La euforia era indescriptible.
Cuarenta años después de que un conductor ebrio la atropellara y dejara paralítica, una otrora campeona de natación volvía al mar. Por primera vez en cuatro décadas, revivía la energía y sensación de libertad de su adolescencia. Por primera vez en demasiado tiempo, abrazaba a las olas que tanto extrañaba.
Miguel Núñez Colón no solo lo presenció. También fue clave para que el milagro tocara a esa exatleta.
La entidad que fundó hace poco más de tres años canalizó lo necesario para que ella y muchas más personas con diversidad funcional accedan a las playas de Puerto Rico. Y al hacerlo, logren un paso adicional a la inclusión y la equidad.
Su nombre es Pa’l Agua y, como narró a La Perla del Sur, la organización es resultado de una vida de observación y contemplación. También un remedio a injusticias e inacción.
“Desde niño acompañaba a mi abuelo a pescar. He sido surfer de toda la vida, buzo de toda la vida, salvavidas desde muy joven también”, relató Núñez Colón. “Y frecuentemente nos hemos topado en las playas con familias completas que tienen que dejar rezagada, en una esquina, a una persona en silla de ruedas o a alguien que quizás es ciego o a alguien con un problema de movilidad de algún tipo”.
“Sabemos que el mar, la playa, los océanos, son curativos, tanto en el plano físico como mental. Es un regalo que Dios nos dio a todos, pero no todos pueden disfrutar del mismo, porque no se les da acceso”.
“Y eso es algo que considero injusto”, subrayó, “porque son ciudadanos que aportan a nuestro país como cualquier otro, pero pasan por unas vicisitudes que son innecesarias”.
Según abundó, las primeras ideas del proyecto las plasmó junto a su esposa en la servilleta de un restaurante. Y el detonante para convertir aquel croquis en realidad fue la pandemia del Covid.
“Cuando por orden de ley encerraron a todo el mundo, cuando no nos dejaban salir, entendimos que era el momento. Porque las personas sufrían lo que esta población sufre todo el tiempo. Creíamos que podíamos encontrar más empatía”, rememoró.
Y así fue.
El 2 de junio de 2021, Núñez Colón dio el primer paso hacia la masificación de su propuesta y desde entonces, las conquistas del movimiento Pa’l Agua: Senderos de Amor no han cesado.
A modo de ejemplo, indicó que Pa’l Agua ya es parte de las playas Crash Boat de Aguadilla, Jobos de Isabela, La Guancha de Ponce, Sardinera de Hatillo y El Escambrón. De igual modo, reveló que en pocas semanas otros dos parajes situados al norte del país serán habilitados con rampas removibles, sillas anfibias y letreros. Estos ubican en Toa Baja y el Viejo San Juan.
“Y llevar a cabo este proyecto es mucho más simple de lo que todos puedan estar pensando”, puntualizó Núñez Colón.
De bélico a amigable
Según abundó, la inversión requerida para crear un acceso seguro a personas con diversidad funcional ronda entre 10 y 12 mil dólares.
Una buena tajada de esa cifra, precisó, va a la compra de la larga y llamativa rampa removible o matt, un elemento que la industria militar creó para dar movilidad a tanques en desiertos y suelos arenosos, que se fabrica con plástico reciclado y que al final de su vida útil también se recicla, por completo.
“Para hacer la playa accesible, teníamos que dar con equipos que no impactaran el medio ambiente y que cumplieran con los requisitos de Recursos Naturales (DRNA). Y, en este caso, lo conseguimos bastante rápido”, comentó.
Identificada la plataforma que serviría de puente entre personas con alguna discapacidad y la costa, procedieron con la búsqueda de sillas anfibias seguras que permitieran a esta población disfrutar del mar, junto a seres queridos.
“En los Estados Unidos, este tipo de silla puede costar sobre $150 la hora el alquiler, pero aquí es completamente gratis”, resaltó.
El último paso y, sin duda, el más crucial fue planificar el establecimiento del primer enclave en Aguadilla, el pueblo natal de Núñez Colón, y lograr su financiación.
No obstante, tanto allí como en las siguientes sedes Pa’l Agua ha contado con la empatía de miles de seguidores, además del apoyo de funcionarios públicos, quienes igualmente han apostado al éxito de la iniciativa, identificando fondos para su implementación.
Cómo funciona
Sobre su operación, Pa’l Agua permite a cada custodio establecer “sus reglas de juego, pero manteniendo una uniformidad”, expresó Núñez Colón. Por ejemplo, dejando el matt o la superficie de acceso sobre la arena las 24 horas del día, durante toda la semana, mientras las condiciones del clima lo permitan.
“Si viene una tormenta o un huracán, se retira temporalmente”, aclaró.
“Lo que sí se tiene que coordinar es el uso de las sillas anfibias”, continuó. “En el caso de Ponce, se tramita con la administración de La Guancha. Ellos tienen la silla, allí se llena un relevo de responsabilidad y luego se utiliza”.
Entretanto, en las playas de Crash Boat y Jobos el uso de las sillas adaptadas se coordina con los operadores de los locales Cocoloba y Jobos Beach Rental, respectivamente, mientras que en Sardinera de Hatillo se tramita con la administración del complejo de villas.
“Lo más importante es que en todos los proyectos el uso de la silla es gratis. Ahí si hay uniformidad, ahí no hay variación”, destacó.
Sobre la posibilidad de propagar el proyecto a los 44 municipios costeros de la isla, Núñez Colón también se mostró ávido y receptivo, aunque con algunas salvedades.
“Ya hemos llegado a la conclusión de que no todos los 44 municipios son viables, porque uno de nuestros postulados es que no podemos impactar el medio ambiente. Además, hay municipios que tienen playas que no son aptas para bañistas. Por eso, tenemos que ser juiciosos y estratégicos”, manifestó.
“Pero no lo descartamos. Incluso, queremos llegar a Culebra y Vieques. Nos interesa muchísimo”.
Antes de dar estos paso, empero, Núñez Colón prefiere que algo más ocurra. Algo que requiere la empatía de todos.
“Hay personas que han venido a la playa toda su vida, sin ningún problema, y ahora ven el matt y quieren pasar bicicletas, patinetas, quieren pasar neveritas de playa por la superficie y se les olvida que eso es para sillas de ruedas y para personas que lo necesitan”, lamentó.
Este uso inapropiado, alertó además, puede dañar irreversiblemente la rampa y acortar significativamente su vida útil, tras lo cual personas con diversidad funcional volverán a quedar excluidos de la experiencia costera, mientras que el resto de los bañistas no.
Este simple ejercicio de conciencia y comunidad, reconoció, también haría posible que más adultos mayores puedan llevar a sus esposas o esposos, dependientes de sillas de ruedas, a ver los atardeceres, “como ocurre en Aguadilla”.
“Allí, todas las tardes, tenemos a una pareja que se compra un cafecito en El Mesón y se van a ver el atardecer en el mar”, afirmó. “Él todavía camina un poco, lleva a su esposa en silla de ruedas por el acceso y los dos se ven bien bonitos”.
“Nos dijeron que siempre lo habían querido hacer y ahora pueden. Es algo maravilloso”, sentenció Núñez Román.
Para orientación adicional o unirse como voluntario a la organización, puede llamar o enviar un mensaje de texto a su fundador al 787-414-5846.
Muy meritoria la iniciativa de Pa’l Agua. Imposible superar este reportaje magistralmente redactado por Omar Alfonso. Simplemente maravilloso. Gracias.