Amorfoda de Bad Bunny -con una trompeta melancólica y profunda, como la voz del Conejo-, Come Together de los Beatles y composiciones propias fueron parte del repertorio con que el jazzista puertorriqueño Charlie Sepúlveda y su cuarteto dieron inicio a las noches del Meliá Jazz Club el pasado miércoles.
“Estuvo bien bueno, el sonido y el salón espectaculares, la acústica riquísima y la gente bien cool. La vibra, el ambiente, eso nos gustó mucho”, expresó el músico de 60 años de edad, quien en su larga trayectoria profesional ha compartido escenario, estudios de grabación y amistad con artistas de la talla de Eddie Palmieri, Tito Puente, Héctor Lavoe y Dizzy Gillespie, por mencionar algunos.
Si el público responde “vamos a seguir una vez al mes, y si sigue llegando gente lo hacemos dos veces al mes, y si se pone mejor lo hacemos todos los miércoles y establecemos el club. Depende del respaldo de la gente, y aquí hay muchos que les gusta el jazz”, resaltó.
El evento comenzó pasado las 7:00 de la noche y se realizó en el piano bar del hotel, hasta donde llegó un público variado, con “niños, adolescentes, adultos, adultos mayores, locales e internacionales, locales de Ponce y locales desde Luquillo, lugares distantes dentro de la isla, y eso lo que te da es una muestra clara de que hay un interés y un respaldo una vez el producto existe”, afirmó Javier de Jesús Martínez, en representación del Meliá Century Hotel.
Jam sessions
La intención, añadieron ambos, es que este junte no sea sólo un concierto mensual, si no que se transforme en sesiones de jam para que músicos de diferentes puntos de la isla, nóveles o experimentados, acudan con sus instrumentos para tocar con los más destacados representantes boricuas del jazz.
Por eso es que Charlie tiene en mente a muchos de sus amigos músicos para invitarlos a tocar, todos nombres de peso en la escena.
“Conozco tanta gente que pudiera venir, desde Eddie Palmieri a William Cepeda, cualquiera”. Puntualmente para la ocasión habló con Papo Lucca, quien se ausentó únicamente porque tenía otro compromiso, “pero Papo es súper amigo”.
Su cuarteto será la formación base, al que se irán sumando los artistas invitados y toda aquella música o músico que llegue con su instrumento y quiera subirse a jammear o improvisar.
Los sonidos se pasearán por el jazz y latin jazz, incluyendo fusiones con bomba, plena, danza y boleros, entre otros.
Para Charlie, esto de los clubes de jazz es terreno conocido. No es primera vez que se para en tarimas de hoteles con este propósito. “Yo hacía esto todos los viernes en el Hotel Vanderbilt en Condado, ahí toqué como ocho años. En el Hotel La Concha estuve como ocho años también, y en El Convento estuve haciendo los miércoles de jazz”.
La pandemia y el confinamiento lo pararon todo y ahora es que se empieza a retomar la actividad. Y que esto sea en el Meliá de Ponce lo entusiasma.
“Este sitio se presta para eso, para música jazz. El ambiente es bien acogedor y súper lindo”, puntualizó.
“Es como ir a Disney”
“Mi hijo es uno de los músicos”, comentaba orgullosa Nayra Loaiza, maestra de educación diferencial, previo al inicio del concierto. “Me dijo ‘mami, voy para Ponce a tocar’, y le dije pues voy para allá”.
Ella es madre de Francisco Alcalá Loaiza, el baterista de la formación de Charlie. Él es ponceño, específicamente del barrio La Playa. Su bisabuelo vivía en las inmediaciones del Malecón. Con los años su familia se asentó en Villa del Carmen, para luego trasladarse hasta Villa Tabaiba, donde se crió.
Estudió en la Escuela Libre de Música Juan Morel Campos y a los 18 años, cuando confirmó que lo suyo eran los escenarios, emigró a San Juan para asistir al Conservatorio, donde fue alumno del Charlie Sepúlveda y de otros músicos de renombre.
“Poco a poco, con mucho trabajo y dedicación, empezaron a darme la oportunidad de tocar en ciertas actividades con ellos y, sin darme cuenta, terminé colaborando con muchos artistas que para mí son mis héroes, mis ídolos, y hoy día soy parte de sus agrupaciones. No hay honor más grande que ese”, acentuó Francisco.
Además de Charlie Sepúlveda, trabaja fijo con William Cepeda, Humberto Ramírez y Julito Alvarado, que es de Ponce, manteniendo a la vez su labor de músico freelance.
Venir a tocar jazz a Ponce es como ir a Disney, dice, ya que él sueña con vivir en su ciudad y hacer lo que le gusta. Sin embargo, casi la totalidad de la escena jazzera se reduce al área Metro.
