Corrían los últimos días del año 1951.
Mientras en los Estados Unidos se reconquistaba la relación diplomática con Alemania tras el fin de las hostilidades por la Segunda Guerra Mundial y en Libia se festejaba la independencia de la nación, en Yauco, desde el balcón de una vivienda en la calle Santiago Vivaldi, salía un joven compositor, ansioso, con las musas revoloteando entre suspiros y pensamientos.
Era Amaury Veray Torregrosa, quien -decidido a provocar al pueblo- terminaba de componer la pieza que como armonista de la Iglesia del Santísimo Rosario estrenaría esa medianoche, en la Misa del Gallo, el 24 de diciembre: el Villancico Yaucano.
El Amaury de entonces, de 29 años de edad y recién graduado con honores del New England Conservatory, ni siquiera sospechaba que aquel tema musical a punto de debut provocaría en millones de personas la emoción de un clásico internacional como Noche de Paz e, incluso, que décadas más tarde se integraría al repertorio navideño del Coro de Niños de Viena y de la Orquesta Filarmónica de esa ciudad austríaca.
El preludio
Como relató la soprano María Amelia Lugo Espiñeiro, la entrañable amiga de Amaury que interpretó por primera vez su composición al interior de la iglesia, al mediodía de aquel lunes, 24 de diciembre, el joven yaucano la llamó a su hogar para notificarle que había compuesto un villancico y que quería estrenarlo esa misma noche.
Según abundó en entrevista con La Perla del Sur durante la Navidad de 2007, ambos se conocieron “bien jovencitos”, mientras estudiaban en el Colegio Holy Rosary de la ciudad cafetalera.
“Lo ensayamos unas cuantas veces”, rememoró María Amelia, antes de que se dirigieran a la iglesia ubicada frente a la Plaza Fernando Pacheco. Pero una vez Amaury tocó los primeros acordes en el viejo órgano del templo “todo el mundo se volteó mirando hacia el coro, principalmente la parte que dice ‘Yo soy un pobre yaucano…’.
“Cuando terminó la misa, ¡quedaron locos!”, continuó quien para el debut musical contaba con 26 años de edad.\Sin embargo, a juicio de la exprofesora natural de Guayanilla, “para mí, ese momento fue corriente”, al admitir que en aquel instante era imposible calibrar el alcance nacional y global que ganaría la composición. Lugo Espiñeiro falleció el 4 de abril de 2010, a la edad de 85 años.
Veray Torregrosa falleció cinco años antes, el 30 de octubre de 1995, y sus restos fueron enterrados en el Antiguo Cementerio Municipal de Yauco.
La polémica
Antes de su partida, empero, una inusitada controversia reventó en el país. Ocurrió durante un Congreso de Coleccionistas de Música Popular celebrado en el teatro de la Universidad Interamericana en Ponce, donde se cuestionó el origen y la autoría del Villancico.
La amarga denuncia fue derrotada, no sin antes dejar un prolongado sinsabor.
Como explicó su cercano discípulo, el virtuoso guitarrista e historiador musical José Antonio López, Amaury fue un compositor culto que para aquella Nochebuena del 1951 quiso componer un villancico en el formato o género musical alemán denominado lied o canción de arte, “que tiene una característica”.
“Y es que el texto, siempre, el compositor lo toma prestado. Por ejemplo, cuando Franz Schubert y Robert Schumann escribían sus famosos lied tomaban poemas o versos de grandes poetas e intelectuales y los convertían en canción de arte. El mejor ejemplo, el Ave María de Schubert”, precisó.
“De esa manera, puedes valorar cómo el compositor ha tenido la capacidad de crear un momento musical único con un verso escrito”, continuó.
“¿Qué sucedió entonces?”, agregó López. “Amaury tomó prestados fragmentos de unos versos españoles y los criollizó, los adaptó. Por eso, en vez del incienso, mirra y oro de la tradición, (el niño del tema) le lleva al Niño Dios el gallo kikiriki, el saquito de café de Yauco. Y le ofrece su corazón, porque no tiene nada”.
“El Villancico Yaucano es la canción mejor lograda de la cultura musical puertorriqueña en la Navidad”, sentenció.
La explicación de aplaudido concertista coincide con los preceptos del movimiento que Amaury impulsó desde el año 1950 junto a colegas contemporáneos como Héctor Campos Parsi y Luis Antonio Ramírez, para que en el pentagrama local también se divulgara y reconociera “lo puertorriqueño” y se forjaran las bases para el “nacionalismo musical”.
Eco sin par
Como lastimosamente ocurre en tantas ocasiones, Amaury no alcanzó a degustar el instante en que el Villancico saltó del plano local a la fama mundial.
Ocurrió el 15 de diciembre de 1996 -hace 27 años- cuando el tenor español José
Plácido Domingo Embil lo entonó en Austria, junto a la Orquesta Sinfónica de Viena.
La histórica interpretación, perpetuada y comercializada en DVD, se logró tras la intercesión de su amigo personal, el puertorriqueño Guillermo Martínez, y el exsecretario del Departamento de Salud y coleccionista de música, Jaime Rivera
Dueño.
“Pero, al día de hoy, la versión de Danny Rivera en arreglo de Pedro Rivera Toledo, es la que realmente le llevó este regalo al pueblo, la que mejor transmite su emoción y nos permite identificarla como nuestra canción”, agregó López.
Al presente, puntualizó, la colección más completa de objetos y composiciones del autor yaucano se encuentra disponible para estudio y disfrute en la Sala Amaury Veray Torregrosa del Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana de Puerto Rico.