Diógenes miraba fijo mientras hablaba, concentrado.
Es un hombre de semblante tranquilo y afable, pero de mente ágil, rápido al hablar y enfático cuando el tema se lo requiere.
“A La Playa los de la Autoridad de Acueductos y los de Energía Eléctrica le llaman ‘La Playita’, y eso no es cierto, es un diminutivo que no tiene sentido. El barrio La Playa comprende desde Caja de Muertos, Cardona, todo el rio Bucaná hasta la (carretera) número 2, toda la número 2 hasta la Hacienda Matilde y todo por el río Matilde. Todo eso es La Playa. O sea, que tenemos en La Playa al Club Náutico, el Hotel Hilton, el complejo de La Guancha, la corte, el Centro de Convenciones, Plaza del Caribe, Villa del Carmen, Valle Real y la Escuela de Medicina, y se puede seguir”.
Diógenes Ballester habla de La Playa como de la palma de su mano. Y no le agrada que la invisibilicen. Nacido ahí en 1954 y criado ahí también, este reconocido artista ha visto cómo, desde hace 50 años, el barrio que lo vio nacer ha ido decayendo en población, en desarrollo económico y en vida cultural y comunitaria.
“Como digo yo, La Playa esta ‘mellá’. Antes era una comunidad donde se podía salir afuera y había trabajo. La gente hacía sus chiripas (trabajos momentáneos) y podía vivir. Estaba la fundición, el matadero, la fábrica de cuero, el muelle, los garajes y todos los almacenes. Todo el mundo se conocía y existía unidad, no tenías que tener reja, porque el vecino te velaba la casa”.
Pero esto ha cambiado, y mucho. Actualmente no hay industria activa en la zona, escasean los empleos y el nivel de pobreza supera el 50 por ciento, lo que hace que el desplazamiento sea un riesgo permanente.
Esta amenaza, sin embargo, despertó su deseo de actuar y de documentar las memorias y antecedentes que durante décadas han forjado la identidad cultural de este mítico barrio. Es así como comenzó a construir un archivo histórico digital de La Playa de Ponce, para mantener viva su identidad y empoderar a los vecinos.
La casa y el buzón
Si bien es un proyecto que lo ha acompañado, prácticamente, toda su vida artística, fue en 2010 que la Casa de Arte y Cultura de La Playa de Ponce comenzó a materializarse en el Callejón del Tiro. Ese año empezó su construcción y en 2016 la fundó junto a su esposa Mary K. Boncher, cuando aún faltaban estructuras por acabar.
Seis años después, la iniciativa está casi terminada y su inauguración se proyecta para enero de 2023. Varias de sus instalaciones ya pueden utilizarse, y entre las iniciativas que ahí se trabajan con más ahínco está el mencionado archivo histórico digital.
Apoyando esta labor están la artista residente, Rachel Smith, y el antropólogo residente, Ricardo Mariani, quien en los pasados meses se ha dedicado de forma exhaustiva a investigar y recopilar información, habiendo ya reunido varios documentos, vídeos y audios para el catálogo.
Esta tarea será complementada con la creación de un buzón de correspondencia que, además de formar parte de una instalación que el artista monta dentro de la casa para su inauguración, también será el hilo conductor con el que las personas podrán colaborar y depositar información sobre el barrio y su historia: un hito fascinante, porque invita a la comunidad a participar en un proceso de construcción de memoria colectiva.
“Con esto, el archivo digital ya no será simplemente una investigación, sino que será parte de la obra”, puntualizó Diógenes.
La compilación de antecedentes continuará y se espera que antes de mediados del próximo año el archivo digital esté en pleno funcionamiento.
Actualmente “estamos escribiendo las anotaciones cronológicas del archivo y nos estamos dando cuenta que a través de este trabajo podremos recontextualizar la historia de La Playa y verla desde otra perspectiva. También nos será útil para denunciar la gentrificación y el desplazamiento”, remató.
Estos temas, precisamente, serán centrales para Rachel. Como resaltó, la idea es impedir que la comunidad se siga desmantelando “creando una barricada cultural”.
¿Cómo planea lograrlo? Según expresó, convirtiendo de nuevo al barrio en una zona habitable, “con actividades para diferentes edades, donde todos puedan reunirse y compartir, pero sobre todo donde haya calidad de vida, porque el arte trae eso”.
