NOTA DEL EDITOR: Primero de dos reportajes especiales sobre el estado del Museo de Arte de Ponce, a casi tres años de su cierre.
De las 800 piezas en exhibición en el Museo de Arte de Ponce (MAP) cuando el terremoto de magnitud 6.4 remeció el sur de Puerto Rico el 7 de enero de 2020, solo dos esculturas del Siglo 19 resultaron dañadas y pudieron repararse con prontitud.
Para la directora del museo, Cheryl Hartup, eso fue un verdadero “milagro”.
Sin embargo, la sede principal inaugurada en el año 1965 -el edificio Edward Durell Stone- no corrió la misma suerte: su segunda planta tuvo daños estructurales tan significativos, que el cierre se volvió compulsorio.
Desde entonces, a casi tres años del sismo, sigue clausurada.
El movimiento telúrico causó el desplazamiento de las uniones de las paredes con el techo, daños en columnas y el desprendimiento de elementos decorativos en yeso. En especial, las emblemáticas piezas triangulares que adornan su techo exterior, cuyo peso individual ronda las 100 libras.
“Fue una impresión un poco fuerte al ver el edificio de esa manera, pero por otro lado fue una sensación de alivio saber que no había caído ninguna de las pinturas y que con las esculturas apenas tuvimos situaciones”, rememoró el encargado de la planta física, Miguel Santiago Díaz, durante un recorrido hecho por La Perla del Sur para conocer el estado de la icónica institución.
Santiago Díaz, la entonces directora Alejandra Peña y otras tres empleadas fueron los primeros en ingresar al museo tras el severo sismo. Luego se contrató a peritos para una evaluación inicial que permitiera saber cuán seguro era permanecer en él.
“El edificio Durell Stone sufrió daños y a partir de ese momento empezamos los estudios para saber si la estructura era segura, si podíamos volver a entrar y cómo proteger la colección”, señaló la subdirectora de Operaciones y Sostenibilidad, Rubí Rodríguez Bustillo.
“Sí podíamos ver daño físico, se podía ver desde la calle, pero desconocíamos realmente cuál era la magnitud del daño y qué iba a requerir en términos de tiempo y dinero”, agregó.
De este modo, por primera vez, representantes del MAP hablaban abiertamente sobre el estado de la instalación, ya que, al anunciar el cierre en el 2020, la dirección del museo aseguró que “no se ha encontrado daño estructural aparente en el edificio” y que la clausura obedecía a que “existen elementos no estructurales que requieren reparación”.
La misión de rescate
Durante las dos semanas que siguieron al terremoto, una brigada de ocho empleados se embarcó en la tarea de remover cuidadosamente cada obra para guardarla en la bóveda, incluso, durante réplicas del sismo.
El almacén ubica en el edificio anexo construido en el 2010, donde no se registraron daños.
Debido a que la colección de arte suma 5 mil piezas, el espacio no dio abasto y fue necesario habilitar otros lugares dentro del anexo para ponerlas a salvo, reveló Hartup.
“Fue un proceso bien rápido. Es increíble, porque las obras son gigantes, algunas tienen más de 10 pies de alto y son anchas”, resaltó.
“Después que las piezas estuvieron aquí (en el anexo), entonces empezó el periodo de quitar todo el polvo de yeso que cayó en los marcos y las superficies de las pinturas y las esculturas. Eso tomó meses (la limpieza), porque fueron solamente nuestros conservadores trabajando con este proyecto, tres personas”, continuó.
Los retos que debían superar, empero, se agravaron tras el reconocimiento global de una pandemia por coronavirus, el encierro de la cuarentena y la paralización forzada de la cotidianidad, lo que provocó retrasos en las evaluaciones de rigor.
“Cuando vino la pandemia, no nos ayudó en términos de timing y cuán rápido podíamos recibir expertos sísmicos que podían hacer ciertos estudios especializados en las columnas”, recordó Rodríguez Bustillo. “Estábamos haciendo el proceso con el seguro y con FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) de manera paralela para tratar de avanzar, pero el Covid no jugó a nuestro favor”.
Aun así, la indisponibilidad del edificio Durell Stone se certificó, por lo que toda la operación administrativa y cultural se mudó al anexo.
Allí, desde el 2020, convergen las oficinas, los almacenes, el centro de conservación y la tienda. Además, han comenzado a ofrecerse talleres y se habilitó el pasado verano una sala de exposición que puede ser visitada.
Encaminada la reconstrucción
Entretanto, el diagnóstico preliminar de expertos ha sido que “en el primer nivel sí hay trabajos que se van a realizar y lo mismo pasa con las escaleras y cosas que se tienen que reforzar, pero el nivel de daño mayor está en el segundo piso”.
La dirección del museo contrató a la firma puertorriqueña RMA Architects PCS, que se encargará de la restauración junto a las empresas Silman, FX Collaborative Architects y Warren A. James Architecture + Planning. Asimismo, la gerencia del proyecto fue comisionada a la compañía CPM PR LLL.
Al momento, la única reparación completada involucra un techo que conectaba el edificio principal con el anexo y que podía comprometer la integridad del segundo, en caso de otro sismo. El resta de las labores de reconstrucción deben iniciar en el 2023.
“Aún no sabemos cuál será el costo total del proyecto. Eso está en proceso de diseño por los arquitectos”, dijo Rodríguez Bustillo al admitir, no obstante, que la suma será millonaria. “Sí sabemos que va a requerir de una reparación completa, el fortalecimiento de columnas y esto nos va a permitir tener un edificio que sea más fuerte estructuralmente para poder sobrellevar un terremoto de esa magnitud”.
Cómo financiarlos
Según detalló, el financiamiento de la obra provendrá de tres fuentes: la aseguradora del museo, FEMA y los donativos privados.
“Nuestro seguro privado respondió y terminamos de recibir todo lo que entendemos, de los daños conocidos, en mayo de 2022”, anunció Rodríguez Bustillo sin precisar la millonaria cifra.
Por otra parte, indicó que la reclamación ante FEMA sigue abierta, tanto para que les reembolse el 90 por ciento de los gastos relacionados a los daños ocasionados por los terremotos, como para que cubra costos asociados a trabajos de mitigación para prevenir futuros desastres.
“Cuando el museo continúe haciendo sus gastos, sigue moviendo la rueda de lo que son los reembolsos de FEMA”, apuntó Rodríguez Bustillo.
Mientras, los donativos privados han llegado a través de empresas, los socios que han continuado renovando sus membresías a pesar del cierre y las actividades culturales organizadas por el museo.
Aunque no son fondos que puedan usarse en la reconstrucción, el MAP también ha sido recipiente de asignaciones bajo las leyes estadounidenses Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security Act (CARES) y American Rescue Plan (ARPA), medidas que le han dado oxígeno para cubrir costos operacionales y mantener la agenda de eventos.
Al preguntársele si la integridad de la colección estuvo en riesgo en algún momento por la falta de dinero, Rodríguez Bustillo respondió: “no realmente”.
“Somos bien afortunados de poder allegar a fondos, incluso cuando no teníamos un ingreso tan importante como el de la gala anual, y poder cambiar el plan estratégico para perseguir todos estos grants de Covid Cares Act. (La colección) no estuvo en riesgo”, aseveró.
Mas para describir el estado actual del MAP, la subdirectora de operaciones y sostenibilidad eligió las siguientes palabras: “Estamos a casi tres años de ese momento y estamos encaminados, pero no hemos podido reabrir, que es nuestro mayor deseo”.
Mañana la segunda y última parte de esta serie especial
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