Solo durante el pasado mes de mayo, islas flotantes de sargazo con un peso global de 37 millones de toneladas invadieron las corrientes marinas del Caribe, creando un nuevo récord histórico para los registros del Laboratorio de Oceanografía de la Universidad del Sur de Florida, revela su más reciente informe de vigilancia por satélite.
Esta cifra, sin embargo, resultará inferior al volumen que durante este mes fluirá por el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico ecuatorial, un corredor que se origina en la costa oeste de África y se extiende hasta las Antillas y el golfo de México, adelantó el centro de investigación.
Su pronóstico parece cumplirse.
Como evidencian imágenes captadas esta semana en parajes costeros de Santa Isabel y Guánica, afluencias masivas han sepultado playas bajo mantos de macroalgas que abarcan miles de pies cuadrados de superficie y, en ocasiones, se levantan sobre el fondo arenoso como dunas oscuras.
En redes sociales, imágenes aéreas publicadas por Dronetrip by Rafita Torres revelan cómo la invasión sargazo ha transformado la zona de playa Clavellina en Santa Isabel, un destino costero que también fue captado por Luis Gilberto Díaz.
Entretanto, en el litoral de Punta Ballena, una reserva natural que comparten los municipios de Yauco y Guánica, el azul turquesa de la playa ha sido cubierto por una espesa piel de color pardo, con bancos esporádicos de sargazo que alcanzan los tres pies de alto.
El panorama es una complicación más en los esfuerzos de organizaciones como Tortugueros del Sur por salvaguardar nidos de Tinglar y propiciar que la mayor cantidad de crías recién eclosionadas ingresen al mar. Como ha corroborado la bióloga marina y profesora en la Universidad Nacional de Colombia, Briggite Gavio, las barreras de sargazo pueden ser una amenaza real para su supervivencia.
“La situación actual es preocupante”, subrayó el alcalde de Guánica, Ismael Rodríguez Ramos, “porque no solo afecta nuestras playas y el motor económico del turismo, sino que también altera negativamente la calidad de vida en sectores como Guaypao, al sur de Ensenada”.
“Allí se concentra, se pudre y convierte la zona en una no apta para respirar y vivir”, agregó.
En el sector residen cerca de una treintena de familias, “pero el mal olor llega a toda Ensenada y atrapa a todos los turistas que nos visitan para ir a Playa Santa, por ejemplo, como pasó hoy (miércoles, 25 de junio) con los pasajeros del crucero Icon of the Seas, que tuvieron que pasar por esa mala experiencia”.
“Y las personas que nos visitan para ir a playa Ballena, sobre todo los surfistas, terminan marchándose a otros lugares para disfrutar del deporte o las costas, lo que debilita todavía más nuestra actividad económica”, destacó.
A juicio del alcalde, el panorama se complica con la burocracia gubernamental, ya que para la remoción y disposición del material necesitan, tanto permisos del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, como de equipo pesado en posesión de esa agencia.
“Les hemos pedido ayuda, les hemos pedido auxilio, como municipio estamos dispuestos a ayudar con el personal y equipo, pero necesitamos la autorización de ellos, la ruta de trabajo autorizada por ellos, para poder entrar y mitigar lo que está pasando”, continuó.
“Pero, o están muy ocupados atendiendo el mismo problema en lugares como Fajardo o Guánica no les importa”, sentenció.

Aun así, para el personal y la dirección de la agencia el asunto debería ser apremiante.
Aunque cantidades modestas de sargazo benefician la vida marina en la región, cuando llega de forma masiva puede asfixiar a organismos marinos e, incluso, alterar el equilibrio ecológico de manera irreversible.
Como demostró un estudio publicado en el 2021 por la revista científica Climate Change Ecology, las plataformas de sargazo son capaces de retener la luz solar y elevar la temperatura del agua hasta 15 grados, exacerbado el estrés que ya existe en arrecifes de coral.
También pueden terminar asfixiando manglares, ecosistemas que sirven como viveros cruciales para incontables especies acuáticas y como barrera natural contra los efectos costeros de los huracanes extremos.

















































