parte bien importante en mi vida y yo en la de él”, finalizó.
Wilmer Fernández de Salón Boricua agregó que todo lo descrito es justamente la idea, ofrecer estos espacios creativos y culturales para todo el mundo.
“Ahorita había un abuelito con su nieto, vino con él y pintó, ambos se llevaron su juguito, compartieron y disfrutaron. De eso se trata, que todas las generaciones podamos encontrarnos en un solo lugar”.
La cultura siempre presente
“Este tipo de actividades son super necesarias. Hay que sacar el espacio para el auto cuido y bajarle un poco al estrés de estos días por medio de la creatividad, la comunidad y la solidaridad”, comentó Sonia Méndez Cintrón, miembro de la junta de directores del Centro Cultural Carmen Solá de Pereira, gerente de programas del Centro de Economía Creativa y presente también en el evento.
Como enfatizó, en momentos críticos la cultura siempre ha tenido un rol fundamental, con gestores y recursos que se las juegan por el bienestar de las personas y por darle a las comunidades lo que necesitan, ya sea música, arte o simplemente un espacio para compartir y juntarse.
“La cultura es terapéutica, es terapia para el alma”, recalcó Sonia.
Con esto, además, puso en evidencia su convencimiento de que encuentros como estos se deben dar de manera permanente.
“Esto fortalece a la comunidad artística, ayuda a ampliar la oferta que se le da al público y realza la importancia del arte, la salud y el bienestar”, describió.
Para ello haría falta, simplemente, más comunicación entre los creadores y gestores, porque “la iniciativa y las ganas de arrancar están”.
Al salir y para ampliar la sonrisa, cada asistente se podía llevar una bolsita con dulces de La Tiendita Retro, un comercio que ofrece “dulces de antes” y los junta con los de ahora. Por ende, sus clientes son niños y no tan niños.
“Quisimos traer un chispito de alegría. Está complicado para todo el mundo, la gente está triste, resentida, no aguanta más”, señaló Vanesa Martell, de 37 años y creadora de contenido de La Tiendita.
Finalmente, Mikeyla Maldonado de Salón Boricua subrayó que ellos, al igual que muchos puertorriqueños, quieren ser parte de un cambio en la isla y ser ejemplo de “las cosas bonitas” que se pueden hacer a través del arte.
“Lo único que espero es que cada persona que entre salga feliz, que tengan el recuerdo de que esta actividad les dio un break de felicidad y de tranquilidad y que la pasaron super bien en este rato”.
Excelente idea! El arte sana en muchos aspectos