Se sufre, pero se goza
La construcción misma de la casa es una forma de revitalizar el callejón, porque con ello “se crea conciencia de la voluntad del individuo”, dice la pintora y también muralista.
Diógenes por su parte relata que a la casa “a cada rato llega la señora espiritista a visitar y a ordenar el altar. Hoy me cambió las muñecas y me trajo otra que tenía reparada. Llega también el señor de allá que se le quemó la casa por culpa de LUMA, se sienta ahí a hablar un rato, yo abro una botella de las que tengo ahí y se va muy contento. También me traen cosas. Esos pasteles que tengo ahí no los hice yo, me los trajo la señora Rosa, la espiritista. Las empanadillas también. La señora de esa calle antes era antagónica, ahora pasa y saluda”.
En este mismo esfuerzo por fortalecer y dar valor al entorno, el proyecto de la casa considera impartir talleres a un máximo de 25 artistas, para capacitarlos y entregarles herramientas creativas y empresariales para su desarrollo y, conjuntamente, dar movilidad al barrio.
Las clases pueden ir desde grabado y dibujo, hasta estrategias de Marketing para lograr que sus creaciones y oficios sean más viables económicamente, “a diferencia de nosotros, que solo nos enseñaron el amor al arte”, anotó Diógenes.
Con el fin de ampliar los espacios, también se invirtió en la compra y remodelación de la casa de enfrente, la número 14 del Callejón del Tiro, y que recibe el nombre de “La Casa de Doña Carmen, se sufre, pero se goza”. Este espacio será la incubadora, donde podrán trabajar, tanto el artista en residencia como el obrero de la cultura, y puede ser un buen lugar para que interactúe el resto de los invitados también.
Entre los artistas que ya esperan están Martín García, quien impartirá los cursos de grabado y xilografía; Daniel Lind, Carlos Santiago y otros exponentes procedentes de Nueva York.
Asimismo, hay una cinematógrafa que quiere dar clases. Está Miguel Luciano, muy conocido en Estados Unidos, y otros amigos y amigas.
Aun así, Diógenes quiere que los primeros que trabajen con ellos sean los artistas de Ponce y la zona Sur, porque es bien importante generar esa conexión.
En el frontis de la casa se colocarán las banderas de La Playa, la de Ponce, la de Puerto Rico y la bandera Antillana, “porque este es el mar Caribe y nos hemos olvidado de nuestros hermanos caribeños”, afirma el pintor. De hecho, la misión del proyecto es ofrecer servicios no solo a Ponce, sino que, a toda la zona sur de Puerto Rico y el Caribe, con la intención de tener artistas en residencia y obreros de la cultura nacionales e internacionales.
El laberinto y el altar
Para Diógenes, la casa en sí misma es una obra de arte, por lo que en ella complementa el trabajo de documentación con la creación. Así, incluye en su instalación un laberinto diseñado por él mismo y que estará tallado en el suelo de cemento de la casa, como una obra indeleble. “Yo quería que ese laberinto no fuera una cosa pintada, que fuera una incisión, que quedara como una huella, una marca”.
Las personas que visiten la casa entrarán en la habitación y caminarán por encima de él, siguiendo su forma, hasta encontrar la llegada al centro. Después saldrán y se pararán en una plataforma, para luego dar la vuelta y llegar hasta el espacio donde estarán los artistas trabajando.
Ahí se sentarán en una mesa y, de manera automática, sin pensarlo mucho, se pondrán a escribir o dibujar lo que les salga.
“Este laberinto se lo dediqué a mi esposa Mary, porque ella caminó su laberinto y llegó al centro de su misión en la vida, y la siguió. A raíz de eso pensé que todos tenemos nuestro propio laberinto”, relató Diógenes.
En el cuarto contiguo habrá un altar dedicado también a su esposa, que incluye su escritorio, que es una máquina de coser antigua. “Habrá una pintura que será de ella, el obituario que yo le escribí, la oración de su cremación y lo que ella pidió”.
