Entre febrero a junio de 2003, el vuelo a muy baja altura de una avioneta monomotor llamó la atención de miles de personas a lo largo y ancho de Puerto Rico, generando a su paso -desde preocupación- hasta una estela de teorías de conspiración.
El revuelo, propagado casi a la velocidad de la nave, fue parcialmente contenido por un aviso del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), entidad federal que contrató a la firma Terraquest para “peinar” el territorio de la isla y sus costas con un sensor magnético.
El instrumento permitiría cartografiar la geología de la zona y sumar las imágenes al esfuerzo más abarcador adoptado en dos décadas para actualizar el Mapa de Amenaza Sísmica de Puerto Rico.
Su versión preliminar se presentará oficialmente este miércoles y jueves en la sede del Colegio de Ingenieros en Hato Rey, anunció el director de la Red Sísmica, Víctor Huérfano Moreno; y la cita contará con la participación de expertos del USGS y el Colegio de Mayagüez.
“El mapa vigente data del año 2002 y 2003”, explicó a La Perla del Sur. “Y en ese la falla de Montalva no se consideraba. No aparecía. Y no aparecía, porque ni se sabía de su existencia”.
Según abundó, “lo que ese mapa nos dice es dónde están las posibles fuentes sísmicas y cuál puede ser su efecto en términos de aceleración del terreno, en tal o cual región de la isla. Y la idea es tener una idea más clara y más realista de la problemática sísmica de la isla”.
“Y eso, ¿para qué?”, continuó. “Para que los ingenieros, arquitectos, constructores, para que todo el mundo que toma decisiones en esa industria, tenga una base más clara de a qué se deben enfrentar”. Sobre todo, reconoció, tras la prolongada secuencia sísmica del 2020.
Huérfano Moreno agregó que la herramienta también permitirá al gobierno y entidades interesadas precisar dónde ubican las fallas geológicas, su geometría, su potencial para generar temblores y la “aceleración del suelo que eso va a producir”.
Esta última, aclaró, es una medida que permite cuantificar la intensidad de la sacudida y su interacción con edificios e infraestructura: una variable distinta a la magnitud del sismo.
“Con esa información, ingenieros pueden estimar la aceleración del suelo, por ejemplo, en el área histórica de Ponce. Con eso, más estudios de suelo, más estudios de accesibilidad y logística, pueden identificar cuál código de construcción les aplica”.
“Y si a un ingeniero o una compañía la comisionan para construir un edificio de gobierno, un edificio que va a servir para albergar oficinas públicas, a mucha gente, tiene que cumplir con una serie de requisitos, incluyendo unos puntos de accesibilidad”, continuó.
“Precisamente, ese es uno de los temas delicados en algunas zonas comunitarias costeras de Puerto Rico, donde está la urbanización, pero la ruta de acceso es bien pequeña. Si tienen que desalojar por alguna situación, ahí va a haber un problema”, puntualizó.
Tal es el caso de Villa del Carmen en Ponce, una zona residencial que agrupa a cuatro urbanizaciones y 2,064 viviendas. Desde su origen medio siglo atrás, la comunidad posee una sola entrada y salida vehicular, a pesar de que toda el área ubica en un territorio vulnerable a tsunamis, como evidencia el Mapa de Desalojo de la Red Sísmica de Puerto Rico.
“Es cuestión de hacer una planificación a largo plazo, bien hecha. Y que esa infraestructura que se vaya a planificar, resista”, añadió.
Según recalcó, la información contenida en el mapa actualizado será esencial para operadores de hospitales, ya que “son fundamentales, son estructuras críticas que tienen no solo que sobrevivir”.
“¿Para qué me sirve un hospital dañado, un hospital que no puede cumplir con su función de atender enfermos o heridos? Por eso, el mapa es vital, ya que incluso nos permitirá identificar las estructuras críticas que necesiten ser reforzadas”, concluyó.