Previo a su arribo, anuncios a página completa en semanarios y diarios profetizaban un cambio paradigmático.
Según pregonaban, las dos grúas “Súper Post Panamax” que llegaban al muelle de Ponce el jueves, 21 de enero de 2010 desde Shanghái, China, transformarían al Puerto de Las Américas en “el puerto de trasbordo para el Caribe”.
Por ambas, el Gobierno de Puerto Rico había pagado una factura de $22.7 millones al mayor fabricante mundial de grúas y estructuras de acero, la empresa estatal Shanghai Zhenhua Heavy Industries o ZPMC, y para celebrar su recibimiento la administración de la exalcaldesa María Meléndez Altieri preparó desde paseos en tróleis hasta recorridos en lanchas alrededor de la embarcación que las traía desde Asia: la barcaza Zhenhua 7.
La fanfarria, sin embargo, duró poco.
Ese mismo año, una segunda negociación entre inversionistas coreanos y la administración del exgobernador Luis Fortuño Burset -quien delegó la tarea al otrora secretario de Desarrollo Económico, José Pérez Riera– colapsó, y con eso la meta de comenzar a operar las grúas en el 2010, arrancar la actividad del puerto y atraer actividad manufacturera al Parque Percom, la zona industrial contigua, adquirida para actividad de valor añadido.
Según denunció en ese momento a La Perla del Sur el portavoz del grupo coreano KBCT, William Colón Martínez, el fracaso para la firma de un operador de calibre mundial para el puerto se coaguló tras las onerosas exigencias económicas requeridas por el comité negociador del gobierno central, las que llevaron al Banco de Desarrollo de Corea -principal financiador del grupo KBCT- a retirarse de la mesa de negociación.
“Desde entonces, la historia del puerto ha sido lamentable, una tragedia, y en este quinceañero lo único que se conmemora es la defunción del Puerto de Las Américas como se había anunciado”, declaró de entrada el exalcalde Francisco Zayas Seijo.
Fue Zayas Seijo quien previo a su juramentación como ejecutivo municipal en enero de 2005 fungió como presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Representantes, la entidad que impulsó legislación para que se aprobara una línea de crédito gubernamental de $250 millones para el proyecto.
El capital permitió al ayuntamiento saldar un préstamo previo de $30 millones para mejoras al Muelle de Ponce y consumar objetivos como la compra de las grúas, dragar el muelle y el canal de acceso, construir dos estacionamientos para contenedores con capacidad estimada para 400 mil de ellos y mejorar los accesos viales al proyecto.
También la compra de la finca Percom, otra de 500 cuerdas situada entre Ponce y Juana Díaz para la mitigación de humedales, y la adquisición de una cabina-simulador para entrenar operadores de grúas, que costó un millón de dólares y cuyo paradero es un enigma.
“Gracias a Dios, las grúas y el puerto son cosas que duran más de 15 años”, continuó el exalcalde. “Y hoy, aunque alguien quiera alegar lo contrario, no queda duda de que el puerto todavía tiene el mismo potencial que tenía antes, pero también tiene los mismos enemigos”.
Estos, como advirtió a su salida del ayuntamiento en diciembre de 2008, están “al otro lado de la Cordillera”.
“Son la Autoridad de los Puertos y los intereses económicos que controlan el Puerto de San Juan”, sentenció. “Ninguno de ellos quiere que esto alce vuelo, ni se desarrolle. Y no es casualidad que los mismos enemigos del Puerto de Ponce son también enemigos de la carretera número 10 (PR-10) que te lleva de Arecibo a Ponce en media hora”.
“Ese proyecto abre el Puerto de Ponce a todo, menos a la zona metropolitana, y el puerto, junto al aeropuerto Mercedita, son una amenaza a la inversión que han hecho y al capital que esperan ganar del movimiento de los 700 mil contenedores que pasan anualmente por la Bahía de San Juan”, continuó.
Ese poder económico, subrayó, ha empujado a la ciudad y a la región sur-central a una zona de “apartheid” o segregación política donde se bloquea cualquier esfuerzo contundente para participar de la “bonanza económica que existe en el área norte, en la zona metropolitana”.
“A mí me criticaron por conseguir la línea de crédito de $250 millones para el puerto, pero con los arbitrios a la gasolina que todos nosotros tenemos que pagar financiamos los $2 mil millones que costó el Tren Urbano y los $125 millones anuales que cuesta mantenerlo, al igual que la Autoridad Metropolitana de Autobuses. Y a nosotros nos toca la peor parte de los peajes en la autopista y las tarifas de contenedores que llegan a San Juan”.
“De la cordillera central para abajo no pasan los vientos alisios ni la bonanza económica. Esas grúas y el puerto son un activo para el área sur, para el área con más desempleo y con más problemas de pobreza”, añadió Zayas Seijo.
“Toda la inversión que se ha hecho en el puerto es demasiado importante para Puerto Rico como para decir que vamos a enterrarlo”, sentenció, “pero mientras la historia y los protagonistas de ella no cambien, las grúas serán para los ponceños un recordatorio de lo que la politiquería es capaz de hacer y desperdiciar”.
Los Puertorriquenos somos una cosa seria. Nos hundimos unos a otros. Que desperdicio de dinero. Y por otro lado parece que nos gusta elegir gobiernos mediocres. Nos seguimos atrasando como pueblo gracias a la corrupcion y los gobiernos mediocres que tenemos. Tantas oportunidades perdidas.