Cuando pasaron por Casa Pueblo el 29 de mayo, eran pequeños polluelos de gavilán de sierra que parecían “bolitas de algodón”. En agosto, ya juveniles con su pelaje completo y pulidas habilidades de caza, abandonarán la Finca Madre Isla para hacer su vida en otro lugar.
Las cuatro hembras y cinco machos de esta ave rapaz en peligro de extinción que el Fondo Peregrino ha cuidado esta temporada, desde el cascarón hasta la liberación, dan cuenta de una temporada exitosa.
“La temporada ha ido muy bien. Es la primera vez en buen tiempo que pudimos retomar los esfuerzos de propagación”, afirmó la bióloga Hana Weaver, líder del grupo.
“Hemos hecho muy buen trabajo con la cantidad de personas que ahora tenemos monitoreando las aves y asegurándonos de que estén seguras. Hemos podido hacer muchas mejoras al sitio de liberación, a la torre de observación, y hemos tenido la oportunidad de entrenar a varios biólogos, que tenemos la esperanza de que puedan regresar con nosotros”, señaló.
El grupo de trabajo, compuesto por una decena de personas entre las cuales se incluyen las biólogas puertorriqueñas Isamar Flores Rodríguez y Nashally Folch Mercado, inició su faena en enero.
La primera fase consistió en el monitoreo de las parejas reproductoras, para poder extraerle la primera puesta de huevos. Esto ocurrió en el Bosque Toro Negro en Jayuya, Guilarte y La Olimpia en Adjuntas, y el Bosque Estatal de Maricao.
“Nos levantamos bien temprano en la mañana y estamos en el bosque antes de que salga la luz para poder visualizar el cortejo de las aves. Las aves cuando están buscando pareja vuelan sobre el dosel… suben y bajan en especie de ola, y cuando terminan el cortejo caen en el bosque. Eso nos indica su posible territorio”, explicó Flores Rodríguez.
Machete en mano, las biólogas abrieron caminos hasta encontrar a las parejas y mantener la vigilancia.
“Entonces empezamos a monitorear a la pareja, su comportamiento, y cuando ponen los huevitos los recogemos”, apuntó.
En marzo, extrajeron 12 huevos correspondientes a cuatro parejas. En ese momento, el grupo se dividió: unos se quedaron en el bosque monitoreando a esas parejas para ver si se lograba la segunda puesta de huevos y otros se movieron a Coamo para trabajar el proceso de incubación.
“El plan de propagación nos permite monitorear las aves en la vida silvestre y hacer que las parejas dupliquen su producción anualmente. Nosotros protegemos la primera puesta y los padres la segunda”, resaltó Weaver.
En el laboratorio de Coamo, precisó Folch Mercado, “están las incubadoras y todo lo necesario para proteger y monitorear a los huevitos”. “Vemos el desarrollo del embrión para ver si es viable, si tiene una malformación, o si se para su desarrollo, porque a veces eso ocurre”.
“También tenemos las posibles fechas de puesta y de eclosión, y podemos estar preparados para cuando salgan. Entonces empieza la próxima fase que es criarlos hasta que tengan de 18 a 21 días, antes de ponerse en la cajita de liberación en Adjuntas”, añadió.
La liberación
El 29 de mayo, las biólogas llevaron siete de los nueve polluelos a la sede de Casa Pueblo, donde causaron sensación entre empleados y visitantes que tuvieron la oportunidad de ver de cerca, por primera vez, esta ave.
“Estoy acostumbrada a que no a mucha gente le guste este tipo de ave, que es un ave rapaz, así que ir a Casa Pueblo con los siete polluelos y ver la reacción de la gente fue bien lindo”, dijo Flores Rodríguez.
Mientras, para Folch Mercado “fue bien emocionante porque llevamos tiempo tratando de visibilizar el proyecto y visibilizar la especie”.
Junto a los polluelos se mudaron las biólogas, y empezó una nueva aventura en la Finca Madre Isla.
“La caja de liberación está cerrada, pero ellos tienen ventilación y pueden ver alrededor, para aclimatarse al lugar donde van a ser liberados. Después, entre los 18 y 21 días, se les ponen las bandas de identificación. Por cuestión de permisos, necesitamos ponerles unas bandas federales a cada ave endémica que liberamos y también tenemos una banda que nos permite saber cuál es el ave que liberamos para, si la vemos en los próximos años, poder identificarla”, indicó Folch Mercado.
Luego de colocarles transmisores en la espalda para poder monitorearlas en sus vuelos por el bosque, abrieron la caja.
En teoría, a partir de ese momento, las aves eran libres. Sin embargo, como todavía no podían cazar, salían y siempre retornaban para consumir el alimento que les dejaban sus cuidadoras.
Según avanzaron las semanas, aprendieron a alimentarse por sí mismas, se volvieron menos dependientes y pasaron menos tiempo cerca de la caja.
Así se comportan hasta el día en que no regresan más. Sobre su destino, el Fondo Peregrino estima que las aves continuarán sus andanzas entre Toro Negro y Maricao.
“Nosotras estamos esperando que para mediados de agosto estén dispersándose y yéndose. Los machitos se van primero porque las hembras representan demasiada competencia porque son más grandes”, dijo Folch Mercado.
Llegar a este punto suena sencillo, pero en realidad conlleva largas jornadas desde antes del amanecer hasta el anochecer para lograr que los gavilanes de sierra sobrevivan a los peligros del bosque. En ese sentido, también requiere que el equipo use su creatividad para ahuyentar a los depredadores.
“Una de las especies que representa mayor amenaza es el guaraguao, así como los gatos, mangostas y ratas. Así que damos rondas alrededor de la caja haciendo ruido y también tenemos a un vigilante mirando arriba del dosel. Hacemos ruido con palos, pitos, cornetas y cualquier cosa que nos permita asustar lo que esté alrededor”, señaló Weaver.
A conocer más sobre estas aves
Este año, a dos de las hembras les colocaron un transmisor que permitirá saber qué lugares visitan cuando no es época reproductiva.
“Esta información nos ayuda a determinar qué hábitats son importantes para ellos, ya sea para la pernoctación, la caza y la reproducción, que es algo bien importante para nosotros. También nos ayuda a conseguir otros lugares de monitoreo”, puntualizó Flores Rodríguez.
El objetivo es crear un perfil del comportamiento de esta ave en Puerto Rico, para mejorar los esfuerzos de protección y reproducción, e involucrar a la comunidad mediante la educación.
Al pasar revista de la temporada 2025, las biólogas se mostraron satisfechas.
“La experiencia en Casa Pueblo ha sido maravillosa. Una de mis partes favoritas del proyecto es probablemente ir a la Finca Madre Isla y trabajar con los polluelos”, expresó Weaver.
Entretanto, Folch Mercado dijo que “he estado trabajando par de añitos aquí y ha sido un sueño. Por primera vez tuve la oportunidad de trabajar en la etapa de propagación, así que es como si fuera un proyecto completamente nuevo para mí. Estoy súper feliz”.
Flores Rodríguez, por su lado, mencionó que “estoy feliz, feliz, porque es algo que queríamos retomar, la propagación, para duplicar la producción y nos ha ido muy bien”.
Cuando finalice el trabajo de campo, las biólogas permanecerán realizando tareas administrativas y proyectos de alcance comunitario. Y en enero de 2026, volverán al bosque para iniciar el monitoreo nuevamente.
Hermoso proyecto llevado a cabo por grandes mujeres. ¡Mucho éxito y que Dios las acompañe!