Benito Pérez Rodríguez sigue sacando fango de lo que una vez fue su casa en la humilde comunidad pesquera de La Coloma, la «zona cero» del paso del huracán Ian por Cuba hace casi tres semanas.
«Estuve en la guerra de Angola (1975-1991), fui bombero y guardabosques de aquí», cuenta a EFE al mostrar un espacio sin techo, reducido a cuatro palos erguidos de madera «de la buena», dos refrigeradores vacíos y oxidados, un ventilador, un sofá que «ha resistido varios ciclones», y una pareja de perros viejos que lo han acompañado desde siempre.
«Lo demás se lo llevó el agua. No había visto algo así desde que vivo aquí, desde 1986», se lamenta Benito, de 59 años, uno de los pobladores de esta localidad de 7,000 habitantes en la costa sur de la provincia de Pinar del Río.
«La gente critica, se desespera, pero (el gobierno) da lo que tiene, no lo que le sobra», dice acomodando un par de colchones y tres gorras falsas de los Yankees de Nueva York para que se sequen al sol.
Cuenta que un día antes de Ian se trasladó con su familia, incluido su nieto de seis años, en una escuela cercana que sirve como centro de evacuación. Desde entonces, regresa cada mañana a ordenar los restos de lo que fue su casa.
«La atención ha sido muy buena; la comida, también. Por lo menos yo no me quejo», asegura, convencido de que volverá a levantar sus cuatro paredes sobre los escombros.
Las autoridades contabilizan al menos 100,000 viviendas afectadas en todo Pinar del Río, de las que casi 10,500 fueron derrumbes totales, según el Consejo de Defensa Municipal.
Con el agua al pecho
La de Benito forma parte del puñado de casas de madera que bordea el mar y el embarcadero de La Coloma, donde se pesca langosta y otros peces. Allí todos conocen los peligros del mar y están acostumbrados a ver «pasar ciclones», tal y como cuenta a EFE Olga Lidia Suárez Romero, «pero nunca como este».
«Mi casa está destruida. Nos dejó sin nada. Mi nuera embarazada y mi hijo por poco se ahogan, si no es por el pastor de la iglesia que nos sacó nadando uno a uno», comenta esta señora de 53 años, mientras tiende unas sábanas blancas donde vive ahora con su hijo.
Optaron por quedarse en su vivienda y no ir al albergue para «cuidar sus cosas». «Aquí no ha venido nadie», sentencia en relación a la ayuda estatal.
Esa fue la misma decisión de Rosa Montalbán, a cuya familia -incluido un adolescente en silla de ruedas- «los sacaron en pleno ciclón porque el agua ya daba por el pecho».
La electricidad: el mayor daño
El ruido del equipo electrógeno situado en media calle rompe con la tranquilidad de esta zona humilde volcada a la recuperación con los pocos recursos que hay.
«Esto fue una película de terror», grita una señora a EFE que prefiere no identificarse y lleva media mañana lavando a mano la «guata», el material con el que rellena su colchón.
«Pude salvar todo, excepto mi televisor. Pero tiene solución», exclama aliviada y se apura «antes de que quiten la corriente de nuevo».
Un apagón total dejó a oscuras a Cuba el día que pasó Ian con vientos de hasta 200 kilómetros por hora. La recuperación del sistema eléctrico en Pinar del Río, la provincia más afectada, ronda actualmente el 50 por ciento de los abonados.
«Tengo electricidad desde hace como cinco días por el grupo electrógeno», señala a EFE Ana Julia Arque, una vecina de 71 años de La Coloma.
Desde el huracán «la luz se va a las 12:00 del mediodía y viene sobre las 7:00 de la noche», explica. La situación no era mejor antes, dice, cuando «ponían la corriente unas tres o cuatro horas al día».
Recuperación
Ian, el primer huracán que afecta Cuba en la actual temporada, dejó tres muertos, miles árboles y postes de electricidad caídos, inundaciones y 21,000 hectáreas de cultivo dañadas, entre ellas áreas clave para el tabaco.
La carretera que va hacia La Coloma está llena de linieros (trabajadores eléctricos) de todo el país, que levantan cables y postes para restablecer el suministro junto a funcionarios y voluntarios locales.
Varias casas particulares acogen a niños de cuarto grado -de ocho y nueve años- en escuelas improvisadas para que los niños no pierdan clases mientras se recuperan sus centros educativos.
Asimismo, las principales autoridades del país, incluido el presidente Miguel Díaz-Canel, han visitado varias veces la zona para evaluar los trabajos de recuperación.