Nueve años atrás, el agricultor ecológico Ian Pagán Roig afirmó sus rodillas sobre la seductora tierra de Toa Alta para fecundar en ella la primera semilla de un sueño: lograr la soberanía alimentaria en Puerto Rico.
De ese ritual de amor nació un hijo que hoy es modelo para un nuevo país, El Josco Bravo, un proyecto de educación, formación y producción agroecológica que ya ha sido capaz de inspirar a nuevas generaciones.
Su nombre no pudo ser más atinado. El Josco de esta historia crece hoy desde la parte alta de un “farallón” donde el bravío Josco del cuentista Abelardo Díaz Alfaro llegó a tirar “furiosas cornadas al suelo, trayéndose en el filo de las astas tierra y pasto.
Su impacto, sin embargo, no es utópico. Mucho menos, literario. En la práctica, el Josco Bravo ya echa raíces en mentes y brazos jóvenes que promulgan la agroecología como filosofía, herramienta y aliada para responder a “la crisis agrícola, ambiental y social del planeta”.
Proceso educativo
La propuesta medular de El Josco, la “masificación del conocimiento”, se convirtió nueve años atrás en un Curso de Productores y Promotores Agroecológicos que, desde entonces, ya ha producido una cosecha de 800 nuevos agricultores, en su mayoría jóvenes.
“Este año recibimos más de 650 solicitudes, aunque sólo pudimos atender 160. Así que eso contrasta con esa narrativa que se ha intentado exponer en los últimos tiempos de que en Puerto Rico la gente no quiere trabajar la tierra, de que son vagos”, resaltó Ian, quien tiene un bachillerato en Ciencias del Suelo y una maestría especializada en restauración de suelos con métodos de agricultura sustentable de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez.
“Al contrario, lo que hemos visto durante todo este tiempo ha sido un aumento palpable en el interés de la gente, especialmente de la juventud, hacia la agricultura. El promedio de edad de nuestros estudiantes es de 30 y pico de años. Y ese interés no solamente es hacia la agricultura en general, sino hacia una agricultura sustentable o una agricultura que plantea una forma diferente de relacionarnos con la tierra como lo es la agroecología”, continuó.
Incluso, el agricultor toalteño anticipó con optimismo que para el 2023, año en que cumplirán el décimo aniversario de este proyecto vivo, lograrán la meta de llegar a la cifra de mil agricultores integralmente desarrollados.
“Este año el curso se dividió en siete secciones para cubrir Toa Alta, Gurabo, Mayagüez, Ponce, Cayey, Toa Baja y Ciales-Manatí. Básicamente, estaba teniendo una distribución bastante homogénea alrededor de la isla grande. El año que viene vamos a añadir tres secciones más para tener diez, y entonces llegar a los mil productores y promotores agroecológicos formados en los primeros diez años de nuestra escuela”, detalló.
Alianzas estratégicas
Para diseminar la semilla de su proyecto educativo agrícola a través de la isla, El Josco Bravo también ha establecido acuerdos colaborativos con otras organizaciones y entidades.
“Por ejemplo, tenemos una colaboración con la Facultad de Ciencias Agrícolas y por eso nos facilitan alguna de las estructuras del Colegio de Mayagüez para ofrecer el curso. También tenemos un convenio con la Estación Experimental Agrícola, lo que nos permite dar el curso en Gurabo. En Ponce se comenzó en la UPR, pero debido a la pandemia, tuvimos que movernos a la finca Reverdecer en el barrio Real Anón. En Ciales el curso se ofrece en la finca de uno de los compañeros agricultores, la gente de Pueblo Nuevo”, abundó Ian.
Entretanto, en otros pueblos como Toa Alta y Orocovis, han recurrido a escuelas clausuradas por el gobierno y que han sido rescatadas por organizaciones comunitarias.
Otro gran colaborador, apuntó, ha sido el Instituto para la Investigación y Acción en Agroecología, a través de la doctora Katia Avilés Vázquez. El Instituto promueve iniciativas agroecológicas en Puerto Rico, proveyendo acceso a servicios administrativos, financiamiento, recursos físicos como fincas y laboratorios, y capacitación para el desarrollo de diversas destrezas.
Además, les ha ayudado a desarrollar negocios comunitarios como parte del seguimiento del curso agroecológico.
De vuelta a las raíces
Precisamente, para la trabajadora social y agricultora Frances Fuentes Ortiz, oriunda de Barranquitas, la experiencia del Josco Bravo ha sido una transcendental.
“En el curso había personas de diferentes ideologías, de edades variadas”, recordó. “Uno de mis compañeros era el niño más joven del curso, que tenía 13 años. La familia que nos educó, en la sección de Ciales-Manatí, de la finca Pueblo Nuevo, es una familia con un niño de dos años y una niña de cinco. También había gente mayor. Una diversidad increíble en edades y tiempos en experiencia”.
