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Hidroeléctricas, pesca… Volver a pensar en la agua y basarnos en ella nos hará más libres, en todos los ámbitos, pues partiremos de la realidad fundamental de nuestra existencia. En la foto, la Represa Lucchetti. (Foto: Luigi Torres Alcalde de Yauco Oficial / Facebook)

Hidroeléctricas, pesca… Volver a pensar en la agua y basarnos en ella nos hará más libres, en todos los ámbitos, pues partiremos de la realidad fundamental de nuestra existencia. En la foto, la Represa Lucchetti. (Foto: Luigi Torres Alcalde de Yauco Oficial / Facebook)

Puerto Rico: es hora de que volvamos al agua

Luis Manuel Bou López de Victoriaby Luis Manuel Bou López de Victoria
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21 de diciembre de 2025

Columna por Luis Manuel Bou López de Victoria, columnista invitado

Fue el agua lo que sirvió de medio de transición geográfica a los primeros habitantes que llegaron a Puerto Rico hace alrededor de 4 mil años. También lo fue siglos después para los españoles y más tarde para los estadounidenses.

Es el agua lo que nos ha dejado, en primer lugar, habitar esta región encantada. Entonces, es esencial pensar de las maneras en que nos relacionamos con el líquido de la vida.

De la disfuncionalidad a la eficiencia: energía hidroeléctrica

Con la caduca infraestructura e insostenible generación de energía es hora de pensar más allá del mito del gas natural -sigue siendo petróleo en su estado gaseoso, en vez de líquido- y la ilusión nebulosa de la energía nuclear, históricamente impráctica en nuestro caso.

El problema de estas se debe principalmente a que en Puerto Rico no tenemos ni petróleo -un recurso que nos cuesta alrededor de $1,500 millones anuales– ni uranio/plutonio, opciones que implican fuga de capital y pérdida de oportunidades económicas, al no invertir el mismo capital en infraestructura que genere ingresos y capital para el archipiélago.

En su lugar, el país debe volver a mirar lo que ya nos ha funcionado por siglos, la energía hidroeléctrica.

Bajo el imperio español, las haciendas cafetaleras y sus derivados la utilizaban para la producción energética. Esto, por ejemplo, facilitaba la preparación del café.

En la Hacienda Buena Vista de Ponce se conserva uno de los cientos de molinos de agua que hacían correr la economía agraria. Con la llegada de la revolución industrial que tuvo origen en Gran Bretaña, el motor de vapor sustituyó gran parte de la generación hidroeléctrica.

Aun después de la llegada del motor de vapor y sus descendientes, la represa y planta hidroeléctrica de Comerío fue construida para el 1908 bajo el imperio estadounidense. Esta fuente renovable suplía energía eléctrica para el área metropolitana de San Juan, aunque sus intereses primarios eran sostener la economía del monocultivo de azúcar.

Para mediados del siglo 20, cuando ya el archipiélago contaba con más de 30 plantas hidroeléctricas, el repentino aumento en consumo eléctrico llevó a la diversificación de fuentes.

Fue cuando se comenzaron a instalar plantas de petróleo para suplir la rápida expansión de la economía como consecuencia del programa institucional Manos a la Obra. Así, a lo largo del siglo, el petróleo y sus derivados se convirtieron en la fuente principal de energía, representando al presente más del 94 por ciento de la generación eléctrica.

Represa de Comerío (Foto: Colección Digital Escuela de Arquitectura)

Pero entendamos que la energía hidroeléctrica representa la generación de energía más eficiente del planeta (más del 90 por ciento de la fuente se puede convertir en electricidad). A esto añada la capacidad de producir altos volúmenes de energía, al igual que su competitividad, al no depender estrictamente de la variabilidad climática, como en el caso de la energía solar.

Esto se debe a que su funcionamiento opera con lagunas que sirven como almacenamiento energético, similar a una batería.

Según el planificador Félix Aponte Ortiz, en Puerto Rico la fuente más económica para generar energía eléctrica es la hidroeléctrica. Como recalca, “es una reserva de potencia indispensable para el funcionamiento cabal del resto del sistema”.

La desventaja principal de la creación de una planta hidroeléctrica se debe a su costo de inversión inicial. También su planificación y construcción conlleva más estudios y tiempo. Sin embargo, una planta hidroeléctrica tiene una fecha de utilidad más larga que las plantas de petróleo y un gran potencial de rentabilidad a largo plazo, abaratando así los costos energéticos.