En otro de los flancos del lugar habrá un manto de iglesia con ojos de personas pintados como si fueran testigos de la historia de La Playa de Ponce. Cerca de ahí, con una proyección, se verá la pintura que para Diógenes es la más interesante de una persona afrodescendiente en La Playa. Se llamaba Mamá Tata y tenía 14 años cuando se abolió la esclavitud en 1873. Fue liberada en Mayagüez, trasladada hasta la Hacienda Matilde donde se casó con el mayordomo y terminó fundando el barrio Los Potes de Ponce.
Inicios del desplazamiento
Los primeros intentos de desplazamiento en La Playa comenzaron, según Diógenes entre los años 1969 y 1970, cuando con la promesa de la construcción de un astillero se expropiaron casas con cheques por $15 mil. Se expulsó a mucha gente de ahí y comenzó a destruirse la comunidad.
El segundo intento llegó el año 1974 con la reconstrucción del acueducto. Por primera vez en La Playa se iba a tener alcantarillado, sin embargo, “eso significó la destrucción total de las calles y comenzó a cambiar la infraestructura”, señaló el artista.
La situación se agravó en los años 90 con la llegada del superpuerto, lo que incluso motivó a algunas personas a proponer eliminar completamente el barrio y convertirlo en almacenes.
“Por eso es que hice la casa aquí”, explica Diógenes, como una manifestación. “Veo la casa como una forma de arte, lo único que me costó muy cara (risas) y mucho tiempo, pero es lo que yo quiero. Espero que la casa funcione cuando yo deje de existir y que la gente la pueda utilizar”. Es un legado que busca empoderar a la comunidad, dar valor al entorno y hacer sentir orgullosos a los vecinos de pertenecer a la comunidad de La Playa.
“Antes la gente no desyerbaba y ahora están desyerbando, están limpiando. Cuando me ven a mí ellos salen a limpiar, arreglan el callejón y eso es interesante. Cuando me ven construyendo se inspiran. Antes pasaban con la cabeza baja, ahora caminan con la cabeza erguida, así de frente, y eso es importante, porque eso se llama dignidad”, sentenció.
Esto, con alta probabilidad, explica lo que ocurrió después.
Al despedirnos y caminar por el callejón hacia nuestro próximo destino, vimos a una persona caminando en dirección contraria a la nuestra. La saludamos y le preguntamos si era de Ponce, a lo que respondió: “No, soy de La Playa de Ponce”.
Qué buena crónica.
Muy bueno te felicito. La verdad que me sirvio de aprendizaje pues habian cosas que desconocia. Exito y bienvenido el periodico La Perla ya lo estaba extranando. Excelente presentacion digital.
Excelente artículo con atención a los detalles y capturando para la posteridad la historia de la Playa de Ponce. Bravo Andrés y el Periódico la Perla, esperando seguir leyendo mas reseñas como esta desde Tampa, FL.
Buen artículo!!! Gracias
Te felicito, Diógenes. Has hecho una gran labor para La Playa.
Excelente. Muy informativo. Felicidades al artista Ballester y sus colaboradores.
I will like t know about a fam en la playa Jenny Irrizary Gonzalez
Soy nacido y criado en La Playa, soy primero Playero, luego Ponceño y finalmente Puertorriqueño. En la Playa aprendí a pescar con el Chinchorro de Don Caco y Don Daniel, aprendí mirando a hacer caretas de vegigantes, yolas y Chalanas de velas para competir en la Regatas de chalanas con las de Juana Díaz, Playita Cortada, La Playa de Santa Isabel, Salinas. Ahora hago artesanias marinas, osea yolas y chalanas recordando los tiempos en que la yolas y las Chalanas eran de Madera artesanal. Echo de menos las regatas, el chichorro, las moñamas, los balajú, los tamburines y tantas especies que se pescaban en la orilla del mar., echo de menos el matadero, ver a Guaché a Gulincho al menor a Ismael los matarifes de la playa. Son tantas las cosas que el modernismo nos ha quitado, recuerdo las regatas entre La Torpedera y los americanos del Nautico, el Dragon, el Yunke, la Paloma, El; Duende, El Guineo, La Brava, La Yenka, El Osvald Jack, El Lily Jack, El Lirios del Sur, La Cuchita, La Gloria, La Ana y muchos mas que atesoro las fotos que guardo como era la Playa de Ponce.