“No obstante, todos nos encontramos allí. Algo de nosotros mismos nos trajo a recuperar y adentrarnos en la experiencia de lo que es la agroecología. Era como si todos perteneciéramos al lugar, a un espacio común, sin diferencias, en una armonía increíble”, continuó Frances.
“El conocimiento adquirido en el curso me llevó a ver el panorama más amplio. Uno se da cuenta de lo erróneo que hemos tratado el suelo. Pensado en pelar el terreno con máquina y sacar la capa. Una de las experiencias más reveladoras es cuando tú vas a tu espacio para aplicar lo que has aprendido, te das cuenta por qué no había funcionado de la manera que lo estabas haciendo. Porque estaba utilizando bioquímicos o no le estabas dando el cuidado necesario”.
“El periodo en el curso, que son seis meses, te permite ir desde la semillita hasta la cosecha y en distintas estaciones”, añadió.
Actualmente, Frances siembra hortalizas, plantas medicinales y frutales junto a su padre en Barranquitas, donde hace muchos años su abuela vio en la tierra una manera para sostenerse y de “echar pa’ lante a su familia”.
Por su parte, el joven agricultor Josué Díaz Coss, quien junto a otras cuatro personas emprende en San Lorenzo el proyecto agrícola Finca El Vapor, resaltó la puntual importancia de compartir experiencias con otras personas.
“Lo más importante que me llevé fue el ejercicio cultural”, recalcó.
“Después de la pandemia, el curso fue un espacio que permitió que la gente se encontrara, que hablara y que a la misma vez compartiera las necesidades que se vivieron después del huracán. Para mí fue el ejercicio más enriquecedor. Como sentarte en un espacio nuevo que no conoces y cómo comenzar a pensarlo. Nos dieron esa destreza, conversaron de esa experiencia. Y el espacio te permite verlo, porque es una finca que se está construyendo todavía”.
El Josco, además, le permitió “conocer que hay un montón de otros espacios que también lo están haciendo. Quizás no de una manera formalizada, pero sí desde una dinámica de la cotidianidad” explicó.
Josué es agricultor de cuarta generación en su familia y, luego de graduarse con una maestría en Trabajador Social Comunitario, regresó a sus raíces y retomó el trabajo de la finca, a la que se dedica diariamente desde hace seis años.
Otros proyectos como Pueblo Nuevo en Ciales y el colectivo Guaikiá en Dorado, también fueron producto de los cursos del Josco Bravo.
“Ha sido un proceso bastante coordinado y planificado, con la intención de seguir trabajando lo que es la masificación de la agroecología. Nosotros creemos verdaderamente en esto y que existe una urgencia de la soberanía alimentaria: lo podemos, lo tenemos y lo podemos lograr. Y estamos poniendo ahí nuestra aportación en esa línea de conocimiento que hay que desarrollar para alcanzar los miles de nuevos agricultores”, finalizó Ian Pagán.
Para orientación o información adicional sobre El Josco Bravo, puede comunicarse al 787-666-0625 o al 787-378-9038.
Excelente! Yo mismo me inspiré por el Josco Bravo en FB hace 8 años y empecé un huerto casero en un espacio de 200 m 2 ..Ahora estoy consumiendo todo fresco: lechuga, espinacas, repollo de hoja (kale), batatas, calabazas, tomates..a veces calabacín, cilantrillo, culantro, orégano, albaca, parchas (jugo), carambolas (jugo), limones, plátanos…lo q no produce mi huerto lo compro a los agricultores locales! Y vivo en una urbanización en Caguas!
Saludos, no soy agricultor, pero vengo de una familia que forjó y trabajo la tierra para poder mantener a una familia, hoy ya estoy retirado de la industria farmaceutica y me gustaría emprender algo en el cultivo de alguna semilla,
Les felicito por su logro bien merecido, quienes trabajan la tierra y cosechan un buen frito sin bendecidos doblemente porque su pueblo no morirá de hambre.
Saludos, hay que apoyar la agricultura ecológica . Felicito a Ian y su proyecto El Josco , por su éxito en promover la agricultura ecológica. Hay que comprar los productos en los Mercados Orgánicos. Son lo mejores para la salud . Apoyen y compren sus productos .
Que bueno ver una iniciativa como esta. Una idea para ayudar a promover la seguridad alimentario para Puerto Rico es que «Si cada puertorriqueño siembra 1 sola cosa de comida en su propiedad, tendríamos millones de libras de comida cada año».
Excelente iniciativa y prometedora actividad. Soy persona de la tercera edad, pero todavía estoy fuerte. Lo que no veo en este artículo es qué espacio tienen para el público mayor. Naturalmente, los jóvenes serán los protagonistas, pero los mayores también podemos aportar. Me gustaría ver qué espacios ha desarrollado para el adulto mayor. No es queja negativa, es sugerencia creativa.