Para muchos, la teoría de que el destino está predeterminado resulta tan fantástica, como improbable.
Sin embargo, cuando se escudriña en el pasado de José Antonio Frontera Agenjo, el nuevo presidente de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, es casi inevitable repensar si esta tesis es mera lucubración.
En su caso, todo lo que es y ha logrado a los 46 años de edad ni siquiera habría ocurrido si al cierre del siglo XIX sus bisabuelos maternos no hubieran partido de su natal Líbano, huyendo de la persecución religiosa musulmana contra los cristianos.
Por convicción y fe, ambos se embarcaron en una travesía de sobre 10 mil kilómetros para refugiarse en esta isla del Caribe y echar nuevas raíces en las tierras de San Germán.
“Mi bisabuelo”, relató Frontera Agenjo, “llegó a Cuba y de allí a Puerto Rico, pero mi bisabuela llegó a través de las Islas Vírgenes, porque tenía un hermano que era sacerdote católico, de rito maronita, que lo enviaron a acompañar a las comunidades que emigraban. Así, a través de él, llegó aquí a Puerto Rico”.
Dos generaciones y décadas después, nacería Saadia Agenjo Zacarías, la nieta de ese binomio, madre y mentora de Frontera Agenjo, quien eventualmente levantó otra familia ejemplar junto a su esposo José Antonio Frontera Fernández, frente al Colegio de Mayagüez, en la urbanización Ensanche Ramírez.
Con el brío y la fe de sus ancestros, Saadia crió a cinco hijos laborando a tiempo completo como maestra y suplementando el ingreso familiar con un segundo empleo, mientras su esposo trabajaba para la industria de la electrónica y dispositivos médicos farmacéuticos.
De ambos, el presidente heredó todo lo mejor: desde la vocación por la educación y el trabajo, hasta innatas destrezas por la contabilidad y la economía. Del núcleo, que incluyó a bisabuelos, abuelos y primos, la pasión por la familia, el apego a las tradiciones y el amor por sus raíces católicas.
“Pero te vas a reír con esto. Yo siempre tuve claro una de dos cosas: que iba a ser cura o iba a ser abogado. Y mira dónde terminó el abogado”, comentó con cándido humor sobre su rol en La Católica y lo que, en efecto, parece un plan maestro del destino.
“¿Y qué pasó con la aspiración a cura?”, cuestionó La Perla del Sur.
“Bueno, pues, que otras cosas se cruzan en el camino y el Señor sabe por dónde lleva uno”, continuó jovial.
De adolescente, tan temprano como a los 15 años de edad, las “causalidades” de la vida lo colocaron de frente a una de las personas más influyentes en su vida religiosa y profesional: el doctor Jorge Iván Vélez Arocho, el mismo que el pasado mes de agosto le entregó el batón de la universidad.
“Empecé a trabajar con la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Mayagüez junto a sus hijas. Y él era uno de nuestros asesores. Luego avancé al nivel de la Pastoral Juvenil Nacional y él también era uno de los asesores de la comisión nacional”, relató.
Sin planificarlo ni preverlo, los encuentros entre ambos prosiguieron poco después en el Colegio de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (UPR), donde Frontera Agenjo obtuvo su bachillerato en Contabilidad y Vélez Arocho fue su profesor durante el curso de Política Gerencial Organizacional del último semestre.
¿Casualidad? ¿Alguna más?
Según narró Frontera Agenjo, estudió contabilidad “no con la idea de ejercerla, sino de usarla como herramienta para llegar a la Escuela de Derecho, pero (años más tarde) terminé siendo decano de Administración en el Colegio de Mayagüez y vicepresidente de Administración aquí (en la PUCPR), así que vino muy bien lo aprendido”, confesó.
La meta
Como la balanza de su máxima aspiración se inclinaba hacia la abogacía, logró admisión en la Escuela de Derecho de la UPR en Río Piedras y al concluir estudios recibió dos ofertas de trabajo puntuales.
“Una de ellas era para volver a Mayagüez como profesor, seguir estudios avanzados en Derecho y quedarme trabajando allí. Así que regresé al oeste, estuve un año laborando en el Colegio y de ahí me fui a hacer el posgrado en Derecho Comercial Internacional”.
¿Quién le hizo la oferta? Vélez Arocho, el mismo que también había aceptado el nombramiento de rector del recinto universitario mayagüezano.
Como profesor, Frontera Agenjo asumió las cátedras de Derecho mercantil, Comercio internacional y Gerencia internacional.
“Mi maestría en Derecho es en Comercio Internacional, en negociación de contratos multi jurisdiccionales, todo el tema de cómo determinar qué derecho aplica en una controversia comercial, cuando hay más de un país involucrado en la transacción”, explicó.
Al año, como había acordado y planificado, migró de Puerto Rico a Holanda, para completar un posgrado en Comercio internacional en la ciudad de Rotterdam, junto a una clase de 43 alumnos procedentes de 27 países.
“Era un ambiente totalmente, totalmente internacional, en el mejor sentido”, rememoró.
