Dicen que las navidades de Puerto Rico no solo son las más largas del mundo -comienzan en noviembre y se extienden hasta entrado el mes de enero con las octavitas- sino uno de los activos más poderosos para ganar terreno en la creciente tendencia global del turismo cultural.
Sin embargo, este año la época festiva se ha visto empañada con las prácticas militares de las fuerzas armadas del Gobierno de los Estados Unidos.
En el este y sur de Puerto Rico muchas comunidades se sienten bajo ataque con la enorme e imponente movilización de equipos militares, por aire, mar y tierra boricua.
En Arroyo, grandes embarcaciones anfibias están dañando nuestras playas y ecosistemas marinos, mientras aeronaves gigantescas como las Osprey sobrevuelan tan cerca de los techos de las residencias que todas parecen ser sus objetivos de ataque.
Incluso, las casas de madera tiemblan por el alto nivel de ruido que generan, lo que sucede a toda hora y, a veces, en intervalos de pocos minutos.
Todo esto reaviva en la población una creciente preocupación por accidentes, como los que han estado por suceder entre naves militares y aviones comerciales, porque aquí nadie anhela que se repitan las tragedias que Puerto Rico vivió en Vieques, Salinas y otros pueblos: accidentes que han costado vidas inocentes.
El liderato del Gobierno de Puerto Rico alega que esta escalada militar implica desarrollo económico, pero la realidad es que el despliegue guerrerista es una amenaza a la seguridad y a la paz de las comunidades más afectadas por las prácticas militares, y al país en general.
La política armamentista del secretario de Guerra de los Estados Unidos y su jefe, lejos de significar desarrollo económico para nuestro archipiélago, enriquece a las grandes corporaciones que forman el complejo industrial militar.
Estudio tras estudio, al igual que la historia misma, demuestra que las bases militares no generan desarrollo económico en nuestro entorno, ya que todo lo traen de afuera.
Para intentar justificarse, el liderato del gobierno estadounidense también alega que la masiva movilización militarista tiene como misión atacar el trasiego de drogas ilícitas, razón por la cual han bombardeado múltiples embarcaciones en alta mar, resultando en cerca de 100 muertes sin antes verificar la veracidad del alegado trasiego de drogas que, en todo caso, tampoco justifica el asesinato de personas.
Según numerosos expertos, las verdaderas razones del despliegue militar en al menos siete jurisdicciones del Caribe es el interés del gobierno estadounidense en derrocar al gobierno de Venezuela para, luego, tomar control de la reserva de petróleo más grande del mundo y otros recursos de ese país.
Las fuerzas militares de los Estados Unidos han incurrido en toda clase de provocación para comenzar una guerra con Venezuela y algunos han llegado a comentar que ese tipo de ataque podría ser el comienzo de una tercera guerra mundial.
Aun cuando esto suene exagerado, la provocación de hostilidades en el Caribe podría tener consecuencias nefastas para Puerto Rico y los miles de jóvenes enlistados en las fuerzas armadas que hoy día rondan nuestras calles, como parte de la movilización militar.
No olvidemos la mortandad y destrucción causada por la invasión de los Estados Unidos a Irak bajo condiciones parecidas, utilizando pretextos falsos para apoderarse de los recursos de ese país.
Una vez más, el liderato de los Estados Unidos está jugando con fuego y amenazando la paz, no solo de Puerto Rico, sino en el orden mundial.
El sentido mismo de la Navidad está bajo ataque con las maniobras militares de las fuerzas armadas estadounidenses.
Todas y todos debemos reflexionar sobre nuestra postura ante la agresión que se manifiesta desde nuestro territorio y el rol que asumiremos para defender la paz.













































