De niño, Héctor Olivo Rodríguez anhelaba bailar, y hoy se dedica a enseñar en una academia de baile. Pero no siempre fue así.
“Desde que comencé a bailar, yo nunca había visto un bailarín, de los reconocidos, como yo”. Olivo es una persona negra.
Por mucho tiempo, no se sintió parte de la industria. “Hasta que llegué a una academia, que ya no existe, y tomé una clase con un maestro joven alto, mucho más negro que yo. Rápido tomé todas las clases con él”.
Verse representado en su mentor le reafirmó que debía continuar tras su pasión en una industria artística a la que, de por sí, ya es complicado acceder. Según el Anuario Estadístico 2023: arte, cultura e industrias creativas en Puerto Rico publicado por el Centro de Economía Creativa, se estima que apenas dos por ciento de las personas empleadas en industrias creativas son bailarines y coreógrafos.
De ese dos por ciento, más de la mitad de la muestra se identificó como de raza negra únicamente. Pero esto no implica que emprenden un camino fácil.
“En vídeos musicales, he tenido que aprender a hacer mi propio peinado y mi propio maquillaje, porque ninguno de los profesionales tiene mi tono”, narró Olivo Rodríguez. “Nosotros (las personas negras) hemos tenido que aprender solos, porque otras personas no saben bregar”.
Aun así, el maestro en D’Arts Studio en San Juan se siente satisfecho con las experiencias laborales y expresó que, a diferencia de muchos en su generación, no tiene prisa para llegar a ser parte de “algo más grande”.
Entretanto, el bailarín Tyrone Santana Jarvis, excoreógrafo del artista urbano Jon Z, relató que el color de su piel no le ha representado experiencias negativas, aunque recordó una que, ahora, identifica como “cuestionable”.
“Estaba en una audición y estaban pasando lista. Cuando llegó a mí, me observaron y me preguntaron: ¿eres de Loíza, verdad? Yo solo contesté con ‘¿no puedo ser de Guaynabo o Condado?”.
“Todo el mundo estaba en silencio”, narró.
Presiones, competencias y pagos de miseria
Bailar en Puerto Rico y vivir de ello no es tarea fácil. A las prolongadas sesiones de prácticas y entrenamientos se suma un circuito de academias que, según algunos bailarines, no prepara a estos artistas para salir a trabajar, por lo que terminan “peseteando”.
Así lo afirma Santana Jarvis, quien además ofrece clases de House Dance y Afro Fusion en GOP Academy de Guaynabo. “No te dicen nada sobre cómo es el trabajo o cómo cobra un artista. Por eso, muchos bailarines como yo cometen el error de pesetear, como dicen por ahí. Por algo no crecemos”.
Santana Jarvis tuvo su primera experiencia laboral con un artista incipiente y, en aquel entonces, le pareció una buena experiencia. “Pero ahora me pregunto… Si yo hubiese sabido realmente cuánto se supone que le cobraras a un artista, ¿hubiera ganado tan poquito?”, cuestionó.
La experiencia de Olivo Rodríguez no se aleja de ese “tan poquito”. “Para cuando yo estaba con los Vaqueros de Bayamón, la paga era $50 por juego, mientras que yo conocía a otros equipos que le pagaban $100”, reveló. Aprovechar esta oportunidad le costó, además, tiempo de ensayo para las Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI) del año pasado, en la cual participó como parte del dance team del recinto de Bayamón de la Universidad de Puerto Rico.
Y ¿cómo se llega a trabajar como bailarín? Ambos, como tantos otros, creyeron que se debe tener un gran talento para lograr “ser alguien” en las artes. De lo contrario, no se logrará la estabilidad laboral y financiera. Pero el talento es apenas una de las piezas del rompecabezas.
“Si tú conoces a alguien que conoce a todos los artistas, y le lames el ojo, tal vez podrías llegar a trabajar para uno”, comentó Olivo Rodríguez. “Es una industria muy competitiva, se brega mucho a través de la pala”.
Asimismo, destacó que, dentro de la danza, hay que mantener una mentalidad abierta y reconocer que siempre va a haber alguien que quiere la plaza de trabajo que se anhela. “Si tú vas a todas las clases, el otro va a todas y a una más”.
Esperanza en la industria
Aun así, el Anuario Estadístico concluyó que la cantidad de empleos generados a través de las industrias creativas en Puerto Rico sigue creciendo, con un aumento de 10 por ciento entre los periodos 2013 a 2017 y 2016 a 2020. Aunque las condiciones laborales de los artistas los siguen empujando al pluriempleo, este aumento podría representar un rayo de luz para el sector.
También se avanza en otras áreas. Sobre el baile, Olivo Rodríguez opinó que “la generación de Danny Lugo (coreógrafo de Luis Fonsi) es la que ha impactado la danza en la isla grandemente, pero los bailarines de Karina Ortiz (coreógrafa de Bad Bunny y otros artistas) están top en el momento, están cambiando las supersticiones y los estereotipos”, refiriéndose a la imagen y a la raza.
Mas a fuerza de tropezones y lecciones, estos bailarines siguen reinventando su lugar en la industria. Santana Jarvis, por ejemplo, reconoció que tomó decisiones que le han costado mucho, como la organización de un evento que contó con cerca de 80 bailarines y que, al final, “no salió nada bien. […] Se cortaron varios bailes y muchos de mis bailarines no pudieron hacer su trabajo. Yo no fui pagado, nadie fue pagado”.
“Si yo hubiera sabido cómo manejar esas situaciones, yo hubiese protegido a todo el mundo”, confesó.
A pesar de las decepciones generalizadas y de los errores que cometió, Santana Jarvis confía en que recuperará fuerza en una industria en la que sigue creyendo y que, al igual que Olivo Rodríguez, le permite vivir su pasión.
Fabiana Delpin Rivera es estudiante subgraduada de la Universidad del Sagrado Corazón, donde cursa un bachillerato en Periodismo. Actualmente desempeña el cargo de Editora Junior en el periódico Metro Puerto Rico.