La residencia No Me Quiero Ir de Aquí de Bad Bunny en el Coliseo de Puerto Rico integró iniciativas ambientales y educativas que transformaron el espectáculo en una plataforma de conciencia social y cultural.
Entre las acciones más destacadas se encuentra el reciclaje y reutilización de gran parte del escenario, incluyendo la montaña de foam, maderas y plantas artificiales, que serán donadas a escuelas, museos y organizaciones comunitarias.
En las afueras del Coliseo, la Placita Ambiental se convirtió en un espacio de educación ecológica. Allí, la organización Sin Plástico instaló estaciones de reciclaje que permitieron recuperar más de 5,700 botellas y latas en un fin de semana, con apoyo de comerciantes y del Municipio de San Juan.
El público también participó en el booth del Sapo Concho, especie endémica y en peligro de extinción, liderado por el Grupo de Trabajo del Sapo Concho y Para la Naturaleza.
Además, más de 25 organizaciones ambientales ocuparon el espacio CUiDA a Pe ERRe, donde ofrecieron actividades de conservación, agroecología, música tradicional y experiencias interactivas sobre especies nativas y ecosistemas.
Para la última función, dedicada a recordar el paso del huracán María, se sumarán nuevas entidades como Arte Suelo Ser, Algy Lab y Mujeres de Islas, con talleres de arte, agroecología y educación sobre ecosistemas marinos.
“Durante la residencia No Me Quiero Ir de Aquí de Bad Bunny hemos tenido la oportunidad de integrar el arte, la música y la cultura con la educación ambiental… logramos un compromiso concreto de sostenibilidad: la gran mayoría del escenario será reciclado o reutilizado”, expresó Ashley Toro, fundadora de Caribbean Ecology.