En el fútbol, el dinero puede comprar muchas cosas.
Por ejemplo, un Mundial. Y a los mejores futbolistas del orbe. Y puede aglutinar todo en un paquete perfecto y presentarlo ante un público global de millones de personas.
El poder del dinero fue evidente el domingo en la ciudad qatarí de Lusail, donde Argentina venció 4-2 a Francia por penales para convertirse en monarca mundial por tercera vez en la historia y dar a Lionel Messi el único trofeo que le faltaba en su carrera ejemplar.
Uno de los desenlaces más electrizantes en los 92 años de historia del certamen incluyó un empate 3-3 luego de los tiempos extra, así como un doblete de Messi y un triplete de Mbappé.
“Fue una locura, pero merecíamos ganar”, dijo el técnico argentino Lionel Scaloni. “Sé que es sólo un partido de fútbol, que es un Mundial, que no va más allá del fútbol, pero para nosotros es algo más. Que festejen. Que disfruten”.
El final no constituyó un mal resultado para Qatar, que desembolsó alrededor de $200,000 millones para llevar a cabo el certamen más prestigioso del mundo del fútbol.
Cientos de millones más han sido erogados para reclutar a Messi y a Mbappé en el París Saint-Germain, de propiedad qatarí.
Y aquí, en el máximo escenario deportivo, se presentó el epílogo perfecto para este emirato rico en gas y petróleo.
Sobre un escenario temporal a la mitad de la cancha, el emir de Qatar, jeque Tamib bin Hamad al Thani, dio a Messi una túnica ceremonial a fin de que la vistiera sobre la casaca argentina para cumplir con la tradición de levantar el trofeo de campeón.
Messi destilaba orgullo al besar la copa de oro sólido. Pero anfitrión tendría también muchos motivos para considerarse ganador, tras un torneo que pareció demostrar la efectividad de las tácticas del uso del deporte para mejorar la imagen de un país.
Qatar tiene ahora un vínculo indeleble con Messi, quien se coronó finalmente aquí y quien reforzó sus argumentos para que se le considere el mejor futbolista de la historia.
“Tardó mucho, pero aquí está”, dijo Messi. “Obviamente yo quería completar mi carrera con esto. No podía pedir más”.
A sus 35 años, Messi fue la figura central de lo que fue probablemente su última Copa del Mundo. Y la historia se fue tornando más atractiva con cada victoria, cada gol y cada asistencia que constituyeron destellos de la calidad que aportaba más regularmente durante sus mejores años.
Otro ingrediente de un partido cautivador fue el hecho de que la final deparara un duelo personal entre Messi y Mbappé, su compañero en el PSG.
Mbappé es el heredero natural de Messi y de Cristiano Ronaldo como el superastro próximo del fútbol, y consiguió el primer “hat trick” de una final mundialista en 56 años.
Fue además el líder goleador del certamen con ocho dianas, lo que garantizó que otra de las grandes inversiones de Qatar subiera al podio para recoger un trofeo en la última jornada.
Pero la imagen perdurable del Mundial fue la de uno de los mejores de la historia, con la túnica qatarí, levantando el premio mayor del deporte.