«Aquí la escena es bien pequeña, pero últimamente estoy viendo que hay músicos de alto calibre en Ponce, como Erick Pérez, que está aquí con nosotros, Jean Lou Triboux, vibrafonista suizo que está residiendo aquí, e Irving Cancel. Muchísimos músicos increíbles, por lo que hay esperanza de que en algún momento pueda vivir de la música aquí”.
El espacio para los Jazz Club Nights del Meliá es parte de esa esperanza. Su deseo es que se transforme en un escenario estable, donde puedan asistir todos los que están empezando a tocar, para así adquirir experiencia.
”Sería perfecto que se convierta en un taller para todos los músicos del área Sur, no solamente de Ponce”, continuó. “Hay muchísimo talento que necesita estos espacios para desarrollarse y poder presentar sus propuestas musicales”.
“Lo ideal es que se unan los músicos del área Metropolitana con los músicos del área sur y vayamos desarrollándonos y ayudándonos mutuamente. Que se convierta en algo increíble para todos crecer juntos. Lo que hace falta es que la escena siga creciendo”, sentenció.
El trompetista de Hamelin
“Estaba con él y me habló de la trompeta, que la tiene hace poco, para que la probara, como yo soy trompetista, para ver como se sentía, y es super cómoda. Obviamente me gustó”, relató Dennis Garayúa. Este músico de 33 años se acercó a Charlie tras el concierto, cuando lo vio más desocupado. Hablaban mientas miraban y palpaban la trompeta. Terminó tocándola, y sonó bien.
Dijo que esto es lo que hace falta en Ponce, y que sea Charlie quien lo encabece. “El sonido que él tiene es maravilloso, siempre que yo lo he visto tocar, en todas las trompetas que él ha tenido, brilla por eso, su sonido propio”.
Mientras, la madre del baterista, Nayra, estaba muy a gusto en el lugar. “El espacio es acogedorsísimo, muy bonito, tiene como una forma clásica, me encanta”.
Pedro Monsegur, retirado, llegó porque el jazz le relaja. Y claro, también porque es un estudioso y degustador del género. “Es importante crear el punto, el espacio donde la gente pueda venir a compartir. El jazz es una música que te saca de la rutina, más relajante, y tiene muchas fusiones”.
Sus ganas de más lo llevaron a hablar del centralismo. “La mayoría de los eventos son en San Juan, pero muchos de nosotros no tenemos la oportunidad de ir. Y este es un buen momento para respaldar y que esto siga creciendo. Es una excelente idea”, añadió.
De pronto, dos niñas de unos dos años entraron corriendo al salón desde la calle, juguetonas y sonrientes, atraídas por la música. La puerta del lugar está abierta, para precisamente cautivar a los transeúntes. Sí, como el Flautista de Hamelin, o el trompetista.
“A las nenas les llamó la atención la música (ríe). Me parece que esto está hermoso y es un ambiente seguro y ameno”, comentó Natasha Rivera, madre de una de las pequeñas.
“Definitivamente”, la secunda Ivanna, la madre de la otra menor, «especialmente mirando el ambiente familiar, ya que no hay tanto acceso a actividades así donde nos podamos sentir cómodas con nuestras niñas”.
Es muy importante que se pueda estar con niños, coinciden casi al unísono, “para que crezcan con jazz y buena música”, finalizó Natasha.
Treinta por ciento
“El doctor me dijo que mi corazón estaba funcionando al 30 por ciento, y de ahí salió este tema, llamado así, Treinta por ciento”.
En la intro de la canción, Charlie, o el maestro, como le llaman varios, comentó que está enfermo. Al final del concierto, ya lejos del micrófono, dijo que camina con un desfibrilador portátil por si acaso le “baja”, como él le llama. Si eso ocurriera, el aparato lo resucita. “Espero que no me baje”, añadió riendo.
Importante que el corazón mantenga el ritmo, aunque sea al 30. Comentó que su doctor le dijo: “se supone que tú no estés tocando trompeta, yo no sé cómo lo haces”.
De eso surgió esa canción. De la noticia, del susto. Llegó a la casa y se puso a escribir. “No me estaba cuidando. Ahora cogí control de mi vida. Estoy tomando medicamentos y estoy haciendo todo como tengo que hacerlo”.
Y, sobre el Meliá Jazz Club, añadió: “Estoy loco por volver”.
“Estuvo perfecto”.
Muchas gracias Andres
Saludos Charlie!, Gracias a ti, esperamos verte pronto de nuevo 🙂
Fui de los privilegiados en disfrutar de un regalo musical tan especial.
Confío en que la voz se riegue y muchas mas personas se envuelvan en esta experiencia. Es relajante y alegre.
Les auguro y deseo mucho éxito y mucha salud para Charlie.