“Desde el momento en que llegué, sentí que encontré a mi tribu”.
Michael Levine, un jardinero profesional reconocido en Nueva York por diseñar jardines en Bryant Park y Central Park, había llegado a Puerto Rico escapando del frío invierno de Pensilvania y encontró, más que calor, calidez y un espacio transformador al que siempre querría volver.
Fue un amigo de su compañero de vida, el artista plástico ponceño Raúl Vega, quien les recomendó visitar Casa Pueblo en Adjuntas. Y aprovecharon el fin de semana de la Fiesta del Acabe del Café en enero de 2024 para aceptar la sugerencia.
Al recorrer la antigua casa rosada desde donde se ha gestado un proceso modélico de transformación social durante cuatro décadas, ambos quedaron maravillados. Entonces, nació una nueva alianza, marcada por la admiración mutua y la solidaridad.
“Yo estaba pasmado, porque ellos ganaron su pelea contra las multinacionales, y para mí fue algo heroico y un ejemplo de esperanza”, expresó Levine sobre el momento en que conoció la victoria de Casa Pueblo contra la minería a cielo abierto en la década de 1990.
El director de la organización no estaba ese día, pero su hijo Axel -a quien apodan “Curi”- sí, y fue quien atendió a los visitantes. Vega recordó que el momento “fue una conexión instantánea”.
Sin embargo, Levine, quien está retirado, pero reconoce que “no puedo parar de hacer jardines porque es lo que quiero hacer toda mi vida”, notó rápidamente que ese aspecto no había sido prioritario para una institución embarcada en diversidad de proyectos culturales, educativos y energéticos.
“Caminando alrededor me di cuenta que nadie estuvo cuidando el jardín, (a pesar de ser) una casa tan bella y una utopía”, puntualizó.
“Y yo tengo un dicho de que cada utopía necesita sus jardines, sus flores. Así que hablé con Alexis y Curi, y les dije ‘soy voluntario, puedo hacer milagros aquí’, porque el lugar es perfecto… para crear algo especial”, agregó el jardinero.
Fue así que Levine y Vega decidieron quedarse todo el invierno en un apartamento de la organización para realizar trabajo voluntario en los jardines y ayudar con otras necesidades en la casa.
“Yo supe a primera vista que este podía ser un lugar especial para calmar, un refugio, que lo es”, afirmó Levine.
El patio comenzó a tomar vida con variedad de bromelias, helechos, cordelini y cosmos, entre otras plantas. Varias de ellas atraen a las mariposas, que son parte fundamental del ecosistema de Casa Pueblo.
“Yo creo que los jardines son importantes porque, aparte del propósito profundo que tenga la institución, el jardín es lo que te abre las puertas. El jardín es como la presentación tuya personal. Antes de empezar a hablar, la gente te va a juzgar por lo visual porque no saben tu mensaje”, expresó Vega.
“Veo que al diseñar el jardín las personas tienen la oportunidad también de caminar, de moverse, de visitar las diferentes áreas y ha resultado un proyecto interesantísimo. Ha sido una experiencia muy bonita”, agregó el artista, graduado de Pratt Institute y quien ha expuesto sus obras en Nueva York, Florida y Pensilvania.
Tanto disfrutaron su primer voluntariado, que hicieron el segundo de noviembre a marzo de este año. Además de los jardines, diseñaron una terraza, se unieron de madrugada a las jornadas de tueste y envase del Café Madre Isla, y conversaron con grupos escolares. Vega también ayudó a remozar la señalización del Bosque Escuela La Olimpia y ambos participaron activamente en las actividades de la organización.
“Hemos visto áreas y puntos que con un poquito de trabajo de jardín se han convertido en algo mucho más efectivo, en conjunto con el edificio, con el mensaje que va detrás de Casa Pueblo y del grupo de personas que está envuelto”, apuntó Vega.
Por su parte, antes de marcharse, Levine prometió volver el siguiente noviembre.
“Me encanta Puerto Rico, me encanta Casa Pueblo, atrae a la gente más interesante que he conocido en mi vida, de las artes, las ciencias, intelectuales y jíbaros. Todo el mundo”, aseveró.