Es obvio que no hay una simple solución para la crisis energética puertorriqueña, pero si algo sabemos es que debemos ampliar y diversificar nuestras fuentes de producción de energía.

La generación hidroeléctrica representa una solución tangible para la incesante necesidad de crear un modelo energético funcional que se base en múltiples fuentes, eficientes y rentables, lo que ya han demostrado Brasil, Colombia, Uruguay y Costa Rica; países donde la generación eléctrica integra múltiples fuentes, siendo la energía hidroeléctrica la que lidera su producción.

Foto: iStick

De la agricultura a la pesca: alimentación en un archipiélago

En un mundo tan complicado es indispensable conocer a cabalidad nuestro lugar. Vivimos en un archipiélago, una región rodeada por agua por todos lados. En otras palabras, una bendición a niveles económicos, políticos, militares, y más importante, de bienestar y supervivencia.

Con la realidad de que más del 80 por ciento de los alimentos que comemos los puertorriqueños son importados, muchos han alzado la voz a favor de fomentar más la agricultura. Sin embargo, no debemos cerrarnos solo al mundo de la tierra, cuando en este planeta lo más que abunda es el agua.

Pensemos en el mar y su inmensa fertilidad. Desarrollemos lo que ya nos ha funcionado por siglos: la pesca.

No es una idea novel el desarrollar la pesca en una región rodeada por agua. Por el contrario, es una actividad lógica para una región como la nuestra.

Los primeros habitantes de Borikén practicaban la pesca como modo de subsistencia. Entre los siglos 18 al 20, la pesca fue un activo económico importante en Puerto Rico. Para la mitad del siglo 20, alrededor de 1,000 pescadores artesanales capturaban alrededor de 4 millones de libras de pescado al año, en parte, porque el programa gubernamental Manos a la Obra logró incentivar esta actividad, y para el 1979, cuando existían empresas de pesca, la cifra alcanzó las 7.2 millones de libras en un año.

Desde entonces, sin embargo, la pesca en Puerto Rico se ha convertido más en una actividad recreativa en lugar de ser vista como un método legítimo de alimentación poblacional. Por eso, cada vez son menos las personas dedicadas a la pesca artesanal, con excepción de lo que ocurre en comunidades como Puerto Real en Cabo Rojo.

Estas pequeñas prácticas de pesca artesanal, empero, ya no logran suplir la demanda culinaria de alimentos marinos en el archipiélago y por eso la mayor parte de la comida marina es traída de otros mares.

En Puerto Rico no existe una industria pesquera. Es decir, no se ha capitalizado la gran fertilidad alimentaria que existe en nuestras costas con programas de gran inversión y desarrollo comercial.

Tomando en consideración los desafíos crecientes de este siglo, como la realidad de que el mar acaparará más tierra y que estamos expuestos a más huracanes como María, parece irracional la ausencia de análisis y diálogo sobre la importancia de diversificar nuestras fuentes de alimentación.

A esto solo añada la realidad del hambre en Puerto Rico, donde una de cada cuatro personas no puede acceder al total de sus comidas diarias.

El desarrollo de una industria pesquera en Puerto Rico y sus consecuencias aumentan las posibilidades de mejorar la supervivencia, la economía y las realidades de este archipiélago. Incluso, aborda el problema de la alimentación y las realidades del nuevo siglo, por lo que es innegable que debemos analizar cómo mejorar nuestra relación con la pesca en nuestro archipiélago.

La pesca, por sí sola, no va a ser la solución a nuestros contratiempos. No obstante, la pesca y volver a comer del agua -nuestra agua- nos ayudará a ser parte de la transformación que Puerto Rico necesita, para así ir más allá de lo limitante que es seguir viviendo bajo las consecuencias de decisiones ajenas a nuestra realidad geográfica.

En resumen, volver al agua no es ser retrógrada. Es ser realista a nuestra realidad.

Porque nos hayan vendido otros caminos no significa que el que dejamos atrás no sea la solución para el presente. Es una reflexión histórica la que nos brindará las mejores bases para fundamentar una sociedad basada en actividades y procesos resilientes a los desafíos de este nuevo siglo.

Volver a pensar en la agua y basarnos en ella nos hará más libres, en todos los ámbitos, pues partiremos de la realidad fundamental de nuestra existencia. Somos agua que piensa.

Luis Manuel Bou López de Victoria

Luis Manuel Bou López de Victoria

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