Con 27 años de edad, diploma en mano, algo del complicado idioma holandés y experiencias imborrables de los Países Bajos, hizo las maletas, nuevamente, para regresar a su ciudad natal y al Ensanche Ramírez de su infancia, donde aún reside, ahora con su propia familia.
Mas al retomar las clases en el Colegio, no solo le esperaba la cátedra. También la primera de numerosas encomiendas estratégicas del doctor Vélez Arocho.
Ascenso meteórico
“Volví a mis funciones como profesor en la Facultad de Administración de Empresas y, simultáneamente, estuve un tiempo, primero como ayudante del rector y luego como Decano de Administración del recinto de Mayagüez”, relató.
No obstante, cuatro años más tarde los hilos conductores entre el pasado y futuro volverían a dictar el presente de Frontera Agenjo con un cambio, para él, inusitado.
Vélez Arocho, el mismo a quien conoció de adolescente en la Pastoral Juvenil, fue nombrado presidente de la PUCPR y llamado a ejercer funciones desde el campus ponceño.
“Él llegó el 1 de noviembre de 2009 y yo llegué dos días después, el día 3. Él pidió que viniera a ayudarle durante la transición y, bueno, no me fui. Aquí me quedé”, agregó con simpatía.
“Estuve cuatro años con él como ayudante y empecé a dar clases en la Escuela de Derecho en el 2010. En el 2013 me nombraron decano de la Escuela de Derecho, estuve allí hasta el 2018 y ese año comencé como vicepresidente de Finanzas de la universidad”.
Este último rol vendría envuelto con los proyectos para la recuperación tras el paso del huracán María y acarrearía, sin saberlo, los retos insospechados por los sismos del 2020 y la pandemia del Covid.
Aun así, Frontera Agenjo no se quitó. De manera remota o presencial, trabajó y viajó desde Mayagüez, a diario, para impulsar junto a colegas y profesionales la transformación electrónica más ambiciosa que haya adoptado la universidad en su historia. Y la PUCPR lo logró.
En una época donde la única constante parece ser el cambio mismo, la institución creo el ecosistema para brindar casi todos sus cursos en línea y, desde entonces, se ha reimaginado con posibilidades fértiles para un crecimiento alterno y prometedor.
De la adversidad, la universidad emergió con más pilares estructurales y Frontera Agenjo fue uno de los arquitectos, razón por la que no resulta sorprendente que, desde la misma comunidad académica y estudiantil, se pronunciara su nombre como sucesor de Vélez Arocho, quien ya había anunciado su intención de acogerse al retiro.
La nominación, reconoció, no dejó de inquietarle. “No es lo mismo ser quien aconseja a ser quien decide”. Pero en esa ecuación sopesó “los proyectos que hay que continuar para que se puedan materializar”, al igual que “otra serie de iniciativas que debemos aprovechar y todo lo que se ha construido en estos 14 años (el tiempo que lleva en el recinto ponceño)”.
Por tanto, se abrió a esa posibilidad y la llamada llegó.
“Estaba en el carro con los nenes, cuando el obispo me llamó para decirme que había llegado la carta de Roma. Íbamos camino a la librería, a sacar el lay away del Back to School, e inmediatamente se alegraron muchísimo”, relató sobre el instante cuando el vicepresidente de la Junta de Síndicos de la PUCPR, monseñor Rubén Antonio González Medina, le confirmó el nombramiento.
Los nenes, aclaró, son sus hijos Victoria, Fabián y Álvaro, de 17, 15 y 13 años de edad, “de los que me siento extremadamente orgulloso”, puntualizó. “Son mi détox. Ellos y la música, porque estudié violín 12 años en la Escuela Libre de Música en Mayagüez, estuve siete años tocando con la Filarmónica de San Germán y llevo 25 dirigiendo el Coro de la Catedral de Mayagüez”, anotó.
Este último rol, al igual que su cátedra en la Escuela de Derecho de la Pontificia los seguirá ejerciendo, aún mientras cumpla con las obligaciones como presidente de la universidad.
“Eso y los espacios entre las prácticas deportivas de los nenes, pensar en las cosas de la escuela de ellos y el coro, hace que uno se mantenga en balance, obliga a mantenerse en balance. Y obviamente, también la red de apoyo con mis papás y mis hermanos, pues además somos todos vecinos y todos los hijos están en las mismas edades”, continuó.
“¿Hay más nervios ahora o hay más alegría?”, se le preguntó.
“Hay de las dos. No sabría en este momento decirte un balance”, respondió.
– “¿Siendo contable aún no lo sabe?”
– “No, pero hay mucha alegría, hay mucha satisfacción, hay mucho agradecimiento. El apoyo que ha demostrado la comunidad universitaria se ha desbordado”, sentenció.
Tras su confesión, lo que sí pudo quedar claro es que, en efecto, existen vidas que parecen ser fruto de un plan maestro, de una conspiración del destino. Y la de Frontera Agenjo es, sin duda, una de ellas.
Este es el último de tres reportajes sobre la agenda trazada por el nuevo presidente de La Católica. Para leer los primeros dos, pulse a continuación:
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